Un par de tenis blancos fueron claves para resolver un cruel asesinato de dos hombres en un lujoso condominio en Escazú.

El homicidio de Carlos Luis Salas Fernández, de 35 años, y Ezri Cambronero Ureña, de 21 años, provocó gran conmoción por el actuar de los asesinos.

Una funcionaria del Poder Judicial, quien fue parte del proceso, nos contó lo ocurrido en ese caso y cómo las investigaciones permitieron hacer justicia. Ella pidió no ser identificada por la naturaleza de su trabajo en la actualidad.

El 13 de agosto del 2010, Rolando Alfaro llamó a Carlos Luis Salas; la idea era hacer una reunión de amigos, pues Rolando les iba a presentar a su primo Álvaro Ávila.

Ellos decidieron reunirse la noche del Día de la Madre, en el condominio 19 de Cerro Alto, en Guachipelín de Escazú, donde vivía Carlos.

“Ezri y Carlos eran muy amigos, él por eso tenía como un permiso que Carlos le dio para que entrara al condominio por el portón de dueños y no por la entrada de visitas. Así quedó registrado en las cámaras de seguridad, cuando él llegó en un carro de color turquesa”, recordó la entrevistada.

La reunión parecía ser una pequeña fiesta común entre un grupo de amigos; los hombres disfrutaron del jacuzzi que había dentro de la casa y compartieron algunas bebidas.

“Álvaro y Rolando hicieron un plan para asesinar a Ezri y a Carlos, y así adueñarse de todos los objetos de valor que había en la casa”, detalló la funcionaria.

“Cuando ya tenían su confianza, decidieron ejecutar su plan de darles muerte en la vivienda”, acotó.

Con un solo puñal, con un mango de metal y resina de color beige, de 13 centímetros de largo, Carlos y Ezri fueron atacados. La autopsia reveló que a Carlos lo hirieron siete veces, cinco en el pecho, una en la cabeza, y la última en un costado.

Los hombres arrastraron los cuerpos de las víctimas hasta la cochera de la vivienda.

“En la casa, en la entrada que recibía a los invitados, había una alfombra, que era muy lujosa (costaba más de 3 millones). Bueno, pues el cuerpo de Carlos lo envolvieron en dicha alfombra”, recordó la judicial.

“Evidentemente, en la casa hubo un forcejeo, las víctimas trataron de defenderse y no solo había desorden, sino rastros de sangre que trataron de limpiar con un palo piso, pero no fue suficiente”, añadió la señora.

Uno de los sospechosos se puso unos costosos tenis blancos que eran de Carlos; además, entre los dos agarraron todas las cosas de valor del dueño de la vivienda, entre esto, unos zapatos Hugo Boss, una cámara, colonias, un iPhone, un play station y una computadora.

Asimismo, querían llevarse hasta Limón los carros de Carlos, un Audi y un Mercedes Benz. En el camino, en la madrugada, la intención era tirar los cuerpos en el Zurquí.

Los hombres subieron los objetos valiosos en el Mercedes, pero el carro era muy moderno y, por más que los asesinos trataron de encenderlo, no lo lograron, por lo que tuvieron que volver a bajar todos los objetos y subirlos en un Toyota que era de Ezri.

“Los dos se subieron al carro de Ezri, uno de ellos llevaba los tenis de una de las víctimas puestas, cuando iban para el puesto del guarda se les varó dos veces el auto, era como si todo estuviera en su contra, y las cámaras de seguridad alcanzaron a grabar ese momento, ellos incluso pidieron ayuda a los oficiales”, dijo la entrevistada.

Uno de los guardas se negó a ayudarlos a empujar el carro; sin embargo, lo tenían estorbando la salida y tras un segundo intento para que los ayudaran, el otro guarda aceptó.

