Si ha pasado recientemente por el centro de Nicoya, de fijo se ha topado con Gilberto Chon Blanco, un polifacético personaje de 66 años, quien ahora dedica su tiempo darle finos acabados artesanales a los jícaros que vende en el rancho ubicado en la plazoleta, frente a la esquina noroeste del templo colonial.
Chon, así simplemente, como todos lo conocen, es vecino de barrio Guadalupe en este cantón guanacasteco y entre otros oficios se ha desempeñado como relojero, taxista y chofer de bus.
Hace seis años, sin embargo, durante unas inundaciones intentó llegar hasta su casa para rescatar algunas pertenencias pero se punzó con un clavo o alambre de púa que luego le infeccionó le pierna izquierda hasta el punto de ser amputada.
En ese momento supo que aunque trabajó y cotizó durante toda la vida, extrañamente no había ningún reporte en la Caja como para aplicar para una pensión por invalidez. Pero aún así lo ayudaron para colocarle la prótesis que hoy en día le permite caminar y mensualmente recibe un dinerito que lo ayuda con sus gastos personales.
“Yo todavía manejo, lo puedo hacer con la prótesis, pero lamentablemente no tengo mi carro propio y nadie me da trabajo por la edad y por el impedimento”, señaló al tiempo que manejaba con gran destreza las gubias para decorar uno de los productos que ofrece a los turistas que ahora en menor cantidad, afirma, llegan por la zona.
“Esto está difícil. Antes uno veía la cantidad de turistas que pasaban por aquí, pero desde hace un tiempo para acá es cada vez más escasa su presencia”, añade.
Pero no se rinde, y aunque reconoce que él no es el verdadero artista de los diseños grabados en los jícaros, porque son sus compañeros y amigos los que dibujan las figuras de bueyes, caballos, marimbas, guarias y otros elementos de la cultura guanacasteca, él se encarga de raspar la corteza para crear líneas y curvas que terminan dando el acabado final con diseños en relieve muy llamativos.
“Yo lo que hago es darle forma para resaltar las figuras”. Y recordó que como dijo Miguel Ángel, el pintor y escultor italiano, cuando le dieron un bloque de mármol: “ahí hay un ángel, solo hay que quitar lo que sobra”, concluyó.