Detrás de cada bolsita de Pride Coffee hay una historia que huele a esperanza, que sabe a justicia y que arde con el fuego del orgullo.
La historia la escribe Julio César Calvo Murillo, vecino de Rohrmoser, un costarricense que decidió que el café no solo sirve para despertar cuerpos, sino también conciencias.
Este emprendimiento nació después de la pandemia, en el 2021, cuando la vida se puso cuesta arriba para mucha gente, especialmente para quienes históricamente han sido excluidos.
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La comunidad trans fue una de las más golpeadas: sin clientela en el trabajo sexual y sin redes de apoyo, muchas personas quedaron totalmente a la deriva. Y fue ahí donde a Julio César se le encendió una idea.
“No es posible que estas personas, olvidadas por la sociedad y por los gobiernos, sigan sin una oportunidad real. La solución se llama educación. Esa es la herramienta que transforma”, dice con convicción.
Un café para el alma
Pride Coffee es un café de especialidad, de esos que no se consiguen en cualquier góndola. Se cultiva en la zona de Los Santos, Tarrazú, donde pequeños productores trabajan duro para sacar una cosecha de altura.
El grano es tipo Geisha, suave, con tintes de canela y un aroma delicado que conquista hasta los paladares más exigentes. Se vende sobre todo en Estados Unidos y Canadá, y pronto llegará a Europa.
Pero el sabor es solo una parte. Lo más importante es lo que hay detrás: con cada bolsa que se vende, que vale unos $20 por ser un café de élite, se financia la educación de personas de la comunidad LGTBIQ+ que se encuentran en situación de vulnerabilidad.
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“No se trata de hacerse rico con esto, sino de abrir puertas”, afirma el fundador quien no limita su sueño solo a la comunidad transgénero.
El emprendimiento está vinculado a la Fundación para la Inclusión y la Diversidad, que legalmente existe en el país y sueña en grande: abrir una universidad inclusiva en San José, donde personas mayores de edad puedan estudiar su bachillerato o una carrera técnica.
Eso sí, deben comprometerse a dejar la calle y las drogas. “Yo lo viví. Yo sé lo que es que te echen de la casa por ser quien sos. Por eso entiendo lo urgente de este proyecto”, dice Julio César con la voz quebrada mientras recuerda que cuando dijo en su casa quien era en realidad lo tiraron a la calle.
De un cafetal tico al mundo
Las bolsitas de Pride Coffee han salido del país en maletas de turistas que las descubren en hoteles inclusivos, como The Victorian, frente al INA en Paseo Colón.
Y no es coincidencia: cada detalle está pensado para que quien se sirva una taza sepa que está apoyando algo más grande.
“Es un café con propósito. Un café que ama. Un café que lucha, que abraza, que no discrimina”, repite Julio César como frase de batalla.
Dentro de los paquetes no solo va grano de altura: va dignidad, va resistencia, va una oportunidad para que alguien más estudie, se gradúe y construya una vida lejos de la discriminación.
Marcha con el pecho en alto
Y justo en estos días, cuando se acerca la 16 Marcha del Orgullo en Costa Rica, este tipo de proyectos cobran aún más sentido.
El próximo domingo 29 de junio, al mediodía, miles de personas saldrán desde la estatua de León Cortés en La Sabana hacia la Plaza de la Democracia para recordar que los derechos humanos no se negocian.
“No vamos a dejar a nadie atrás. Marchamos por quienes ya no están, por quienes siguen resistiendo y por quienes merecen crecer en una Costa Rica libre de odio”, dicen los organizadores.
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Julio César también marchará, como cada año. Con una bandera en el alma y el corazón en una taza. Porque sabe que una bebida tan tica como el café puede ser también una herramienta de inclusión, de visibilidad, de amor.
Así, entre el aroma dulce del Geisha, los colores de la diversidad y el sueño de una universidad que nadie imaginaba posible, Pride Coffee se levanta como un símbolo de lucha. Y como una invitación a vivir, y a tomar café, con todo el orgullo del mundo.