“Antes de que salieran, el guarda les pidió que le abrieran la cajuela, pero ellos le aseguraron que no podían porque esta se trababa. El guarda dudó unos minutos, pero los dejó salir. De haber abierto la cajuela, donde iba todo lo que se llevaron, la detención hubiese sido inmediata y, por ende, se habría descubierto el crimen”, dijo la funcionaria.

Al día siguiente, en horas de la madrugada, el guarda que tenía a cargo la ronda observó el Mercedes de Carlos con las puertas abiertas, por lo que se acercó a la casa para llamar y ver que todo estuviera bien.

El oficial se cansó de tocar y, al no tener respuesta, corrió para alertar al administrador de que algo pasaba.

Este, al ver que no había respuesta de Carlos, decidió llamar a la mujer que se encargaba desde hacía varios años de la limpieza para que les ayudara.

La mujer llegó poco antes de las 6:00 de la mañana; se percató de que la alfombra no estaba, además, observó en una pared y en el llavín de la puerta rastros de sangre.

“Ella le dijo al administrador que la acompañara porque al ver los primeros indicios sintió mucho miedo. Ella sabía que su jefe era estricto con el orden y que, aunque hiciera alguna fiesta, todo siempre quedaba en completo orden. A primera vista la mujer notó que faltaban cosas”, dijo.

La señora de la limpieza y el administrador dieron con el cuerpo de Ezri en la cochera, por lo que de inmediato llamaron al 911 para pedir ayuda. El cuerpo de Carlos apareció minutos después.

Mientras que los sospechosos ya iban camino a Limón, en la casa, los agentes del OIJ trabajaban en atender la compleja escena.

En la vivienda había huellas de los zapatos robados a Carlos; además, según la entrevistada, se halló una huella de Rolando, que permitía ubicarlo en ese sitio.

La policía logró ver que hubo llamadas entre Rolando y Carlos.

Lo cierto es que desde aquel entonces los asesinos fueron apodados como los espadachines, y en la cárcel, donde cumplen con una pena de 50 años, aun los reos los reconocen así.

El carro de Ezri fue encontrado abandonado en Manzanillo, ya que días después del crimen, su familia había denunciado el robo de ese carro.

Tuvo que entregarse

El primero en ser detenido fue Álvaro en Pueblo Nuevo de Limón, mientras caminaba para no ser capturado. Resulta que andaba puestos los tenis blancos de Carlos.

Los agentes lo trasladaron en avioneta a San José, y lo llevaron hasta su casa, la cual fue allanada. Ahí encontraron perfumes, un bulto, un celular, un cuchillo que coincidía con el que había causado las heridas, además, de los zapatos Hugo Boss que tenían sangre de una de las víctimas.

El otro de los sospechosos, Rolando, se escondía en Hone Creek en Limón. Allí se adentró en las montañas de Talamanca, pero no andaba nada para poder sobrevivir. Entonces, los agentes lo persiguieron hasta con helicóptero, pero él decidió entregarse en la casa de un familiar en Westfalia, luego de que un allegado llamó para pedir a las autoridades que se presentaran.

“Hubo una persona que vio a Rolando enterrar las llaves del carro de Ezri y también su teléfono celular. Esa persona llamó al OIJ y dio aviso, pero tenía mucho miedo y no quería verse involucrado, por lo que desenterró las cosas y las dejó en una parada de buses. En ese lugar, el investigador del OIJ las recogió”, dijo la funcionaria.

Violenta muerte

A los dos acusados los apodaban los espadachines porque en algún momento se aseguró que los asesinaron usando espadas, pero la investigación permitió determinar que fueron asesinados con un puñal.

Ellos fueron sentenciados por los asesinatos a 50 años de prisión; Rolando fue asesinado en prisión el 18 de julio del 2017, cuando otro privado lo atacó en La Reforma. Él recibió una puñalada en el pecho que le quitó la vida.

“Fue un caso muy doloroso para las familias y requirió de la gran investigación por parte de los judiciales, pero afortunadamente, se logró hacer justicia para las dos víctimas”, dijo la entrevistada.