Sucesos

Esto es lo que nunca se dijo del terrorífico crimen de una familia que marcó para siempre a dos agentes

Investigadores del OIJ contaron lo duro que fue atender este complejo caso

EscucharEscuchar
Jairo Díaz está descontando la pena en Máxima Seguridad de La Reforma. Foto: Rafael Pacheco (Rafael PACHECO GRANADOS)

La herencia de una propiedad fue la hipótesis de las autoridades que explicaría por qué una familia completa fue asesinada y la captura de uno de los sospechosos permitió a la policía judicial frenar a un hombre que iba en camino de convertirse en un asesino en serie.

Este caso ocurrió el 29 de mayo del 2015, en Congo de Copey, en Dota, en la zona de Los Santos.

Los agentes del OIJ de Los Santos Juan Carlos Solano y del OIJ de Cartago Juainier Mora, fueron marcados por ese caso, por lo duro de la escena. Ellos contaron los pormenores del hecho en Expediente Cero 43, pódcast del Organismo de Investigación Judicial.

El día de los hechos, un vecino se fue a visitar una casa que frecuentaba y cuando llegó encontró el cuerpo de la hija de la familia, Elena María Suárez, de 9 años, sobre la cama. La escena era desgarradora, el lugareño no encontró a nadie más y corrió para dar aviso a la policía.

Ramón Suárez Espinoza, de 50 años, tenía heridas en la espalda y de defensa en los brazos. Foto: Archivo

Los investigadores recibieron la alerta de que una niña fue secuestrada y abusada sexualmente.

Según relató Juainer, lo que vieron aún le afecta, ese día era viernes, la oficina de Dota era muy tranquila y ya casi iban a salir cuando una oficial de la Fuerza Pública los llamó para decirles que encontraron el cuerpo de la niña y que la escena era muy grotesca, por lo que ellos se fueron a la finca.

El agente recordó que la oficial que los llamó estaba muy alterada y asombrada.

“Ellos vivía en un ranchito construido con bolsas plásticas, lata y madera, cuando uno entraba a la casa había que prender un foco para observar y en ese momento uno dice: ‘Dios, Dios’, era una escena de terror”, dijo Juainer.

María Haydée Miranda tenía 32 años y su cuerpo tenía heridas en la espalda.

La niña tenía los ojos vendados, le habían puesto una media en la boca y sus manitas amarradas hacia la espalda. Tenía una herida de cuchillo desde el esternón hasta el ombligo.

Hasta ese momento los agentes no se explicaban: ¿Por qué la familia de la niña no estaba? ¿Por qué la dejaron sola?

Una especialista en la escena les dijo a los agentes que no tocaran nada hasta que ella y los demás forenses llegaran, solo hicieron una revisión rápida a la finca sin resultados, porque oscureció.

Incluso en los medios se publicaron las fotos de los padres por si alguien los veía, pero en la mañana del 30 de mayo todo iba a cambiar.

Desgarrador

Los agentes empezaron a buscar por toda la finca y en la entrada, bajo una mata de café, encontraron el cuerpo del pequeño Abraham, de 11 años, con heridas de cuchillo en la espalda.

“Yo había estado parado ahí y no lo había visto, él era pequeñito y estaba prácticamente tapado por la mata”, dijo Mora, quien ese día atendía su primer homicidio, porque antes estaba en estupefacientes.

Los investigadores siguieron buscando a los padres de los menores y lograron encontrar el cuerpo de María Haydée Miranda, de 32 años, ella estaba desnuda al margen de río y tenía heridas en la espalda, mientras que a unos 75 metros apareció Ramón Suárez Espinoza, de 50 años, también con heridas en la espalda y de defensa en los brazos.

Los hermanos Abraham y Elena María Suárez Miranda, de 11 y 9 años. Foto: Archivo

Las primeras conclusiones de los agentes eran que ellos tres corrieron para tratar de escapar de quienes los atacaron, la casa más cercana estaba a 600 metros.

La familia vivía en esa finca porque el dueño les dio un espacio de 4x4 metros para vivir.

Ambos investigadores reconocen que lo que vieron y lo que investigaron los afectó porque pensaron en sus hijas, en sus familias y en que los criminales que andaban sueltos.

El cuerpo de la mamá fue encontrado cerca de un río.

“Somos seres humanos, no dejamos de sentir, pero somos profesionales, en ese momento no sería viable que uno se deje llevar o motivar por esos sentimientos. Yo pensaba en mi hija de 10 años, ella era de contextura y tamaño parecido a la niña fallecida”, dijo Mora.

El crimen de la familia provocó terror en la comunidad de Dota, la gente tenía miedo de salir de sus casas y hasta de estar en ellas y ser atacados.

Les habían robado la paz que reinaba en ese pueblo.

Ahora los agentes tenían la misión de investigar por qué tanto odio, por qué tal ensañamiento y dar con los asesinos.

Los investigadores se dieron entonces cuenta de que el crimen sería por una herencia que recibiría a futuro el hijo adoptivo del dueño de la finca y que se vería afectada porque la familia vivía en el espacio de 4x4 metros que le había dado el dueño, una persona de corazón noble que tuvo empatía con ellos porque sabía que no tenían dónde vivir.

