Justiniano Orozco tiene 85 años, todos los días llega a la avenida Central a eso de las 8 a. m. para alegrar el paso de cientos de transeúntes con su violín.
Orozco no se arruga con el paso de los años. Desde el 2017 se ubica frente a la Librería Universal para interpretar música ranchera y boleros y eso le da vida, lo mantiene alegre y entusiasta. Dentro de su repertorio, Guadalajara es su canción favorita.
“Me gusta que la gente valore mi trabajo. Cada persona que se detiene a escucharme, aprecia lo que hago y me motiva a seguir todos los días, allí, tocando y alegrando el centro de la capital. Todos los que se detienen a escucharme alaban lo que hago, me siento feliz cuando me aplauden al finalizar cada interpretación”, expresó.
Y es precisamente gracias a su talento, que un grupo de más de 100 personas se organizaron para visitar a don Justiniano próximamente. Quieren acompañarlo, reconocer su talento y la forma en la que hace arte con sus manos.
Un empujoncito
Lady Soto, una de las integrantes del grupo, afirmó que gracias a las redes sociales conoció la historia de Justiniano y decidió unirse a otros jóvenes y adultos para demostrarle que su trabajo no es en vano.
“A todos los que integramos el grupo nos llamó la atención la fuerza y determinación que tiene para interpretar la música", expresó.
Soto agregó que lamentablemente en el país no se valora al artista nacional y mucho menos a los que dedican horas de su tiempo, como él, para colocarse en una acera, en un parque, a deleitar a la gente con lo que hacen.
“Al grupo se han acercado personas que consideran que los artistas nacionales merecen nuestro respeto y admiración y muchas veces no se les apoya. Por eso, luego de visitar a Justiniano queremos repetir el ejercicio con otros artistas callejeros, para mostrarles nuestro respeto y admiración”, indicó.
Enamorado de la música
Orozco aprendió a tocar el violín en el Conservatorio Castella, hace 15 años y vive enamorado de este instrumento.
“Tocar música me alegra. Cada interpretación revive mis fuerzas y sé que eso me ayuda a tener buena salud. El hecho de ir y venir todos los días a la avenida Central hace que elimine los años y con mi edad, puedo decir que solamente padezco de la presión arterial”, afirmó.
Antes de dedicarse al violín, Justiniano tocaba requinto (un instrumento parecido a la guitarra, pero más pequeña) y se iba con su esposa a distintos restaurantes del centro de San José, como el Meylin en Plaza Víquez, en donde ella cantaba y él deleitaba a los clientes con el instrumento.
El violinista manifestó que a él le gusta compartir su talento y muchas personas, sin que él lo pida, le ayudan con una monedita o con un billetito. Ese dinero no le cae nada mal y con eso ayuda a su familia con la compra de comida y también se compra ropa y zapatos.
“Mis hijos no me impiden salir y disfrutar lo que hago. Todos me atienden y cuidan de mí. Ellos entienden que aún cuento con la salud para poder viajar solo y afortunadamente no he tenido ningún accidente en el camino”, expresó.
Este artista callejero espera seguir disfrutando de su instrumento por muchos años más y que los transeúntes no se aburran de él.