Sucesos

Huellas en cinta hundieron a taxista por crimen de catequista

Una llamada anónima informó a la Policía sobre quién sería el responsable de una salvajada

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Las huellas de los dedos que dejó un asesino en una cinta gruesa permitieron que se hiciera justicia por la muerte de una joven catequista.

Rosaura Marcela Jiménez Picado, de 18 años, era una joven muy querida en su comunidad, en la urbanización Targueases, en Desamparados de Alajuela; era estudiante y se había ganado el corazón de muchos niños, porque era catequista en la iglesia de su barrio.

Rosaura Marcela Jiménez Picado de 18 años

La joven estudiaba de noche en el Colegio Nocturno de Alajuela porque cuidaba a su hermanita menor, pero el 18 de febrero del 2002 la joven estaba sola en la casa porque su hermana andaba en la escuela.

Cuando su madre llegó a la vivienda encontró todo sin seguro, la puerta y el portón, el televisor estaba encendido y el uniforme que se iba a poner estaba listo encima de la cama.

La angustiada mamá contó a la policía que cuando su hija iba a salir le dejaba un papelito con un recado para avisarle adónde iba, para que ella no se preocupara, pero ese día no había ningún mensaje.

En la casa no había nada revolcado que hiciera presumir que algo había pasado, todos querían pensar que había salido a hacer un mandado cerca y que al rato volvería.

La joven no tenía novio, tampoco problemas con nadie.

¿Dónde estaba Rosaura? era la pregunta que todos se hacían, parecía un misterio su paradero, las horas pasaban y la angustia se hacía más grande, ella era una jovencita de buenas costumbres y muy casera. Nadie la había visto, sus amigas no sabían nada de ella, los vecinos tampoco.

Sus familiares, desesperados, pusieron la denuncia en el Organismo de Investigación Judicial.

Las primeras sospechas eran que si alguien le había hecho daño, era conocido.

Dos días después de la desaparición, la Policía recibió una llamada en la que decían que tres peones que iban caminando por un cafetal, en Zetillal de Santa Bárbara de Heredia, observaron un bulto y al acercarse un poco vieron las piernas de una persona, por los dedos parecía una mujer.

Rosaura Marcela Jiménez Picado de 18 años

Los agentes del OIJ se encargaron del levantamiento del cadáver, recogieron varias evidencias y los investigadores, muy tristes, confirmaron que el cuerpo era de la misma muchacha que llevaban horas tratando de encontrar.

Uno de los oficiales que participó en el caso, de quien no podemos revelar su nombre por la naturaleza de su trabajo, contó que el cuerpo de Rosaura estaba muy empacado.

“Recuerdo que se pudo confirmar ese mismo día que se trataba de la misma muchacha, estaba metida en una bolsa celeste con tela, tenía otra bolsa y varios sacos y una sábana blanca, la bolsa fue sellada con cinta adhesiva, de la gruesa, una que es como dice uno color cartón, la usan para sellas cajas”, recordó.

Los forenses determinaron que la muchacha fue estrangulada con un cable conductor de electricidad, recibió heridas de cuchillo y fue golpeada con un mazo, pero en su cuerpo no había pistas que los llevara hasta el o los posibles asesinos.

Una esperanza

En los laboratorios forenses empezaron a revisar las evidencias encontradas, entre ellas la cinta adhesiva gruesa, color cartón, con la que envolvieron el cuerpo. En ella los investigadores encontraron las huellas de varios dedos, por lo que empezaron a compararlas con el registro de huellas que tienen en el archivo criminal, pero no coincidían con ninguna.

Rosaura Marcela Jiménez Picado de 18 años

Según los agentes, las huellas eran claves, pero necesitaban empezar a entrevistar a familiares, amigos, compañeros y vecinos para ver si los llevaban a alguna persona sospechosa.

“Se habló con muchas personas, pero la víctima era una muchacha de buenas costumbres, era difícil pensar quién quería hacerle un daño así, fue mucho lo que se hizo por el caso para tratar de determinar lo ocurrido, hasta que en una llamada anónima una mujer nos alertó de que el sospechoso era un vecino”, dijo el oficial.

Los agentes visitaron a los vecinos del barrio y hallaron al principal sospechoso en la casa de a la par de donde Rosaura.

