Cuando Laura Arce Bokan era la típica chiquilla que cantaba en todos los actos cívicos de la escuela en La Roxana de Guápiles, jamás se imaginó que años después terminaría interpretando el himno de los Estados Unidos en un estadio de ese país, con la mano en el pecho y un nudo en la garganta.
A esta guapileña de 36 años, la vida la llevó por caminos inesperados. Salió del colegio Técnico Profesional de Pococí con un título en Turismo, pero su voz y su carisma siempre la hicieron destacar.
Estudió Bachillerato en Educación Primaria con énfasis en Inglés en la Universidad de San José, sede Guápiles, y fue allí donde empezó a perfilarse como educadora... aunque la música siempre la acompañó como esa pasión que nunca se apaga.
Su historia de amor también empezó en su tierra. Conoció a Jean Paul Salazar, otro guapileño que ya estaba nacionalizado en Estados Unidos, y tras casarse en Costa Rica, el 26 de setiembre del 2013, en diciembre de ese mismo año se montó en un avión con destino a lo desconocido. Tenía apenas 24 años.
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“Yo me vine con mi título listo y lo logré convalidar sin problema. Comencé trabajando como maestra de preescolar en Florida, y aunque me encantaba, siempre sentí que algo me faltaba… Era el canto”, recuerda Laura.
Hasta en los funerales
“Laura nació cantando”, es lo que dice la mamá, doña Sary Bokan. Su papá, don Fernando Arce, también la impulsaba.
Junto con sus hermanas, María Fernanda y Giannina, les ponía voz a bodas, misas, funerales y cualquier actividad que ocupara una melodía sentida. En Guápiles era conocida por su inconfundible voz. Pero cuando se fue para Estados Unidos, todo eso quedó en pausa.
“Al principio no tenía papeles, así que trabajé limpiando casas, en restaurantes… En uno de ellos había karaoke y ahí me animé a cantar, y hasta más propinas me daban”, dice entre risas.
“La primera vez que canté fue una canción de Whitney Houston, y los jefes quedaron en shock, no sabían que yo cantaba así”.
Del karaoke al estadio
La vida de Laura dio otro giro cuando, tras la pandemia, se convirtió en especialista de acceso lingüístico en la oficina de la Secretaría del Estado de Washington. Su trabajo es organizar eventos para educar a la comunidad sobre temas de votación y participación ciudadana.
En uno de esos eventos, el pasado 26 de junio, Laura fue asignada para cantar el himno nacional de Estados Unidos en la inauguración de un partido de ligas menores de béisbol en Bellingham, una ciudad ubicada a solo 20 minutos de la frontera con Canadá.
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La actividad era patrocinada por su oficina y, cuando preguntaron quién podía cantar, todos coincidieron en que debía hacerlo la tica.
“El himno ya me lo sabía, porque en mi trabajo me ha tocado cantarlo en muchas actividades. Pero esta vez me grabaron y el video se publicó el 4 de julio, justo en el Día de la Independencia de Estados Unidos”, contó con emoción.
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Entre dos patrias
Laura ya es ciudadana estadounidense desde hace tres años, pero su corazón sigue latiendo fuerte por Costa Rica.
“Cuando canto el himno de Estados Unidos me emociono. Uno tiene que vivir con agradecimiento. Este país ha hecho mucho por mí, me ha dado oportunidades, me abrió las puertas. Pero también siento nostalgia. Tengo una doble nacionalidad, y siempre hay que estar orgulloso de las raíces”, confiesa.
Y vaya si tiene raíces bien sembradas. En Costa Rica no solo cantó en escuelas, iglesias y actividades culturales, sino que también interpretó el himno de Estados Unidos en el estadio Ebal Rodríguez, cuando tenía apenas 12 años, durante un torneo internacional organizado por el Santos de Guápiles.
Ahora, con una hija de siete años llamada Galilea, un esposo que la apoya en todo, y una carrera estable en Estados Unidos, Laura no descarta volver a cantar más seguido.
Forma parte de un grupo de bailes folclóricos de ticos que promueven la cultura nacional en el extranjero.
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“Me va a seguir tocando cantar el himno norteamericano, es parte de mi trabajo. Pero cada vez que lo hago, lo vivo intensamente.
“Es mi manera de decir ‘gracias’ por lo que este país me ha dado. Y también de recordar que, aunque esté allá, en mi corazón siempre seré guapileña”, concluye, con esa sonrisa dulce de quien ha luchado por sus sueños… y los ha alcanzado cantando.