En el 2015, dos agentes del OIJ fueron llamados a colaborar en la Sección de Homicidios en un momento particular porque estaban ocurriendo muchos asesinatos en el país.
Ambos se dedicaron por entero a sus labores. Pasaron por muchas angustias, pero al final lograron resolver el caso que les asignaron y capturaron al primer asesino en serie del país, un hombre al que antes del arresto se conocía solo como “el Mataindigentes” y que dejará un rastro de seis asesinatos.
Los agentes de esta historia son Danny Morera, quien era investigador de la Sección de Capturas, y Roy Ruiz, de la Sección de Robos.
“Nos mandaron (en el 2015) como a quince investigadores de distintas secciones porque estaba la ola de asesinatos por lo del caso del Indio (Marco Antonio Zamora) con el tema narco (que dejó más de 70 muertes). Había demasiados casos para investigar ”, recuerda Roy.
A los dos investigadores les empezaron a asignar casos de mujeres que habían aparecido asesinadas en San José que antes investigaba un agente de apellido Guido, a quien trasladaron a Pérez Zeledón.
Al principio los casos no parecían tener relación, pero fue cuestión de días para que los investigadores empezaran a encontrar pistas que los llevaba hacia un mismo sospechoso.
Los primeros cuerpos
En el primer caso asignado a Roy la víctima no estaba identificada, lo cual complicaba el trabajo ya que era imposible hacer un perfil de la mujer.
“Cuando teníamos ya tres asesinatos nos sentamos con la jefatura y observamos que estábamos ante un mismo sospechoso. Las víctimas eran todas menuditas en estado de indigencia que aparecían semidesnudas y asfixiadas, (el asesino) las agarraba del cuello y les quebraba el hueso hioides”, dijo Roy.
Ese hueso se encuentra debajo de la raíz de la lengua y encima de la laringe.
Cuando fue posible identificar a la primera víctima se supo que era Natalia Salazar Flores, de 29 años. El cuerpo apareció el 10 de abril del 2015 en un lote cercano a la urbanización Las Margaritas, en San Sebastián.
Dos días después fue encontrado en un lote de barrio México, en San José, el cuerpo de Karen Briceño Juárez, de 35 años. Se supo luego que tenía unos siete días de fallecida y se le identificó por las huellas ya que tenía archivo criminal.
En junio hallaron dos cuerpos femeninos más, ya en estado esquelético y que siguen sin identificar. Uno estaba en un lote cercano a la escuela Carolina Dent, en Sagrada Familia, y otro detrás de la iglesia La Luz del Mundo, en Colonia Kennedy, San Sebastián.
Teléfono sonaba en cualquier momento
Ya para entonces los agentes tenían encima mucha presión. Los casos se acumulaban y el asesino seguía libre.
“Estábamos luchando contra el tiempo, el teléfono iba a sonar en cualquier momento para avisarnos que había otra mujer muerta. Estábamos ante un asesino en serie y solo si lo deteníamos, o que él muriera, esto iba a parar. Un par de veces me pasó que soñaba con el caso”, cuenta Danny.
Roy investigó el asesinato de Karen y como parte del trabajo un día visitó el lugar donde apareció el cuerpo en busca de testigos que pudieran decirle algo valioso.
Un hombre le contó a Roy que él vio salir de donde estaba el cadáver a un hombre que recogía material de reciclaje, pero que no iría a testificar, que buscara a Magaly, una indigente que sobrevivió a un ataque de ese mismo hombre.
Al fin aparecía una pepita de oro para la investigación.
“Nos dicen que Magaly es del grupo de los amigos del árbol, unos indigentes que se reúnen para cocinar bajo la sombra de un árbol que estaba por las canchas detrás del Museo de Los Niños. Todos los días hacían una sopa con las verduras que les regalaban, ponían piedras, madera y una olla".
Y allí encontraron a Magaly, quien identificó a Karen y contó que llevaban tiempo sin verla.
Roy habló detalladamente con Magaly y ella reveló haber sido violada por un hombre al que le dicen el Negro.
“Me dice ‘me agarró del cuello y me hizo así’ (toma sus manos y aprieta el hueso hioides; un detalle que ya los asesinos conocían). Ella nos cuenta que se salva porque le dio un codazo en las costillas, grita y dos muchachos la ayudan. Magaly nos dice que busquemos a la novia del Negro para que nos dé el nombre”, recuerda el investigador.
Roy inicia la búsqueda y logra dar con la novia del Negro, quien le dice que ya no son pareja y que el hombre al que le sigue la pista se llama Adrián Arroyo. Le cuenta además que su novio nuevo denunció al Negro porque casi lo mata con un cuchillo.
Al revisar esa denuncia encuentran el nombre completo: Adrián Arroyo Gutiérrez, 43 años y con antecedentes por un homicidio en Guápiles y una investigación por estafa pendiente.
