Sucesos

Montaña devolvió cuerpos hasta 19 años después de un accidente aéreo

Un cazador encontró las partes de la aeronave, los restos de las víctimas y varias pertenencias que identificaban a trabajadores del CNP

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Un accidente aéreo se convirtió en una pesadilla para cuatro familias ticas, que llegaron a pensar que nunca lograrían saber qué ocurrió con sus seres queridos; sin embargo, 19 años después de la tragedia lograron recuperar los cuerpos y acabar con la incertidumbre que los acompañó por tanto tiempo.

El accidente del millonario Rainer Schaller y su familia, el viernes 22 de octubre, a 28 kilómetros del aeropuerto de Limón, reabrió esas heridas. El cuerpo de Schaller y de su hijo Aaron, de 6 años, fueron encontrados, pero la búsqueda se suspendió a los 11 días, sin encontrar mayores restos del jet.

Tampoco aparecieron los cuerpos de la esposa del empresario, Christiane Schikorsky, de 44 años; su hija Finja Sghikorsky, de 5 años; el entrenador Marcus Kurreck, de 40, ni el del piloto Lips, de 66 años. Las causas de la tragedia están en investigación, ellos venían de vacaciones al Caribe costarricense.

Para don German Ortiz y su esposa, Norma Richmond, el accidente en Limón y muchos otros les traen el recuerdo de que su papá, Germán Ortiz García, de 48 años, iba en la avioneta TI-312 accidentada.

Ortiz era ingeniero y jefe del departamento de compras del Consejo Nacional de Producción (CNP) y el 20 de abril de 1966 salió en una avioneta propiedad de Daniel Calvo, junto a Fernando Cortés Noriego, subjefe del departamento administrativo del CNP, y Roque Chaves Espinoza, que era el maestro de obras.

La avioneta había sido alquilada por el CNP y la piloteaba Rafael Brenes Mata, con quien ya habían viajado varias veces.

La misión de aquellos hombres era llegar a Puerto Viejo de Limón, donde se instalaría una secadora de arroz, por lo que salieron de La Sabana, que era donde estaba el aeropuerto en aquella época.

La avioneta despegó a las 9 de la mañana. Había mal tiempo, tenían que pasar por una finca primero, pero pocas horas después no se sabía nada de ellos, no llegaron al destino ni pasaron por la finca, por lo que se dio la alerta.

Al no tener noticias de la aeronave y sus ocupantes, al día siguiente, el CNP dio permiso a los trabajadores de no ir a laborar para que ayudaran con la búsqueda de la avioneta y, además, ofrecieron una recompensa de ¢5.000 a la persona que los llevara hasta donde estaban. Los compañeros de los tres hombres estaban muy afligidos por la noticia.

Hasta el presidente de la época, Francisco Orlich, dio la orden para que se usaran todos los recursos necesarios en la búsqueda, aunque era incierto por dónde hacerlo, pues no había sospechas del lugar en que había caído la avioneta.

Las patrullas se movían entre Turrialba y Limón, pues era la trayectoria de la nave. Don German, hijo de Ortiz, encabezaba una de las patrullas, él tenía 19 años y recordó que más de ocho avionetas y helicópteros colaboraron en aquella búsqueda.

“Hasta dos aeronaves de los Estados Unidos ayudaron, una semana después no se sabía nada, solamente una versión de que una persona vio pasar una avioneta cerca del cerro Chirripó, rozando los árboles”, dijo.

Un grupo de valientes, llamado Movimiento Costa Rica Libre de Puerto Viejo, se organizó para ayudar a buscar, porque ellos eran expertos en caminar por esa zona. También las lanchas que patrullaban las costas del Atlántico recibieron instrucciones de mantenerse alertas, por la posibilidad que hubieran caído al mar y salieran a flote.

Para don German, lo más doloroso era pensar si estaban vivos, heridos, en la montaña... Él buscó por muchas semanas junto a varios lugareños e indígenas.

Unas 18 aeronaves desaparecieron en esa ruta hasta ese año. Ese era un conteo que llevaba el dueño de la TI-312, y por eso le decían a esa zona el “Triángulo de las Bermudas”, y hasta los pilotos sabían que era peligroso pasar por allí.

El hijo nos contó que cuando su papá desapareció, su madre tenía tres meses de embarazo. Para ese momento, ya eran seis hermanos.

