Sucesos

Tata resucitó por sus hijos

Portón de una tonelada aplastó a guarda que despertó súbitamente en la morgue

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La historia de Alberto Umaña Arias, de 52 años, es una de esas que cuesta creer y que le abre la puerta a lo desconocido.

Este guarda, oriundo de Sarapiquí de Heredia, falleció el lunes 28 de abril del 2003, a eso de las 9 p. m., en el hospital viejo de Alajuela, pero resucitó unas tres horas después, en la madrugada del 29 de abril, cuando se encontraba en la morgue de ese centro médico.

En este Día del Padre atribuye haberse devuelto del túnel para corregir los errores del pasado que lo llevaron a alejarse de sus tres hijos.

Admite que su orgullo y andar metido en su mundo contribuyeron a distanciarse de ellos al punto que ni siquiera se comunicaban.

Sin embargo, la experiencia de saberse muerto le dio una lección. Fue una señal para acercarse a sus dos varones y su muchacha e intentar arreglar la relación.

Sabe que del todo no ha sanado, pero asegura que siempre los lleva en su mente y oraciones.

Un portón metálico que pesaba una tonelada aplastó a Umaña, mientras cuidaba una finca en Río Itiquís de Carbonal de Alajuela, al ser las 5:55 p. m. de ese 28 de abril del 2003.

Tres horas después del accidente lo declararon muerto y pasada la medianoche resucitó mientras lo tenían desnudo y lo preparaban en la morgue del centro médico para que los forenses recogieran sus restos.

Las piernas de Umaña estaban desechas; eso le afectó la circulación de la sangre y le presionó los órganos.

"Recuerdo que ese día (23 de abril del 2003) había una tormenta con rayería. La electricidad se fue en la casa en la que trabajaba como guarda y la hija del dueño pretendía salir con el carro, por lo que comencé a mover el portón de manera manual, luego escuché un sonido raro y en eso el portón se me vino encima, me iba a caer sobre el pecho, entonces me corrí para atrás, pero siempre me cayó en la cadera y las piernas de izquierda a derecha.   

"Los demás compañeros intentaron ayudarme a salir, trataban de alzar el portón, hicieron varios intentos hasta que pude apoyarme con las manos y logré impulsarme y salir", indicó.

Como consecuencia del peso que soportó este valiente hombre la sangre no avanzó y se quedó atrapada en el estómago, lo que dañó el bazo y el intestino delgado. Además sufrió fracturas en la pelvis y la cadera. "Yo quedé prácticamente partido a la mitad y con un montón de órganos afuera", mencionó.   

El estómago de Umaña estaba inflamado pues al quedar prensado la sangre no avanzó y los órganos se empezaron a contraer. Debían sacarle todo lo que tenía adentro para salvarle la vida. 

"Recuerdo que como a las 8 p. m. de ese día estaba vomitando sangre y pedazos de piel. La enfermera le decía al doctor que se apurara porque 'me iba' (se moría). El doctor me dijo que debía firmarle un papel para autorizarlo para que me operara de emergencia porque estaba grave", expresó. 

Alberto recuerda que en media cirugía sentía mucho dolor en el pecho como si le hubiesen metido dos piezas metálicas y luego sintió una paz intensa. En eso falleció.

"En ese momento no sentí más dolor, iba caminando en un túnel con una luz que iluminaba el lugar y recuerdo que decía: 'Señor, ¿cómo es que camino si estoy desecho de la cintura para abajo?", reveló Umaña.

Este hombre iba llegando casi al final cuando escuchó una voz fuerte, pero tierna a la vez que le dio una orden.

"Me dijo: 'Alberto, devuélvase' e hice caso", expresó.

Al reaccionar, Umaña vio que una enfermera le estaba sacando una sonda de la nariz que le llegaba hasta el bajo vientre, por lo que le tocó el brazo, pero la muchacha salió corriendo de la sala.

"Yo estaba muerto, me tenían en la morgue. La enfermera estaba asustada, pero dio el aviso a los demás doctores y me subieron a salón", recordó el sobreviviente.

"A las 3 a. m. del día siguiente (29 de abril del 2003) escuché a dos doctores comentar que me habían declarado muerto y que más bien casi mato a la enfermera del susto", expresó. 

Umaña estuvo internado una semana, luego lo mandaron para el albergue del INS, donde lo mantuvieron diez días en rehabilitación y luego lo pusieron a caminar, donde aprendió de cero. 

Al sobreviviente le pusieron dos platinas en la pelvis, una de las zonas más afectadas debido al peso que soportó. Le tuvieron que colocar cuatro más para que el pie se sostenga. 

"Este pie (izquierdo) me quedó más corto que el derecho, no puedo hacer fuerza por la operación en la pelvis, además en la rodilla izquierda ando como cuatro tornillos. 

"Frecuentemente le digo a la gente que es mejor tratar uno con Dios y no él con uno, esto porque necesité un buen golpe para reaccionar y saber que la vida pasa y no puedo dejar pasar a las personas que son la familia de uno", concluyó.  

Alejandra Morales

Alejandra Morales

Bachillerato en Periodismo en la Universidad Internacional de las Américas y licenciada en Comunicación de Mercadeo en la UAM. Con experiencia en temas de sucesos y judiciales.

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