La iglesia católica y la evangélica invitaron a los 13 candidatos a la presidencia de la República a una reunión para orar por ellos, el evento se llevó a cabo en el gimnasio de la Universidad Católica, ubicado en Moravia.
Los únicos que asistieron fueron Fabricio Alvarado, de Restauración Nacional; Mario Redondo, de la Alianza Demócrata Cristiana; Antonio Álvarez Desanti, de Liberación Nacional y Juan Diego Castro, de Integración Nacional.
Estos dos últimos han sido protagonistas de constantes ataques que cada uno se tira.
Sin embargo, en esta ocasión ninguno de los dos se lanzó duras palabras, todo lo contrario, más bien lucieron tranquilos y callados.
Ambos estaban sentados casi a la par, solo separados por una silla plástica.
Hubo un momento que marcó la noche, cuando Alvarado y Redondo abandonaron el lugar a las 6:34 de la noche, para ir al debate con los demás candidatos que organizó canal 13, en la Escuela Buenaventura Corrales o Edificio Metálico.
Como novios enojados.
A partir de ahí, Castro y Desanti quedaron solos, parecían una pareja de novios enojados, estaban serios, ni Castro volvía a ver a su derecha (donde estaba su contrincante) ni Álvarez Desanti lo hacía a su izquierda, o sea, ni por un buen chiste que alguien contara se iban a volver a ver, como para que el “amor” renaciera.
Pasaron cuatro minutos, en los cuales los dos estaban más tiesos que un bollo de pan de dos días y visiblemente incómodos.
A Castro se le notó más conversador, pero con su gente, en dos ocasiones se volvió hacia atrás y le dijo un par de cosas a uno de sus asesores de prensa. Por su parte, Desanti lució más pensativo.
Aunque los pastores y sacerdotes daban sus discursos, todos en el auditorio estaban atentos a ver qué iba a pasar entre los dos hombres que lideran las encuestas.
El que se iba primero era quien debía tomar la decisión de despedirse del otro, algo que muchos lo vieron como imposible, pues ninguno de los dos “se quiere”.
Finalmente, fue Castro quien se marchó y rápidamente estrechó la mano de Antonio Álvarez, a quien tomó por sorpresa. Eso sí, entre los dos nunca hubo una sonrisa que bajara la tensión que había en el ambiente
Tras la despedida, Desanti quedó solo, quizás esperando tener otro encuentro con Castro.