Sucesos

Sobreviviente de choque con seis muertos: “Me gané la lotería cuando recibí la oportunidad de estar viva"

Kenia Trejos asegura que todos los días piensa en sus amigos fallecidos

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Kenia Trejos Rodríguez, maestra y directora de la Escuela Aguas Calientes de Pitier, en San Vito Coto Brus, sobrevivió junto a sus dos hijas a un accidente de tránsito en el que murieron seis personas y asegura sentirse afortunada de estar viva y de tener a sus chiquitas con ella.

El terrible choque ocurrió el 12 de diciembre del año pasado en Quepos. Perdieron la vida dos amigos de Kenia que viajaban con ella en el carrito que había comprado ocho días antes; se trataba de Eraida de los Ángeles Delgado Anchía, de 36 años y quien tenía siete meses de embarazo y Kenneth Calderón Hernández, de 24 años.

En el otro carro fallecieron tres jóvenes vecinos de la ciudadela León XIII, en Tibás, y La Peregrina, en La Uruca. Ellos eran Davis Rolando Cortés Venegas, de 22 años; Carlos Andréi Carballo Alfaro, de 26, y Jorge Antonio Zúñiga Chinchilla, de 20.

Para doña Kenia es muy difícil hablar del accidente, sin embargo, ella nos contó en su casa, en Río Claro de Golfito, cómo se ha enfrentado a la vida desde entonces.

–¿A qué se enfrentaron sus hijas y ustedes después del accidente?

–Yo me sentía muy golpeada pero después me dieron de alta, mi hija Daniela tuvo que ser operada de la cadera, que se le zafó, y mi otra hija sufrió daños en los dientes. Ha sido mucho el tiempo en recuperación, yo no sabía ni cómo yo caminaba y una semana después del accidente me tocó volver a manejar.

La vida nos cambió, pero también vi a mis hijas madurar demasiado, en este año tuve muchos problemas porque en la escuela donde trabajo estaban molestos por mis ausencias por citas mías y de mis hijas. A raíz de esto tuve que ser incapacitada por presión alta y llegué a un momento en que colapsé, yo me quería desaparecer, ya no podía más ya no daba más y me refirieron con Psiquiatría.

–¿Qué piensa ahora de lo ocurrido?

–Que me gané la lotería cuando recibí la oportunidad de estar viva y de que mis hijas estén conmigo. El dolor es eterno porque a mis amigos no los dejo de pensar, todos los días rezo el rosario, más cuando tengo que viajar y el día antes de ese viaje hice la novena de la Santísima Trinidad y estoy segura de que eso nos protegió. No ha sido fácil volver a empezar, pero estamos aprovechando la oportunidad y lo estamos haciendo juntas.

–¿Para dónde iban en el momento del accidente?

–Teníamos que ir al Ministerio de Educación Pública (MEP) en San José para realizar varios trámites personales. Íbamos en mi carro, yo manejaba, iban mis dos hijas, a la par mía de acompañante iba Eraida y atrás viajaba Kenneth. El viaje empezó a las tres de la mañana, yo había recogido a mis amigos en San Ramón y Lagarto de Río Claro. Era un viaje de ida y vuelta porque al día siguiente teníamos graduaciones y por ratos parábamos porque a Eraida le daban molestias por el embarazo.

–¿Qué fue lo qué pasó?

–Iba pasando el puente entre Portalón y Quepos, por ahí hay una vuelta como un desnivel en la carretera y un carro que venía no logró agarrarla e invadió el carril por donde veníamos nosotros, venían demasiado rápido y yo solo les dije 'Dios mío, agárrense, escuché un sonido que nunca había escuchado, como una bomba con un estruendo. No sé si perdí el conocimiento, pero cuando me di cuenta tenía la bolsa de aire en mi cara y en ese momento me quiso dar una ataque de pánico porque padezco presión alta.

-¿Cuál fue su reacción al ver lo sucedido?

En ese momento me percaté de lo ocurrido y escuché a Kenneth que me decía ‘maestrita, maestrita, ayúdeme’; él logró salir del carro, pero en lo que se trata de salir el pie no le responde, yo lo veo y tenía el pie quebrado. Yo le decía que me ayudara a abrir la puerta, pero me decía que no podía caminar, logré empujar la puerta, yo me sentí fatal y no me quería ni ver porque me sentía como si por dentro estuviera reventada. Necesitaba agarrar fuerzas para ver a mis hijas y a ellos, que eran mis hermanos (Kenneth y Eraida).

Cuando logré salir del carro me acerqué a Kenneth para darle apoyo moral. Yo no me podía agachar y lo masajeaba con mi pie para consolarlo, él me decía ‘maestrita, dígame que no voy a perder el pie ni el brazo’, me decía que no iba poder tocar guitarra otra vez, él era profesor de música.

–¿Y sus hijas?

-Mi hija Daniela no se podía arrastrar, ella se quejaba de dolor y gritaba. Ella no logra acordarse de eso, solo del carro venir hacia nosotros, ella me decía ‘mamita, ayúdeme’ y yo trataba de calmarla; mi otra hija, Keyra, venía dormida y se había pasado para la parte donde van las maletas la última vez que paramos. A ella se le quebraron los dientes y al verme sangrar mi brazo me preguntó qué era y yo le dije que aceite que habíamos tenido un accidente, la reacción de ella fue preguntarme por Eraida y el bebé.

–¿Qué había pasado con ellos?

Eraida estaba prensada de la pancita en el dash, nunca abrió los ojos. Hacía un sonido extraño, para mí era como diciendo el último adiós al bebé, yo le tocaba el pelo y le secaba el sudor. Yo le decía que luchara, pero ella estaba muy mal.

–¿Los ocupantes del otro carro le pidieron ayuda?

No, el carro cuando nos chocó dejó en el chasís pintados los números de la placa y voló por encima de nosotros y en eso se quemó. Cuando me asomé, el carro estaba en llamas y no se veía a nadie ni adentro y ni afuera, no se veía nada. La batería de ese carro estaba debajo del nuestro.

–Esa es una zona solitaria, ¿quién les ayudó?

Parece increíble pero las primeras personas que llegaron fue solo a tomar fotos. Yo les decía que tenía una embarazada y a mis hijas heridas y no nos ayudaron, claro tal vez por el miedo de ver el otro carro quemarse. Yo me sentía desesperada, llamé al 911 y aunque no sé cuánto tiempo pasó sentí que fue una eternidad. Después llegaron otras personas que nos ayudaron, yo les pedía que me ayudaran a sacar a mi hija Daniela del carro porque la puerta de no abría, un muchacho me ayudó y con un mazo la sacaron. Yo tenía miedo que el carro también explotara, en ese momento también llamé a mi familia y Kenneth me pedía que llamara al papá de él.

–¿Cuándo supo que sus amigos fallecieron?

A Eraida le hicieron maniobras y yo supe que todo estaba mal en ese momento, pero a todos nos llevaron a sala de shock en el Hospital de Quepos, ella murió ahí y unos días después falleció Kenneth. Para mí eso fue tan duro porque yo los quería y los quiero mucho. Eraida era la amiga y hermana que yo nunca tuve.

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