"Ese era nuestro sospechoso”, dice Roy.
Censo de indigentes
Los agentes deciden entonces hacer un censo en los barrios del Sur y consiguen identificar a más de 300.
“Queríamos estar listos si aparecía un víctima nueva, les explicamos lo que pasaba, las mujeres estaban muy asustadas, se sentían en peligro, les tomamos fotos, nombre y número de cédula”, recuerda Danny.
El censo y conocer el nombre del sospechoso principal no frenó los crímenes.
El 24 de junio encontraron el cuerpo de Angeli Daniela Trejos Chaves, de 18 años. Estaba en un charral del antiguo rancho Guanacaste, en Hatillo.
“Los cuerpos empiezan a aparecer con más frecuencia y ya hay incluso un equipo de distintas áreas trabajando con nosotros. El trabajo del SIORI (Sección de Inspecciones Oculares y Recolección de Indicios) fue increíble”, señala Danny.
Pero la matanza siguió. El 14 de julio encontraron asesinada a Alicia Carmona Castillo, de 27 años, en un lote del residencial Mallorca, en San Sebastián.
Y la escena macabra se repitió el 26 de julio, cuando debajo del puente peatonal de Hatillo 4 encontraron a Tania Marlene Barrientos Astúa, 49 años. Se notaba que había luchado por su vida, era la única que tenía señas de haber sido golpeada y le faltaban algunos dientes.
Otras indigentes les dicen a los investigadores que debido a su orientación sexual Tania posiblemente forcejeó para que el asesino no la tocara.
El sospechoso, aun identificado, seguía libre.
El 6 de agosto encontraron en un lote de Sagrada Familia el cadáver de Charlyn Robles Vargas, de 26 años.
“En ese momento el jefe nos dijo que debíamos buscar la manera de detener al sospechoso, ya era demasiado, todo nos decía que él era. Buscaba mujeres indigentes, a las que nadie extrañaba porque era común que desaparecieran por meses de sus familias, todas erab delgaditas. Les ofrecía droga, se ponía diez o doce piedras de crack en la mano y les decía que se fueran a enfiestar, ellas accedían, así no tenía que llevarlas a la fuerza y las asfixiaba", detalla Roy.
“Creemos que las mataba mientras tenía sexo con ellas porque eso le daba placer. Era desordenado, no le importaba dejar rastros y después de matarlas les tapaba las partes íntimas con cartón o con hojas. Para la psicóloga forense lo hacía por vergüenza, como arrepentimiento”.
Los agentes vieron que Magaly, a la que el sospechoso había violado, estaba dispuesta a denunciar y eso ofrecía la oportunidad de detener a Arroyo.
“Le ofrecimos llevarle ropa para que se pudiera asear e ir a la Fiscalía. Ella se emocionó e incluso ese día la invité a comer pinto con pollo en salsa, tenía mucha hambre y me dijo que tenía años de no comer pollo. Después de que declaró se dio la orden de detener a Arroyo por dos violaciones contra ella”, explica Roy.
A Magaly le ofrecen también llevarla a un albergue pero ella decide seguir deambulando.
En septiembre los oficiales dan por fin con Arroyo en las cercanías del Museo de los Niños, justo donde encontraron uno de los primeros cuerpos, y lo llevan a los laboratorios forenses para hacerle pruebas.
Dos días después de la detención aparece también cerca del Museo de los Niños el cuerpo de Franciny Bermúdez Romero, de 18 años.
Las pruebas permiten saber luego que tenía dos días de fallecida. Y después de eso los crímenes de mujeres indigentes se detienen.
“La jefatura nos dice que comparemos las muestras con todos los cuerpos, a él (Arroyo) le dictan seis meses de prisión preventiva y a los dos meses de eso nos llaman a la oficina y el jefe nos felicita y nos dice ‘Arroyo es el asesino en serie’. Tres de las muestras (de Alicia, Angeli y Tania) dieron positivo en semen y saliva, la piel se nos erizó y hasta gritábamos. Era un momento de alegría para todos”, recuerda Danny aún emocionado.
La confesión
Cuando Arroyo fue interrogado aceptó haber cometido los asesinatos, pero fue condenado por seis homicidios y dos violaciones en un proceso abreviado.
Lo condenaron a 110 años de cárcel, que descuenta en La Reforma; La Teja le solicitó una entrevista, pero no la aceptó.
Resolver este caso le dio el premio a la mejor investigación del 2015 a la Sección de Homicidios. Roy estuvo dos años en Homicidios y regreso a la Sección de Robos, Danny sigue en la de Homicidios.
Ambos aseguran que cuando pasan por los lugares que visitaron mientras hacían la investigación recuerdan lo ocurrido.
El palo donde se reunían indigentes para cocinar ya no existe y en los lugares donde aparecieron los cuerpos ahora hay construcciones.