Jonathan González Carvajal, de 32 años, era un joven papá pulseador, no andaba en malos pasos, tampoco tenía expediente judicial.
Mientras se ganaba el dinero honradamente, cayó en manos de unos delincuentes quienes lo atacaron a balazos.
El mortal ataque ocurrió en Quircot, Cartago, la noche del miércoles anterior, cuando lo engañaron a él y a otros conocidos con la compra de un carro que nunca ocurrió.
Lo único que querían era robarles ¢2 millones que llevaban en efectivo.
Luis Arturo González, papá de Jonathan, le dijo a La Teja que su hijo soñaba con tener un local para un taller mecánico en Nuevo Arenal de Tilarán, de donde era vecino.
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En abril anterior rifó una moto y con el dinero planeaba iniciar con su proyecto, lo cual beneficiaría especialmente a su familia, pues era papá de dos niños.
Los sueños de superación fueron destruidos y dos inocentes quedaron huérfanos.
“Un hijo me llamó y me dio la noticia, para mí fue muy duro, jamás me iba a esperar una noticia de estas, él no andaba en malos pasos, era un muchacho bueno, trabajador, él era mecánico y le habían dicho que fuera a ver un carro que iban a comprar, pero al final de cuentas nunca existió ese vehículo”, dijo don Luis Arturo.
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A este papá le duele no haberse enterado antes sobre la compra que querían hacer, porque le habría dicho a su hijo que no fuera tan tarde a hacer un negocio como tal.
“Uno está lejos y no se da cuenta, cuando me enteré fue cuando ya nos lo habían matado”, manifestó este padre.
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Don Luis menciona que el último recuerdo que les quedó fue para la celebración de un cumpleaños donde compartieron con él.
“La última vez que lo vi fue el 23 de abril, cuando celebramos los 90 años de mi mamá. Él me visitaba mucho, era un hijo excelente”, dijo este padre.
“En la comunidad todo el mundo lo quería, no tenía vicios, lo único que le encantaba era andar en moto, nos quitaron a una buena persona”, concluyó.
Jonathan solo fue al lugar porque, como mecánico, iba a revisar el carro que unos conocidos pretendían comprar, los delincuentes sabían que llevaban dinero en efectivo. Los atacaron sin piedad alguna.