23 muertos, 55 personas atendidas, 42.800 botellas decomisadas, 9 marcas de guaro adulteradas con metanol: Chonete, Cuerazo, Timbuka, Molotov, Barón Rojo, Gran Apache, Montano, Estrella Roja y Sachetto.
Y las dolorosas cifras pueden seguir aumentando.
Esta es una tragedia, y La Teja ha tratado el tema como tal, y ha hecho un gran esfuerzo por alertar a otras posibles víctimas.
Sin embargo, aparte de los esfuerzos de las autoridades de salud, sinceramente no siento las alarmas encendidas al tope en otras policías, como la Fuerza Pública y el OIJ.
Me cuesta entender cómo con 32 pacientes que se salvaron en los hospitales, o sea, 32 testigos, no le hayan llegado a la cadena de compras hasta el origen del guaro envenenado para agarrar a los responsables.
¿Cómo habría sido la reacción de las autoridades si la lista de fallecidos no fuera de indigentes o personas de zonas humildes? Con solo que las víctimas intoxicadas, sin llegar a muertes, hubieran sido de niveles económicos más altos, hasta la Interpol estuviera metida de lleno en la investigación.
El número de víctimas asesinadas por estas bandas inescrupulosos que adulteran el licor supera los fallecidos en el incendio del Calderón Guardia (12 de julio del 2005, 19 muertos), o las víctimas del avión de Nature Air (1 de enero 2018, 12 fallecidos), solamente por citar dos casos.
En estas muertes por metanol hay mano criminal y la sensación que hay es como si no estuviera pasando nada. ¿Y si el licor envenenado con metanol fuera una marca de whisky cariñosa? Sin lugar a dudas otro gallo cantaría.