Apenas tiene 10 años, pero Yasser Jesús Martínez Pupiro carga en su corazón más batallas que muchos adultos.
Este pequeño, originario de Niquinohomo, Masaya, Nicaragua, llegó hace dos años a Costa Rica y, aunque al principio sintió que todo se le venía encima, hoy brilla como un ejemplo de que con valentía y esfuerzo todo es posible.
Su mamá, Elieth Pupiro Pérez, de 36 años, no esconde lo que les costó dar ese paso.
“Fue muy duro al principio. Hay mucha gente que piensa que por ser el mismo idioma es fácil la adaptación, pero no, mucho menos para un niño. A veces, uno como adulto se guarda las cosas y las procesa, pero un chiquito las vive de golpe”, recordó.
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Valle de guerreros
El propio pueblo natal de Yasser parece haber marcado su carácter. Niquinohomo significa en lengua chorotega “Valle de guerreros”, y de ahí salió este niño que hoy lucha en suelo tico.
Desde los desfiles patrios en San José centro.
Publicado por La Teja en Lunes, 15 de septiembre de 2025
Allá vivió rodeado de cafetales, frutas, vacas y aire libre. Pasaba trepado en los árboles, comiendo mangos o guayabas, y corriendo sin miedo entre potreros.
La realidad cambió cuando aterrizó en San José. “Estaba acostumbrado a estar en el campo y al llegar aquí me tocó de golpe adaptarme a la ciudad y eso también me complicó.
“Vivimos en barrio Los Ángeles, no hay nada de campo, es pura ciudad, calles y carros. Allá andaba por donde fuera sin peligro, aquí siempre tengo que andar con alguien por los peligros de la calle”, explica con nostalgia.
Batalla en las aulas
El cambio también se sintió en la escuela. Yasser había hecho primer grado en Nicaragua, pero con un nivel de lectura y escritura muy bajo.
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“Me costó adaptarme en la escuela, porque es muy diferente en Nicaragua, aquí es más dura. Cuando llegué a Costa Rica sabía muy poquito leer y escribir, aquí me tallaron más, ahí fue donde me costó”, reconoció el pequeño.
Ese cambio lo dejó rezagado. Con 10 años apenas está en segundo grado en la Escuela Omar Dengo de barrio Cuba, pero lo hace con una motivación enorme.
“Ya ahora en segundo avanza muy bien, las profesoras lo quieren y él es muy aplicado en sus estudios. Yo lo veo feliz y eso me tranquiliza, porque al principio lo veía sufrir y llorar”, asegura doña Elieth.
Noble soñador
El fútbol ha sido una tremenda alegría. Yasser disfruta cada mejenga en su barrio y también cualquier deporte que le permita moverse y compartir con otros chiquitos. Pero lo que más sorprende es su madurez al hablar de su futuro.
“Quiero ser policía para ayudar a la gente a que no tenga problemas. Me gusta proteger a los demás, por eso siendo policía lo lograré”, dice con una seriedad que emociona.
Su mamá sonríe al escucharlo. “Ese es mi guerrero, siempre pensando en los demás. Es un niño noble, activo y lleno de energía. Yo sé que va a lograr lo que se proponga porque ya demostró que puede con todo”.
Diablito en los desfiles
El 15 de setiembre pasado quedará grabado en la memoria de Yasser. Por primera vez desfiló con su escuela en Costa Rica, vestido con una máscara de diablo como parte de la mascarada escolar. La máscara la hizo él mismo con ayuda de sus profesoras. Fue parte del desfile oficial del Ministerio de Educación en la Avenida Segunda.
“Cuando llegué a Costa Rica jamás me imaginé que estaría en los desfiles del 15 de setiembre, a pesar de que sí desfilé en mi país. Me gusta mucho estudiar y ser parte de los desfiles.
“Toda Centroamérica celebra la independencia y eso es igual para nicaragüenses y ticos, yo represento esta unión de dos países”, dijo mientras debutaba como “pisuicas” en medio de la alegría patria.
El baile también lo ha ayudado a adaptarse. En Nicaragua era parte de un grupo folclórico y aquí, en la Omar Dengo, se metió en las actividades típicas.
“Es diferente, bastante, pero ya me adapté. Allá los bailes son más de conservar la tradición, aquí se bailan también otro tipo de canciones más populares”, comentó.
Ejemplo de lucha
Hace dos años, Yasser era un niño callado, tímido, que ni se atrevía a salir a la puerta de la casa. Hoy es un chiquito seguro, que sonríe, que juega, que sueña y que sabe que sus pasos van dejando huella.
Su mamá lo resume de la forma más sencilla y poderosa: “Este mundo nuevo, poco a poco, lo ha ido dominando. Le encanta el fútbol, y jugar mejenga. Los deportes, en general, le gustan mucho y eso me alegra, que se mantenga activo y siendo positivo. Él es un luchador y me llena de orgullo verlo tan feliz”.
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Con apenas una década de vida, Yasser ya es un verdadero guerrero de la vida, un niño que demuestra que no importa de dónde se venga, ni cuán grande sea el obstáculo, siempre se puede levantar la frente, ponerse una máscara de diablo y desfilar con orgullo, llevando en el pecho las banderas de dos pueblos hermanos.