Verónica Guerrero Gamboa era una joven de 17 años recién graduada del colegio, estudiante de francés y quien añoraba entrar a la universidad para cursar Relaciones internacionales.
En tres días iba a entrar a la U y cumpliría su sueño de comenzar a escribir su futuro profesional; sin embargo, esas ilusiones quedaron truncadas por culpa de un imprudente que manejaba borracho y a alta velocidad, perdió el control y se estrelló contra el carro en el que viajaba la muchacha.
La joven viajaba en los asientos traseros detrás del acompañante, considerado de los más seguros, pero el golpe fue tremendamente fuerte y su muerte fue fulminante, no hubo tiempo de ninguna despedida, falleció cuando la llevaban camino al hospital San Juan de Dios.
La tragedia ocurrió un Viernes Santo de Semana Santa, desde ese momento también quedó en ruinas el alma de Esperanza Gamboa, mamá de Verónica.
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Ella era su única hija, compartían la vida bajo el mismo techo y doña Esperanza era la principal admiradora de la adolescente, siempre mantenían comunicación, la última vez que hablaron fue ese viernes a las 3:56 p. m., diecinueve minutos después ocurrió el mortal choque, la Cruz Roja recibió la alerta a las 4:15 p. m.
Este 3 de abril del 2025, se cumplieron 10 años de la muerte de Verónica; su recuerdo sigue intacto, el próximo 7 de mayo hubiese cumplido 29 años y no hay día que su mamá no se la imagine.
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Durante esta década ha querido ver a su hija en sueños, pero no ha llegado esa oportunidad, incluso hasta perdió el poder descansar con tranquilidad, ya que debe tomar pastillas para conciliar el sueño.
“No hay dolor que supere la muerte de un hijo, esto terminó con la vida mía, la del papá de ella, destruyó muchas familias”, expresó la mamá en conversación con La Teja.
“El 3 de abril vuelvo a revivir todo, los Viernes Santo también sufro todo lo que pasé ese día, cuando el hijo de Maricruz (Leiva, expresentadora de tele) me llamó y me dijo que mi hija estaba lastimada, corrí para llegar donde ella, lo que pensaba era que me la iba a encontrar con vida y le iba a tomar su mano, pero me la encontré en la morgue del Hospital San Juan de Dios, cubierta con una sábana, esa imagen nunca se borra”, relató.
Esta madre siempre recuerda a su hija, le resulta doloroso ver fotos porque desearía verla cara a cara, ella se centra en el recuerdo especial en el que su hija inspiraba a los demás.
“Recuerdo su sonrisa, siempre trataba de ayudar a las personas que estaban a su lado”.
El fatal accidente sucedió en la carretera que comunica Caldera con San José (ruta 27), cerca del peaje de Ciudad Colón.
La joven viajaba en el carro que conducía la periodista Maricruz Leiva, regresaban de un paseo en Guanacaste, ella era amiga de la hija de Leiva y los amigos habían disfrutado de un paseo antes de entrar a la U.
Les faltaba poco para llegar al desvío que los llevaría a casa, cuando ocurrió lo peor; en el sentido contrario circulaba un carro que manejaba un hombre de apellidos Castro Zambrana, él adelantó una grúa e invadió el carril, chocando el carro de Leiva.
La Fiscalía determinó que Castro iba borracho, de acuerdo con los exámenes registró 0,54 miligramos de alcohol por litro de sangre, cuando lo permitido es 0,38, así constó en la acusación.
Según la Fiscalía, el imputado excedió los límites de velocidad e invadió el carril contrario. Él iba en compañía de un primo, también de apellido Castro.
“¿Qué le precisaba tanto, para invadir el carril y matar a una niña de 17 años? irónicamente a él ni a su acompañante les pasó nada“, es la pregunta que se hace la mamá.
A raíz de la pérdida, esta madre ha llevado atención psicológica y psiquiátrica.
“Muchos dirán: ‘ya pasaron diez años, tenemos que seguir adelante con tu vida’, pero, ¿cuál vida?, si se fue en el momento que perdí a mi hija, ella era mi motor”, lamenta.