Era un hombre de apellido Villalta, de 36 años, y que muchas veces se mostró afligido y que, incluso, según data en los medios de esa época, había preguntado en algunas ocasiones si ya había un responsables de aquella atrocidad.

A ese hombre los oficiales le pidieron tomar su huellas para compararlas con las encontradas en la cinta.

“Eran las mismas huellas, ya había un sospechoso, ahora necesitábamos algunos detalles para terminar de amarrar el caso”, recordó el agente.

Rosaura Marcela Jiménez Picado de 18 años

Villalta era un taxista que no era afín con la familia, era solamente un vecino. Cuatro meses después del crimen, los investigadores allanaron la casa de él y lo detuvieron.

Junto a Villalta capturaron a un joven de apellido Báez, que era primo de él, ya que lo ayudó a tirar el cuerpo en el cafetal.

El agente explicó que existen dos tipos de huellas, las latentes, que son las que no se ven a simple vista, como en este caso en la cinta adhesiva, y las impresas, que es cuando alguien se llena la mano, deja la huella, por ejemplo en una pared, y esa huella es muy visible.

“Las huellas deben tener 11 características iguales a las encontradas para que la persona sospechosa pueda ser detenida, esas características, por así decirlo, son las rayitas o figuritas en las yemas de los dedos”, explicó.

Como si esa prueba fuera poca, los investigadores también aplicaron luminol, que es un líquido que en la oscuridad permite detectar si hay sangre, y positivo no solo en la casa del vecino, sino en la ropa.

“Las huellas dactilares en la cinta adhesiva que cubría el cuerpo de la víctima cuando fue localizado y que coincidió con las del imputado en por lo menos 11 de sus características; el resultado positivo por el empleo de luminol en la casa del imputado que arrojó la presencia de sangre en cantidades apreciables, en el dormitorio del imputado bajo su cama, en una huella de arrastre en la sala y en una pared de la cocina; el decomiso en la vivienda del acusado de papel toalla de similares características al que se encontró en el cuerpo de la ofendida”, dice parte de la sentencia, en la que se reclamó también la violencia con que fue atacada la muchachita.

Añade: “y de extensiones eléctricas blancas con las terminales desgastadas, similares a las que se utilizaron para estrangular a la joven Jiménez Picado y que luego la esposa del imputado reconoció fotográficamente como las que tenían en su casa y el hallazgo de una sábana similar a otra que se utilizó para envolver el cuerpo, cuyas fibras y colores se determinó técnicamente que mantenían un mismo origen, aunado a la información confidencial que recibió la policía judicial señalando al imputado y a su primo Roger Báez Jiménez como los autores del crimen cometido contra Rosaura Marcela Jiménez Picado”.

Villalta fue condenado a 30 años de cárcel por homicidio calificado en julio del 2003 y su primo a dos años de cárcel, sin embargo, él tuvo que afrontar otro proceso porque su abogado fue suspendido del Colegio de Abogados.

Villalta también fue condenado a pagar una indemnización a la familia de la joven, él apeló la sentencia, sin embargo, la respuesta de la Sala siempre fue que la pena estaba bien fundamentada por la sentencia.

“Los recursos con los que cuenta ahora el OIJ son muy valiosos para la resolución de los casos, ojalá uno pudiera resolver todos, que las familias pueden tener justicia”, manifestó el oficial.

El Ministerio de Justicia confirmó que Villalta todavía se encuentra descontando la pena.

Rosaura Marcela Jiménez Picado de 18 años

Doña Maruja Vargas, vecina de Desamparados de Alajuela, conoció la tragedia que se vivió en su comunidad.

“La verdad es que cuando uno pasa por ahí se recuerda de ella, y piensa en la mamá y en la familia, ellas se fueron de aquí, jamás alguien puede vivir con un dolor así tan cerca, fue una tragedia, la mataron solo por hacer el daño, ellas son personas buenas y nobles, la muchacha la veía uno en la iglesia, siempre con muchachitos buenos de la comunidad, es un recuerdo doloroso”, dijo Vargas.

La Teja intentó conversar con la familia de Rosaura, pero fue imposible ubicar a su mamá en los teléfonos que registra.

Silvia Coto

Silvia Coto

Periodista de sucesos y judiciales. Bachiller en Ciencias de la Comunicación Colectiva con énfasis en Periodismo. Labora en Grupo Nación desde el 2010.

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