Apasionarse por la vida es una forma de crecer y de favorecer un bienestar general. Despertarse cada mañana con energía para abrazar todo lo nuevo que hay en la naturaleza, las relaciones y las propias emociones. Se debe dejar de lado el pesimismo así como el miedo y es muy probable que el resultado sea tener un día agradable lleno de éxitos.
La pasión requiere admirar lo que otros nos enseñan, desde la familia hasta los compañeros de trabajo. Ya que son las personas más cercanas. Nos conocen más que en otros ámbitos, por lo tanto es bueno abrirse y aprender dentro del marco del respeto.
En donde sea que nos desarrollemos es bueno aceptar que nos necesitamos unos a otros para la sana convivencia. El individualismo y la competencia crean conflictos innecesarios. En cambio, apasionarse por el bienestar de todos y trabajar en equipo genera creatividad y lazos de verdadero compañerismo.
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Es también tener libertad de pensar, hacer, sentir y soñar por nosotros mismos, para aportar luego pequeñas acciones que llegarán a ser abundancia para todos. Hablando, escuchando, y estar dispuestos a cambiar de opinión si es necesario por el bien común.
Una vida con pasión es ser conscientes de nuestra propia realidad. Alcanzar plenitud interior y por ende con el exterior. Es desarrollar la magia personal rompiendo barreras creadas por creencias limitantes.
Pasión por la vida es sobre todo recuperar el interés natural por todo, tal y como lo hacíamos cuando éramos niños. Saber que cada día hay nuevo que descubrir. Gozar de lo que vemos y aprendemos.
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