Desde que Omar Sánchez Soto aprendió a manejar carro y moto, a los 11 años, su familia ya sabía que el hombre no le iba a tener miedo a nada ni a nadie, ni siquiera cuando su vida está en juego.
Sánchez, apodado Malanga, tiene casi que toda la vida manejando tráiler y es conocido en el gremio como el “7 vidas” debido a que ha estado al borde de la muerte en muchas ocasiones y al mejor estilo de los gatos, siempre “cae parado” o en su caso, se levanta y sigue conduciendo su camión como si no pasara nada.
Son tantos los accidentes que ha tenido que ya hasta olvidó las fechas de cada uno de esos percances, de una vez advierte que no le pregunte cuándo porque ya hasta se acostumbró a vivir con el peligro.
En su cuerpo solo tiene algunas marcas que lo hacen recordar que está vivo de milagro y que puede contar las historias como anécdotas.
Malanga es vecino de Aguas Zarcas, tiene 56 años, es padre de cuatro hijos y asegura que los motores son su gran pasión por lo que ni le pasa por la cabeza dejar las carreteras.
Primer susto
El apodo de “7 vidas” se lo empezó a ganar hace unos 20 años, cuando el sancarleño conducía de Limón hacia San José. En aquel momento había una presa un poco extensa después del túnel Zurquí y una vez que los oficiales de tránsito liberaron el montón de carros, la caja del tráiler que manejaba se le quedó pegada en neutro, por lo que no podía maniobrar el cabezal.
“Yo solo escuchaba donde le iba dando a los rótulos porque no podía hacer nada, se reventó una manguera y me fui sobre el desagüe, la verdad fue un golpe bastante duro”, señaló el conductor, quien tiene casi 30 años de ser trailero.
A pesar del bombazo que se llevó, Malanga salió ileso, directo a contar el susto a su familia y amigos porque para él, en ese momento, eso era algo totalmente nuevo, fue su primera vez frente a frente con la pelona.
Leñazo con bus
Tiempo después, en Taras de Cartago, la muerte volvió a ser burlada por el sancarleño.
En esa ocasión un bus que venía de la zona Sur se le metió al carril por el que iba Sánchez, quien solo pudo quitarse el leñazo, pero su tráiler dio una vuelta bastante fuerte, haciendo que la carreta se le incrustara en la cabina, por suerte, todo el golpe se dio del lado del pasajero, que iba vacío. Una vez más, todo quedó en un mal rato y otra anécdota más pa’ contarle a sus compas.
Pierna prensada
Si hay algo de lo que pueden presumir la mayoría de transportistas es que se conocen el país de cabo a rabo, pero el récord de Malanga no es como para rajar, ya que suma un accidente por provincia.
El tercero de los percances, quizá, ha sido el más doloroso, sucedió en Cañas de Guanacaste. La fecha, una vez más, no la tiene clara.
A eso de las 4 de la madrugada, el conductor iba pasando por la arrocera en el cantón guanacasteco, pero tuvo que parar porque tuvo una falla mecánica. En ese momento solo Dios lo pudo salvar de morir aplastado, pues una microbús lo chocó por detrás y lo prensó con las llantas del cabezal.
“Me metí debajo de las llantas para arreglar el problema de pronto solo sentí un tremendo golpe. Fue una microbús del ICE que me dio por detrás y me dejó la pata prensada casi como por 20 minutos, yo solo escuchaba gritos de la gente preguntando dónde estaba el chofer del tráiler para que lo moviera y yo ahí metido, solo deseaba cortarme la pata”, recordó Malanga.
Cuando por fin se dieron cuenta que estaba debajo del chunchón, lograron moverlo para que Sánchez sacara su pierna. El señor salió, movió su tráiler para que pudieran auxiliar a las víctimas de la microbús y cuando se bajó quedó acostado, sin poder moverse.
“Quedé ahí, tenía un pie quebrado y los dedos del otro pie todos magullados, recuerdo que pedía agua, pero nadie me entendía y no me daban, fue un momento muy duro”, comentó Malanga.
El resultado de ese accidente fueron los dos pies quebrados, uno se lo enyesaron y el otro le pusieron una bota para que no se le infectara, debido a que tenía mucha sangre magullada.
“A la fecha no puedo brincar y si lo hago no me responden las piernas”, dijo.
A pesar de todo eso, a los tres meses ya estaba de vuelta en carretera.
“Uno es medio salvaje, lo que hacía era manejar con muletas”, aseguró.
Otros volconazos
San Ramón es otro de los lugares donde la pelona casi atrapa a Sánchez. En Bajo Los Rodríguez, siendo acompañante del conductor, se volcaron y todo lo que llevaban en la parte de atrás del camión se les fue a la cabina, incluso, una gata de 20 toneladas estuvo a punto de darle por la cabeza.
“La gata me pasó a un lado, yo solo la veía donde andaba y me desesperaba todo porque es algo muy pesado, yo digo que si me logra a tocar, me arranca la cabeza”, señaló.
Con todo y volconazo, nuevamente salió ileso, pero ese es el accidente que más lo ha asustado.
"En ese accidente sentí que hasta ahí llegaba, son segundos, pero le pasa toda la vida por la cabeza ", aseguró.
En Puerto Viejo de Sarapiquí le ocurrió algo similar, y el cabezal quedó totalmente al revés. De eso, su cuerpo tiene como consecuencia una “goma” en un dedo de la mano derecha.
Un cuerazo
No todos los sustos que se ha pegado han sido en carretera. Hace seis años, mientras esperaba a que pasara un aguacero, un rayo le dio durísimo por todo el cuerpo.
“Estaba en un galerón y el hierro jaló la corriente, yo solo sentí un cuerazo, fue algo duro, bravo, solo pegué un brinco, fue una sensación horrible”, comentó.
Como tiene más vidas que un gato, cuenta la historia como un capítulo más de su vida, sin pensar en qué hubiera pasado si el rayo le hubiera dado directamente a él.
¿El último?
Por ahora, el último de los accidentes que ha sufrido “7 vidas” pasó en El Roble de Puntarenas, cuando se resbaló poniendo un manteado sobre un camión que llevaba cáscara de arroz.
Fueron como tres metros y la gente que me vio dice que di como tres vueltas en el aire, pero caí en el pie izquierdo y me lo desbaraté. Fui al INS, pero como no tenía parte del tráfico ni la Cruz Roja me dijeron que eso no calificaba como accidente y como el camión estaba detenido no me atendieron”, aseguró.
Cualquiera diría que ese fue de los golpes menos fuertes que ha recibido; sin embargo, es el que más lo ha puesto a sufrir.
“Quedé muy afectado, se me ponía el pie muy morado y me ha costado bastante caminar con normalidad, todavía tengo dolor”, señaló.
Milagro de vida
Malanga sabe que el hecho de estar vivo después de tanto bombazo es todo un milagro, en ocasiones se pone a reflexionar de lo bien vigilado que lo tiene su ángel de la guarda.
"Solo Dios sabe por todo lo que uno ha pasado, he visto accidentes muy feos, pero por dicha a mí no me ha pasado nada que no pueda contar", dijo.
Esa fe en Dios y la pasión por los motores hace que no le pase ni por la mente retirarse de su profesión.
"He tratado de hacerlo en otras ocasiones, pero no se puede, el tráiler es como un vicio, es como una droga. Yo manejé bus un tiempo, pero me picaban los pies por regresar. Los que manejamos tráiler conocemos lugares bellísimos, siempre es algo diferente y eso es lo que más nos gusta", añadió.