Sucesos

Gracias a pistas nuevas buscarán en Talamanca avión argentino que llevaba 68 personas

Buscadores entrarán a la montaña el 20 de marzo durante siete días

EscucharEscuchar

Dos pistas nuevas podrían llevar, por fin, a resolver un misterio que se esconde en algún punto de Talamanca desde el 3 de noviembre de 1965.

Nadie sabe desde entonces en qué lugar se encuentra un avión de la Fuerza Aérea Argentina --matrícula TC-48-- en el que iban 54 cadetes, 5 oficiales y 9 tripulantes de aquel país.

Esas pistas le llegaron al tico José Campos, quien ha hecho más de 30 expediciones de búsqueda y nos cuenta que cada vez que salen noticias en los medios sobre el avión desaparecido, mucha gente se pone en contacto con él y con otras buscadores de la nave para decirles que tiene datos nuevos.

Recientemente, dos personas que no se conocen entre sí le hablaron con muchos detalles de un sitio en el que estaría el avión.

En el primer caso fue la hermana de un señor ya mayor que tiempo atrás estuvo en aquellas montañas y le dijo a ella que vio la aeronave, completa, con la punta clavada en la tierra y la cola levantada.

El segundo caso es parecido. Un hombre afirma haberlo visto entero, no despedazado, y los dos relatos tienen en común que describen un lugar suamposo (pantanoso) y plano que, se supone, es visto por los indígenas como sagrado.

El próximo sábado 20 de marzo, Campos ingresará a la montaña al mando de un grupo de búsqueda en el que van cuatro expertos en montaña y el baquiano Germán Loaiza, que los ha acompañado otras veces.

El gran ausente será el geólogo Wilfredo Rojas, quien falleció en enero de este año y siempre había soñado con encontrar el avión para así llevarles algo de paz a las familias de los jóvenes cadetes que no han dejado de buscarlos.

Algunos parientes han venido con frecuencia a Costa Rica, pero han regresado a Argentina sin respuestas.

El vuelo final

La última vez que se supo del avión fue el 3 de noviembre de 1965, cuando se dirigía hacia Estados Unidos.

El viaje era el premio de graduación para los jóvenes, quienes conocerían varias bases militares en el país del norte.

La nave, un Douglas DC 4, había salido de la base aérea argentina El Palomar el 31 de octubre e hizo una escala en Antofagasta, Chile, donde fue necesario arreglarle dos motores. Ya en ese punto algo parecía alertar de la tragedia.

Con el problema resuelto volaron a Lima y el 2 de noviembre salieron hacia la base Howard, en Panamá, desde donde volarían para San Salvador al día siguiente, tal como pasó.

Otro grupo de cadetes viajaba en una nave igual, la T-43, que sí llegó a su destino. Lo que ocurre es que el T-48 parecía marcado por la fatalidad desde el inicio del larguísimo viaje a los Estados Unidos.

En cuando salieron de El Palomar, como dijimos, notaron que dos motores (el 3 y el 4) hacían ruidos extraños, pero decidieron seguir. Aquel avión, a diferencia del “hermano”, no tenía sistema de presurización y eso lo obligaba a volar por debajo de los 3.500 metros.

El 3 de noviembre había tormenta en el Caribe, área por que debían volar las naves. Todo contacto con el T-48 se perdió y nació uno de los misterios más grandes del mundo de la aviación. Se ha dicho que el DC 4 cayó al mar, pero otras versiones siguen sosteniendo que se precipitó a tierra.

La Teja habló con José Campos, quien nos da los detalles esta nueva expedición que pretende ponerle punto final al enigma.

–¿Cuál es la razón de la nueva expedición?

–El detonante son dos informaciones de distintas personas que coinciden en una zona precisa. No es común que una misma información se repita y coincida en puntos, la ubicación que nos dan era un punto pendiente de revisar.

–¿Se puede saber para dónde van exactamente?

–Vamos a la parte más alta de la Fila de Matama, que está a 2400 metros (sobre el nivel del mar), que coincide con la elevación que traía al avión.

–¿En algún momento habían caminado por la Fila de Matama?

–Hemos caminado mil veces, pero es que ese sitio es monstruoso, le hemos dado como los machos por los cuatro puntos cardinales, hemos entrado por Limón, por Turrialba y por Buenos Aires de Puntarenas.

–¿Y por qué podría ser diferente ahora?

–Tenemos puntos distintos, hemos pasado por ahí, el problema que tenemos en lo psicológico es decirle no a la información. Esta podría ser la que nos lleve al avión.

–¿Los buscadores son reincidentes o van nuevos?

–Las seis personas que vamos ya hemos ido, ya saben, o sabemos, a lo que vamos.