“Cada vez que tocaban la puerta de la casa, nosotros corríamos para ver si era papá que regresaba sano y salvo. Así fue por mucho tiempo, nosotros sabíamos que si papá había sobrevivido, él iba a saber qué comer en la montaña para mantenerse con vida”, dijo.

Este hijo recuerda que fue muy duro para las familias tanta incertidumbre.

“Era difícil vivir con la duda, cuando la avioneta se perdió yo me casaba a los ocho días y tuvimos que suspender la boda. Duré meses allá en el Chirripó”, dijo Germán.

Su esposa, doña Norma, recuerda que ella le mandaba a su prometido tapas de dulce para que pudiera con eso pagarle a los indígenas que durante tanto tiempo le ayudaron a caminar entre la montaña.

“Mi esposo no quería volver porque nunca perdió las esperanzas de encontrar a su papá”, dijo doña Norma.

Gracias a cazador

La historia del TI-312 tomó un giro inesperado 19 años después. El 5 de setiembre de 1985, cuando el cazador Johnny Molina le daba persecución a un venado entre las montañas, se fue a un hueco y se tropezó con el fuselaje de una avioneta blanca con letras moradas. Él sabía que la aeronave estaba desaparecida y que por mucho tiempo trataron de localizarla.

Molina, al ver aquello, según se lee en los periódicos de la época, sintió una gran emoción y salió de esa montaña como si le “saliera humo de las botas”, pues quería avisar lo que había encontrado. Él dio a conocer a los oficiales de la Guardia de Asistencia Rural en Limón el hallazgo y hasta llevó un pedazo del fuselaje para que no existieran dudas de su relato.

Las oraciones de las familias, sobre todo de las de don German, estaban recibiendo una respuesta y de inmediato se montó un operativo con ayuda hasta de helicópteros norteamericanos. Pero, al igual que cuando se dio el accidente, el clima complicó todo y durante tres días las patrullas no lograron llegar hasta el sitio.

Los rescatistas hicieron un trillo en Moravia de Chirripó y no podían creer que muchas veces habían pasado a metros del sitio del hallazgo y no lograron encontrar la avioneta.

La TI-312 estaba destrozada, solo se veía la cola con el número de matrícula, pues estaba hundida como un metro en un zanjón.

Los hombres no solo sabían que esa era la aeronave, sino que las pertenencias encontradas dentro lo confirmaron. Dos anillos, una billetera, cuchillas, zapatos, un carnet del seguro, una maleta y un reloj fueron reconocidos por los familias de las víctimas que llegaron al sitio tras conocer la noticia.

“Las botas de don German estaban intactas con todo y las medias. Los huesitos de los pies estaban dentro, también en su billetera apareció un billete de ¢100 y en el hueso de uno de los dedos tenía el anillo que le dieron cuando se graduó de ingeniero”, dijo la nuera.

Las autoridades duraron una semana para concluir las labores de rescate y determinaron que el mal clima de aquel 20 de abril provocó que la avioneta se estrellará, pero antes el piloto trató de descender y rozó con los árboles, lo que sorprendió a los expertos es que la aeronave no explotara.

No hubo posiblidad de que alguno sobreviviera; las muertes fueron inmediatas.

Uno de los hijos de don German puso una cruz en esa montaña para honrar la memoria de su padre y demás compañeros.

Los cuerpos fueron entregados poco más de un mes después de que los encontraron, pues las autoridades, con ayuda de expertos gringos, los identificaron y así sus parientes pudieron darles santa sepultura.

“Nos tocó esperar mucho para que nos dieran los restos. Hubo que batallar, pero fue un entierro muy alegre porque en medio de tanto dolor y lo sucedido, ya lo teníamos con nosotros”, concluyó el hijo que es vecino de Tres Ríos.

Los familiares de don German aún lo recuerdan y les duele mucho lo que le ocurrió, pero se sienten “afortunados” de haber recibido respuesta a lo que durante muchos años y días se preguntaron: ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba? La pareja aún conserva recortes de los periódicos de hace muchos años.

Don German era un hombre honesto, trabajador y muy inteligente.

Las víctimas

Silvia Coto

Silvia Coto

Periodista de sucesos y judiciales. Bachiller en Ciencias de la Comunicación Colectiva con énfasis en Periodismo. Labora en Grupo Nación desde el 2010.

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