“Hay un problema con un hijo del señor que no quería que estuvieran ahí, y se contactaron con esa gente (los sospechosos) para que hicieran lo que tuvieran que hacer, y así lo hicieron entre la noche del 28 y del 29 de mayo”, dijo Juan Carlos.

Los agentes empezaron a hacer recorridos porque, según chismes, los sospechosos andaban por ahí.

Ellos visitaron una finca porque una persona les dijo que en su propiedad había unas personas extrañas, pero las relacionaba con un crimen ocurrido en Santa María de Dota en el 2014, por lo que empezaron con intervenciones telefónicas

Cuatro días después dieron con un número de teléfono de una muchacha de Pérez Zeledón que se relacionaba con Jairo Díaz Aragón, principal sospechoso, eso fue una luz para la investigación y los agentes se concentraron en ese número.

Los agentes pidieron la orden de allanamiento y cayeron en dos casas el 4 de junio, en una de las viviendas detuvieron a un hombre llamado Silverio y en la otra, en un cuarto encerrada, estaba la compañera sentimental de Jairo.

La búsqueda permitió encontrar tres cuerpos más.

“Jairo no estaba. Se abrió el cuarto donde estaba la muchacha, luego él llegó cuando se estaba custodiando la casa y dice: ‘Yo soy Jairo’, y se detuvo. Él era peligroso, tenía homicidios en Nicaragua, Pérez Zeledón, dos más en Pérez Zeledón, y el de la familia, él y dos sujetos más”, dijo.

El sujeto había estado escondido en una leña de café afuera de donde los agentes allanaban y se le apareció a dos investigadoras que le hicieron frente con valentía.

Don Juan Carlos asegura que el caso se resolvió rápido porque incluso estaban investigando el hallazgo de un cráneo de una mujer que ya se había identificado y con el ADN se logró determinar que había una desaparecida en Pérez Zeledón, que se había venido a la zona de Los Santos.

Esta era la humilde casita donde vivía la familia.

“La muchacha que vivía con Jairo era la hermana de esa joven de la que apareció el cráneo (Benny Muñoz Picado, de 22 años), entonces se fue relacionando todo, en la investigación sale un número de teléfono que relaciona a Jairo, su compañera sentimental y la hermana de ella.

“Jairo tenía una obsesión por las mujeres jóvenes y pequeñas, como él era pequeño. Las niñas con las que se le achacan los crímenes en Pérez Zeledón, que era otra investigación, eran pequeñas, su cuñada era pequeña y delgada”, contó el agente.

Según la investigación, un día el sospechoso y su cuñada se fueron a buscar algo y él regresó solo, cuando la compañera sentimental le preguntó, le dijo que ella agarró un taxi y se fue para Limón, días después apareció el cráneo.

Tras detenerlo, Jairo les dijo a los agentes que lo obligaron a hacer eso (asesinar a la familia).

“Lo que suponemos es que le pagaron, no se pudo probar, pero sí hubo sospechas de que le pagaron para que los sacaran de ese lugar (a la familia), donde estaban viviendo, porque el hijo del dueño no quería que estuvieran ahí y quería que los sacaran como fuera”, dijo Solano, esa es la teoría de la policía.

“El hijo no quería que el papá les diera ese espacio, ya los había amedrentado. El hijo de ese señor al parecer buscó a un nicaragüense para que los corriera de ahí, tal vez no que los matara, pero busco las personas incorrectas”, dijo Juainier.

Los investigadores aseguran que Jairo no actuó solo, sino que fue ayudado por otros tres hombres, uno conocido como Silverio y otro apodado Botas, del cuarto hombre no trascendió la identidad. Juanier y sus compañeros creen que el hijo del dueño de la finca habría buscado a Silverio o a Botas para sacar a la familia y ellos contrataron a Jairo.

Margarita García Borge, hija de la señora que Jairo habría matado en Nicaragua, también vino al juicio. Foto: Rafael Pacheco (Rafael PACHECO GRANADOS)

Los investigadores aseguran que para Jairo fue un premio poder atacar aquella pequeña niña.

Orden de captura

En el caso de Silverio, cuando lo detuvieron el fiscal lo dejó en libertad por falta de pruebas y a los dos días ordenaron detenerlo porque ya había evidencias en su contra.

“Todavía se siguen girando órdenes de captura para detener a Silverio, pero él no está en el país”, dijo Juainier.

Jairo está descontando una pena de 121 años de cárcel en Máxima Seguridad de La Reforma.

Doña María Rosales es vecina de Dota y ella asegura que aunque el tiempo ha pasado, eso no lo olvidan.

“Eso marcó a todos, fue muy triste, aún se recuerda y se piensa en ellos con profunda tristeza, algo que jamás debió ocurrir, no se explica uno tanta maldad”, dijo.

Silvia Coto

Silvia Coto

Periodista de sucesos y judiciales. Bachiller en Ciencias de la Comunicación Colectiva con énfasis en Periodismo. Labora en Grupo Nación desde el 2010.

En beneficio de la transparencia y para evitar distorsiones del debate público por medios informáticos o aprovechando el anonimato, la sección de comentarios está reservada para nuestros suscriptores para comentar sobre el contenido de los artículos, no sobre los autores. El nombre completo y número de cédula del suscriptor aparecerá automáticamente con el comentario.