Cuando el oficial de la Unidad Canina Gino Solórzano escuchó que ya no podría trabajar más con su querido perro Jack sintió que el mundo se le venía encima.
Durante dos años y medio trabajaron juntos a diario, y además de hacer un gran equipo se volvieron amigos inseparables.
“El vínculo que uno crea con el perro es muy fuerte, uno se gana el cariño y la confianza de él con chineos, al bañarlo, al cepillarlo, al darle de comer, al sacarlo a caminar, al acariciarlo y ellos responden a todo eso con cariño también.
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“Cuando en la Unidad Canina del Ministerio de Seguridad Pública decidieron pensionarlo por la edad que tenía, me llamaron un día que yo estaba de vacaciones. Cuando me dijeron que ya no iba a trabajar más con Jack solté el llanto y pedí que por favor no me lo quitaran”, relató el oficial.
Solórzano sabía que el can merecía descansar después de haber entregado seis años de su vida a la búsqueda de drogas, pero le dolía mucho el separarse de su compañero, por lo que decidió adoptarlo.
“El proceso de adopción fue lento, él dejó de trabajar en el 2015 y fue hasta hace un mes que me lo dieron y me lo llevé para mi casa, en San Ramón. Jack llevó un proceso para desacostumbrarse a estar trabajando; desde el 2015 estuvo en la unidad, pero ya no lo llevábamos a operativos, le dábamos de comer, lo bañábamos, lo cepillábamos, le dábamos atención veterinaria, pero no trabajaba.
“Cuando ya todo estaba listo para que yo me lo trajera para la casa la Asociación Valientes por Siempre empezó a involucrarlo con personas que él no conocía para que se acostumbrara a ver personas nuevas. Lo sacaban a pasear, a jugar y él se adaptó muy bien a esa nueva vida”, explicó.
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Aunque Jack siempre ha sido muy activo y trabajador, ahora lleva su vida relajado y está más chineado que nunca.
“Yo tengo un horario de seis por seis, es decir, trabajo seis días seguidos y luego tengo seis días libres. Cuando tengo que trabajar me duele mucho separarme se Jack; esos días se queda en la casa de mi hermano para que no esté solito y ya cuando salgo libre voy a recogerlo, apenas oye el carro, se pone todo contento y empieza a ladrar”, contó entre risas el uniformado.
“Cuando estoy en la casa anda detrás mío todo el día y quiere que le esté haciendo cariño. Se me acerca a las piernas y me pone la cabeza en la mano para que lo toque”, añadió.
Muchas anécdotas
Gino dice que recuerda muchas anécdotas del tiempo que trabajó junto a su inseparable amigo.
“Viajábamos por todo lado, nos mandaban al aeropuerto de Liberia, a la frontera con Nicaragua y muchas giras por colegios, todo en busca de drogas. Recuerdo una vez que andábamos por Katira de Guatuso y estaba haciendo mucho, mucho calor y noté que Jack se puso mal por la temperatura y tuvimos que buscar un río para que se refrescara, como esta cerca río Celeste lo llevamos ahí.
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“Otra de las cosas que recuerdo es que una vez que estábamos en Liberia se hirió una pata tratando de salirse de la jaula en la que estaba durmiendo, por dicha no fue nada grave; él es escapista y siempre hace de todo para salirse de donde lo tengan”, aseguró.
Solórzano está feliz de tener en casa a su excompañero de trabajo y aprovecha al máximo el tiempo que pasa con él para chinearlo, a cambio el oficial recibe una amistad sincera e incondicional del can, que le ha demostrado muchas veces que estará con él en las buenas y en las malas.