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Vuelco de bus cambió para siempre la vida de dos jóvenes colegiales

Rosibel y Víctor Hugo valoran más la vida y a sus familias desde aquel día del año 2000

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Rosibel Rojas no es la misma persona desde hace 19 años.

Su vida cambió por completo la mañana del 21 de febrero del 2000, cuando se dirigía al Colegio Técnico Profesional de La Fortuna de Bagaces, en Guanacaste.

Aquel día, Rosibel –quien tenía 14 años– viajaba con otros 59 estudiantes en un bus contratado por el Ministerio de Educación Pública para el transporte de alumnos de zonas como Upala y Guayabo de Bagaces.

Dos kilómetros antes de llegar al centro educativo el bus volcó. Eso causó la muerte de 4 jóvenes y dejó herida a la mayoría de los alumnos.

Los fallecidos fueron Andrey Álvarez, de 12 años; Gustavo Ugalde, de 13 años; Andrea Ugalde, de 12 años y Rolando González, de 16 años.

Rosibel se fracturó la columna y tuvo que ser operada cinco veces. Hoy camina con la ayuda de un bastón y durante los años posteriores al accidente recibió ayuda psicológica pues le costaba subirse a un bus y pasar por el lugar del accidente.

Producto del vuelco, el dueño del bus, Gilberth Angulo y el chofer, Jorge Arturo Hernández, fueron condenados a cuatro años de cárcel por cuatro delitos de homicidios culposos y 29 delitos de lesiones culposas.

Un día inolvidable

Rosibel conserva en su mente cada momento del accidente.

Esta guanacasteca vive en Guayabo de Bagaces y hoy tiene 33 años.

Recuerda que en la mañana de aquel lunes todo transcurrió con normalidad.

“Llegué como siempre al parque de Guayabo para esperar el bus. Allí estaban unas primas y varios amigos que se subían al bus conmigo. Nos sorprendimos porque no conocíamos a Hernández, que era el chofer que nos recogió y el bus en el que nos montamos también era nuevo para nosotros”, explica.

Cuenta Rosibel que a lo largo del recorrido hay muchas bajadas y varios pasajeros notaron que el bus iba muy rápido.

Pero de ir a alta velocidad pasó a algo mucho peor...

“El chofer no pasó bien una curva y el bus se desestabilizó, se hizo a un lado de la carretera y cuando nos dimos cuenta cayó en la calle y se fue arrastrando, hasta pegar con unos árboles”, explicó.

Durante el accidente, Rosibel no perdió la conciencia. Como iba de pie, se agachó para evitar ser golpeada y varios pasajeros le cayeron encima. Esto provocó que quedara sentada y cuando el autobús se detuvo, intentó levantarse para salir. Lo malo fue que no sentía las piernas.

“No puedo olvidar los gritos de la gente, la desesperación por el vuelco y por salir del bus antes de que explotara. Todos teníamos miedo de morir, me pasaron por la mente un montón de cosas. Lo que pasó es de nunca olvidar”, indicó.

A causa de lo ocurrido, Rosibel se fracturó la columna. Muchos llegaron a ayudar para sacar a los estudiantes, pero otros fueron a observar y le pasaban por encima, majándole las piernas. Fue trasladada en avioneta al Hospital México y allí se sometió a la primera de cinco operaciones.

“No pude cursar noveno año porque ese año lo pasé en recuperación. Los profesores intentaron ayudarme, pero no me sentía capacitada para estudiar y tuve que empezar a caminar de cero. Era como una bebé, estuve gateando, me movía en una silla de ruedas y poco a poco, por medio de terapias, fui recuperando la movilidad”, explicó.

“El accidente se ocasionó por la irresponsabilidad de otros, el dueño del bus mandó a un chofer que ni siquiera tenía licencia. Yo no lo vi, pero unos amigos me aseguraron que cuando se produjo el accidente, el conductor salió huyendo. Lo encontraron por unos potreros, no sé si huyó de miedo o por cobardía”, afirmó.

Este hecho dejó una lección importante para Rosibel, quien hoy trabaja en la Escuela de Guayabo, en la parte administrativa.

Dice: “Hay que vivir la vida en el momento, muchas veces postergamos las cosas, pero no podemos hacernos eso porque no sabemos hasta cuándo viviremos”.

“Vacilábamos con el vuelco del bus”

Víctor Hugo Arias estaba en quinto año. Fue de los últimos estudiantes en subirse al bus y el día del accidente iba de pie, con un grupo de amigos.

“Estábamos en los primeros días del curso y había mucha ilusión porque era el último año del cole. Recuerdo que mi hermana Stephanie y yo nos subimos al bus a eso de las 6:10 a.m. y me encontré con varios amigos. Íbamos conversando sobre lo que nos esperaba ese día”, explicó.

Cuenta que a la mitad del recorrido notó que el bus iba a alta velocidad. En un momento, observó al chofer intentando frenar y le preguntó si se había quedado sin frenos. El conductor, Jorge Arturo Hernández, asintió con la cabeza y los jóvenes empezaron a desesperarse.

“De todo me pasó por la cabeza y los que íbamos adelante intentamos calmar al chofer. Se nos ocurrió decirle a toda la gente que iba adelante que se fueran hacia la parte de atrás, porque en lo primero que pensamos fue en que chocara de frente", agregó.

Al momento del vuelco, una joven le cayó encima a Víctor Hugo y no lo dejaba respirar. Tuvo que morderla para que se corriera y, según le comentaron, al momento de llegar los cruzrojistas, estaba morado. Se estaba ahogando.

Un conocido de su papá lo llevó en carro al Hospital de Liberia, pues no había suficientes ambulancias. Fue trasladado al Hospital México, pues se fracturó el fémur de la pierna derecha y lo operaron en dos ocasiones.

“No fui a clases durante tres meses y medio. Luego del accidente, caminaba con la ayuda de muletas y con el paso de los días me fui recuperando. Me dolió mucho perder días tan valiosos, sobre todo en ese año, que significaba tanto para mí y mis compañeros”.

Arias logró finalizar el quinto año al lado de sus amigos. De todo lo que pasó destaca el apoyo de su familia y de los profesores. Además, aprendió a valorar más la vida y a tener cuidado acerca de comentarios o bromas que hace.

“En la inmadurez algunos nos preguntábamos qué pasaría si se volcara el bus. Desafortunadamente, tuvo que llegar ese día para aprender a prepararme y vivir cada día intensamente y al lado de los seres que queremos”, dijo.

Víctor Hugo es ingeniero industrial y trabaja en la planta geotérmica Miravalles. Está casado desde hace 10 años con Yendry y es padre de tres hijos: Dereck, Samira y Sofía y una de sus principales aficiones es andar en bici.

“Trabajé para salir adelante y hoy llevo una vida normal. Soy un hombre afortunado y pese a la fractura, no tengo problemas para cletear", finalizó.

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