Sin perdón para hombre que le quitó vida a inocente
Castro, el responsable del accidente, enfrentó el juicio tres años después de la tragedia; hasta el último día del debate y antes de escuchar la sentencia, le rogó a doña Esperanza que lo perdonara.
“No le deseo el daño a nadie, porque tengo sobrinos, a ellos (su familia) nada más les digo que si toman, no manejen, ya ustedes pasaron un dolor y saben lo que es”, dijo la mamá de Verónica.
No obstante, el juez José Pablo Alvarado reprochó que durante el debate este hombre no sintió arrepentimiento, ni tan siquiera cuando los testigos daban sus declaraciones de lo ocurrido.
“Además, ¿cuántas lágrimas derramó usted al declarar?, ¿dos? Aquí se dieron testimonios muy duros de las víctimas y usted nunca mostró arrepentimiento, siempre estuvo sentado en la misma posición sin mostrar emociones”, aseguró el juez.
El testimonio del gruero Ronny López Zelaya fue clave para dar una sentencia.
“Don Ronny hizo una exposición clarísima, sin ningún tipo de dudas, sin ningún tipo de contradicción, sin ningún deseo de perjudicarlo a usted (a Castro) ni de beneficiar a las afectadas. El dijo lo siguiente: ‘Yo venía de entregar un carro en San José, iba hacia Guanacaste como a 60 o 70 kilómetros por hora. Recuerdo que me incomodé mucho porque un automóvil negro se acercó mucho a mi camión, se acercó tanto que no podía ver la trompa del carro.
“‘Estaba muy incómodo, el carro trataba de rayarme... izquierda... derecha, me sentía intimidado y recuerdo que al final del estrechamiento donde se prolongaba una curva hacia la derecha vi posiblemente el acto más irresponsable que ve visto en mi vida: el automóvil se tiró a la izquierda a rayar y yo vi que venía otro carro, pensé que se iba a matar”, recordó Alvarado retomando la declaración de Ronny.
El juez también valoró la experiencia del transportista.
“Él (Ronny) es una persona que se dedica al transporte de carros con una grúa. Siempre anda en carretera, por lo que es una persona de experiencia en la conducción y describe que lo que vio fue el acto más irresponsable que pudo haber visto en su vida”, argumentó el presidente del tribunal.
A Castro lo condenaron a nueve años de prisión, siete por la muerte de la jovencita y dos por causarles lesiones serias a las otras tres personas; esta fue dada en el 2018; La Teja intentó conocer si seguía privado de libertad, no obstante, en el Ministerio de Justicia no confirmaron la consulta.
“Podría andar en la misma situación de tomar, cuando ocurrió lo de mi hija, él tenía 21 años, una vida por delante, a la de mi hija desgraciadamente se la truncó, una niña que quería superarse.
“Por derechos humanos le damos a los delincuentes la comida, la oportunidad de estudiar, de hacer ejercicios y, ¿dónde están mis derechos humanos?, perdí a mi única hija, por la irresponsabilidad de otra persona”, exclamó.
Corneas fueron donadas
Verónica en vida dijo que quería ser donadora de órganos, al final sus padres solo pudieron donar sus córneas, no saben quién fue la persona beneficiada que puede seguir viendo a través de la mirada de la joven.
Cuando la muchacha falleció llevaba una pulsera Pandora, ahora doña Esperanza lleva este brazalete como la última pertenencia que le dejó su hija.
“Trato de estar serena, creo que las fuerzas vienen de mi hija, para que la gente se concientice que esto le puede pasar a cualquiera por culpa de las personas que manejan bajo las drogas, los jóvenes tienen que saber que no ponen en peligro solo sus vidas, sino la de inocentes como mi hija, que ya no está”, concluyó la mamá.
En esta tragedia también resultaron heridas Maricruz Leiva y una muchacha de nombre Samantha Saborío, amiga de ambas.
Leiva, al finalizar el juicio, dijo entre lágrimas que el accidente le cambió la vida y que el juicio fue muy duro y desgastante. Pese a que el proceso ya terminó, la paz que perdió el día del accidente no la recuperará jamás.