Policía vivió tres hechos misterios el día que en casi pierde la vida

Chaleco y cinturón lo salvaron de aparatoso vuelco

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Javier Francisco González Villalobos, policía de la Fuerza Pública, vivió una serie de situaciones misteriosas antes, durante y después de que sufriera un aparatoso accidente de tránsito que por poco le cuesta la vida.

Todos ocurrieron el viernes 29 de mayo de este año cuando, antes de salir de su casa, en San Luis de Heredia, su mamá, doña Victoria Villalobos, de 96 años, le dijo que tenía miedo de que le dispararan en su trabajo.

Él la tranquilizó y le dijo que su profesión tenía riesgos, pero que eso no pasaría.

González se fue para su trabajo, en la delegación policial de Tibás, pero le tocó ir a Tarrazú por una diligencia de trabajo.

Él iba en el asiento del acompañante, en la patrulla junto a un policía de apellido Chavarría, y admirando el hermoso paisaje de la zona.

A las 3 p. m. recordó que su mamá estaba rezando el rosario, como diariamente lo hace, y a las 3:25 p. m. ocurrió el accidente.

La patrulla se fue en un guindo en el cerro de la Muerte, sobre el kilómetro 34 de la carretera Interamericana sur, en El Guarco de Cartago.

El carro volcó y pegó contra un árbol que impidió que siguiera cayendo. El radio de la patrulla se encendió solo y en una emisora en la que estaban rezando el rosario.

“En una patrulla es muy difícil que se ande escuchando el rosario, recuerdo que en la caída estaba consciente y cuando el vehículo se detuvo comencé a ver cómo estábamos y dónde quedamos, el radio se prendió y en ese momento dijeron: ’Por tu dolorosa pasión’, en ese momento pensé nuevamente en mamá y por lo menos una vez pude responder: ’ten misericordia de nosotros y del mundo entero’”, recordó el uniformado.

González cree mucho en Dios, pero reconoce que muchas veces ve a su mamá rezar el rosario y él se aleja a hacer otra cosa.

“Desde pequeño me criaron para ser católico, pero por el trabajo uno no tiene chance de ir a misa, pero siempre he creído en Dios y tengo bien claro que el ser humano fue creado para servir a los demás, por eso también soy policía”, comenta.

Volviendo al día del accidente, dice que cuando llegó la ayuda se percató de que tenía la pierna derecha doblada y uno de los rescatistas le dijo que se la necesitaba alinear y a partir de ese momento quedó inconsciente.

“Comprobé que existe el túnel blanco del que muchas personas hablan, uno siente que el espíritu de uno va caminando por ahí y tiene chance para arrepentirse, pedir perdón o perdonar, no hay dolor, pero uno sabe que está muerto. Luego reaccioné y el rescatista me dijo ’diay oficial, ¿ya regresó?‘, no podía creer lo que había experimentado”, recordó.

Vivo de milagro

El oficial dice que antes de que le llegaran a ayudar, él le dijo al su compañero que encendiera la sirena para que los encontraran y topó con la dicha de que una microbús de la Academia Policial viajaba por esa zona, por lo que los futuros polis no lo pensaron para tirarse al guindo a ayudar.

González quedó atrapado, pero por dicha no se fracturó las costillas.

“Me salvó el chaleco y el cinturón, porque los médicos dicen que me hubiese ahogado con la sangre, de hecho me inyectaron anticoagulantes por quince días, porque se me podía hacer una trombosis”, recordó.

El fémur de la pierna derecha se le quebró y le tuvieron que poner una platina desde la nalga hasta detrás de la rodilla.

A González le cuesta caminar, pero se esfuerza apoyado de un bastón. Espera que entre cuatro y cinco meses ya recupere la movilidad que tenía antes del bombazo.

También sufrió fuertes golpes en la cara, pero espera que las cicatrices desaparezcan con el tiempo.

“Estoy sumamente agradecido con todos los oficiales, la Cruz Roja, los Bomberos y el personal médico de los hospitales Max Peralta de Cartago, San Vicente de Paúl en Heredia y el del Trauma por toda la atención que me dieron, al igual con mis hijos y mi novia Shirley, porque durante un mes me cuidaron, ya que ni al servicio o bañarme podía ir solo”, mencionó.

Las causas del accidente se desconocen, pero González agradece que ninguno perdió la vida.

El chofer sufrió varios golpes, pero no estuvo internado.