Reo es el encargado de embellecer la cárcel y los puentes de Cañas, Bagaces y Liberia

Privado de libertad entra a bretear a las 6:30 de la mañana y ya montó un tallercito para ponerle bonito

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Rodrigo Jiménez Madrigal tiene 56 años y por un error que cometió está preso en la cárcel de Liberia, pero ahí adentro se topó con su gran pasión: el paisajimo.

Él aprendió a embellecer exteriores e interiores desde que tenía 20 años y ahora que está encerrado le dio un toque diferente al centro penitenciario, porque dice que el mantenerse ocupado hace más liviana la carga de estar recluido.

Jiménez aceptó hablar con La Teja sobre su experiencia en prisión, pero pidió que no se publicaran fotos de él.

“Dos meses después de que llegué aquí presenté un proyecto a la dirección de seguridad llamado Paisajismo CAI Liberia y me lo aprobaron. Mi oficio se basa en la modificación del paisaje utilizando color, movimiento y otros elementos para lograr el embellecimiento y siento que aquí en el CAI se ha logrado.

“Desde que uno entra, la sensación es de no entrar a un centro penitenciario, los jardines dan una percepción sensorial de un sitio muy agradable a la vista y a todos los sentidos en general”, expresó Jiménez.

Pero Jiménez no se limitó únicamente a la prisión liberiana, sino que le dio su toque especial a otros lugares.

“Esta idea se llevó al Vilma Curling Rivera (la cárcel de mujeres) y también a la Gerardo Rodríguez (cárcel del Virilla). Para trabajar en estos centros se gestionó mi traslado por un periodo como de treinta días. Siempre que salgo lo hago con las medidas mínimas de seguridad porque me he ganado la confianza y el respeto de las autoridades", agregó.

El recluso también ha colaborado con proyectos municipales y del MOPT, incluso, ahorita está poniendo su granito de arena, aplicando sus conocimientos en paisajismo para decorar los puentes de Bagaces, Cañas y Liberia.

Una terapia

Rodrigo dice que realizar lo que tanto le gusta lo hace saborear un poco de libertad y eso le da fuerza para seguir con su condena, de la cual no quiso dar detalles.

“Estar privado de libertad, sin importar el delito que se haya cometido, no es sencillo. Yo siento que mi persona es el reflejo de que ante oportunidades que se nos brinden, podemos responder con absoluta responsabilidad; lo que estoy viviendo representa una piedra en el camino que hay que brincarla o ladearla, pero hay que seguir adelante.

“Para llegar a una cárcel, la línea es tan delgada que cualquiera puede cruzarla, eso sí, aquí hay dos tipos de personas, aquellas que cometemos un error y somos conscientes de lo que hicimos y queremos mejorar, y los que tienen un tipo de mentalidad un poco criminal que, aunque estén privados de libertad, no cambian”, aseguró.

Los días laborales para el reo empiezan a las 6:30 de la mañana, se reúne con un grupo de compañeros de entre 12 y 15 integrantes, a los que les transmite sus conocimientos y les dice lo que deben hacer durante el día.

Ellos no solo trabajan en los jardines del CAI, también tiene un vivero en el que producen plantas para donar a otros centros y escuelas y para vender. Además, fabrican macetas que también ponen a la venta para ir generando ingresos que les permitan comprar más herramientas y ganar un poquito de plata.

“Yo uso una computadora para llevar el control de los materiales y los trabajos que hacemos y por lo general mi día laboral termina como a las 4 de la tarde”, contó Rodrigo.

Oportunidades para enfrentar la libertad

Él dice que el estar en prisión lo ha hecho ver la vida de otra manera y asegura que cuando salga no se olvidará de las personas que quedan encerradas.

“El sistema penitenciario nuestro aún tiene que mejorar muchísimo. La confianza que me han dado y el apoyo de mi familia, me han dan ánimo para seguir adelante y espero con ansias la oportunidad de salir para retomar mi vida, que no se ha perdido.

“La vida le presenta a uno muchas alternativas y eso hace que uno pueda emerger de un sitio como este, sin resentimientos, más bien con la idea de regresar después para ayudar a otros”, comentó.

“Aquí en Guanacaste hay gente muy pobre y esa es la que mayoritariamente llega aquí. Muchas veces cuando cumplen la pena y salen, regresan porque al no tener oportunidades laborales hacen cosas que no deben para comer, por eso mientras he estado aquí, he tratado de enseñar a mis compañeros a trabajar en jardines y a hacer artesanías, que les sirvan para defenderse en el futuro”, añadió.

Rodrigo dice que cada vez que trabaja se siente útil y un mejor ser humano y por eso lucha por sacar su proyecto adelante, pese a las limitaciones y señalamientos que muchas veces recibe.