–¿Aparece gente nueva que quiere ir?

–Sí, claro, mucha gente, pero no podemos ir a jugarnos el chance. Los que vamos sabemos las limitaciones y el esfuerzo y el cansancio. Como anécdota_ el periodista de La Nación de Argentina Luis Moreiro nos acompañó a una de las búsquedas y a los cuarenta y cinco minutos me miró y me dijo que se iba a devolver. Me decía ‘comandante, me voy a ir; comandante, me voy a morir’.

–¿Qué comen en esos días?

–La dieta es la misma los siete días, en el desayuno avena, granola, dulce en polvo, leche en polvo y café; en el almuerzo, frutas secas, chocolate, carne y bananos deshidratados. La mejor comida es la cena: salsa de tomate, macarrones, camarones deshidrados, té frío, arroz con cebolla y chile y sopas instantáneas.

–¿En esa selva encuentran más comida?

–Muchas veces encontramos qué comer, plantaciones viejas de bananos, plátanos, guayabas, naranjas. Es una belleza encontrar eso, hay zonas donde ni indígenas han vivido y encontramos papa, palmito, malangas, ñames.

–¿Cuántas horas caminan al día?

–Caminamos diez horas diarias, a las cuatro de la tarde paramos para buscar un lugar plano, cerca de un río, arroyo o naciente, para colocar el campamento. Hay que limpiar, ver que no tengamos árboles en mal estado cerca y colocar las hamacas, en eso duramos como una hora.

–¿Qué llevan en el bulto?

Cada uno lleva su equipo personal, ropa, ollas, comida para siete días, agua aunque en estas zonas tenemos buenas nacientes de agua, la hamaca, y todo lo necesario. Pesa unas sesenta libras.

–Cuánto duran para llegar al punto donde se van a concentrar?

–Dos días, la marcha es relativamente lenta, el primer día el sol es incansable y están las peores cuestas.

–¿Llevan equipo de primeros auxilios por aquello de una serpiente?

–Llevamos un botiquín, no es tan común ver tantas serpientes, si aparece una se agarra y se aparta. La gente que va tiene experiencia, no se sienta sin revisar y siempre el campamento se limpia muy bien. No va uno caminando y pensando en las culebras. Llevamos lo necesario para atender alergias, dolores, heridas y fracturas.

–¿Se topan con los indígenas, comparten con ellos?

Normalmente no, a veces los topamos solo en el sendero entrando y saliendo. No los vemos y si nos oyen, se meten en la montaña. No hemos tenido ningún problema con ellos, el noventa por ciento de las veces no los vemos en la zona donde vamos. Ahora viven más afuera, donde están la escuela y el ebais, ya no viven tan lejos sino más cerca de salir a Turrialba, Limón y Buenos Aires.

–¿Esta vez llevan algún apoyo adicional?

Sí, vamos a recibir apoyo de la agencia espacial Suiza en la búsqueda. Esto se da gracias al constante apoyo de los familiares de los cadetes, el tema con el TC-48 es que no hay otro avión con tantas personas desaparecidas. También le hemos pedido a Wilfredo que nos ayude, que nos oriente para encontrar el avión, queremos dar paz a esas familias. Ese ha sido siempre el fin.

–¿Qué les dicen los familiares de los cadetes?

–Ellos están superpendientes, tienen una página en Facebook, nos dicen que nos están ayudando con sus oraciones y esta vez nos están financiando el dinero para comprar la comida. Ellos siempre son muy colaboradores pese a todo y con la crisis de Argentina.

–¿Cuántos días durán en recuperarse después de semejante caminada?

–Ya el lunes, después de la gira, la mayoría tiene que ir a trabajar. Ya sabemos a lo que vamos, cuánto va a doler, además pasa uno de tres o cinco noches que se duerme doce horas seguidas.

–¿Bajan de peso con esa caminada?

–Sí, claro, se pueden perder entre ocho y diez kilos en esos días.

–¿Qué es lo que más les preocupa de no encontrar el avión?

–Lo más triste es pensar que poco a poco, los que hemos buscado siempre, vamos dejando este mundo, ya se nos fue Wilfredo, y no sabemos si en un futuro habrá nuevas generaciones interesadas en buscar.

Silvia Coto

Silvia Coto

Periodista de sucesos y judiciales. Bachiller en Ciencias de la Comunicación Colectiva con énfasis en Periodismo. Labora en Grupo Nación desde el 2010.

En beneficio de la transparencia y para evitar distorsiones del debate público por medios informáticos o aprovechando el anonimato, la sección de comentarios está reservada para nuestros suscriptores para comentar sobre el contenido de los artículos, no sobre los autores. El nombre completo y número de cédula del suscriptor aparecerá automáticamente con el comentario.