La primera vez que el monje benedictino Elkin Ramiro Vélez llegó a La Catedral, las malas energías se le manifestaron en escalofríos.
Y no es para menos ya que en ese lugar estuvo recluido el famoso narcotraficante colombiano Pablo Escobar, quien prácticamente controlaba el lugar, incluso, cometiendo crímenes dentro de la prisión. Además, desde ese recinto, en donde vivía con grandes lujos, controlaba su organización.
Actualmente La Catedral está en manos de la comunidad Benedictina Fraternidad Monástica Santa Gertrudis, liderada en ese lugar por Elkin. Ahí, además, se estableció un hogar de ancianos
El religioso recuerda, con algo de angustia, la noche en que subía para su casa y sintió una mano en el hombro, como si quisieran impedir que continuara su camino.
“Cuando llegué a la casa me vi los pantalones mojados, ¡me oriné del miedo!”, recordó el religioso con algo de incertidumbre y respeto en sus palabras.
LEA MÁS: Los fantasmas son los nuevos reos en la cárcel de Pablo Escobar
Por alguna razón, que ni siquiera él mismo comprende con exactitud, pero de la que agradece a Dios, desde niño tuvo la capacidad de predecir cosas y ver en los ojos de las personas sus necesidades y penas.
“Cuando estaba en la escuela tuve muchos problemas porque le decía a una profesora que cuidado le pasaba algo y se caía. A un compañero del colegio le dije que yo lo veía como raro, como si se fuera a morir, y se murió”, contó el monje.
Monseñor Elkin estuvo en Panamá y luego en Chocó, Colombia, en ese último lugar dice haber aprendido muchas cosas buenas, pero también malas.
Antes los criminales se acercaban al lugar buscando al Patrón del mal, ahora cada jueves hay una gran afluencia de personas que llegan aguardando la ayuda del misterioso monje.
Para él, todo su trabajo y acompañamiento se hace bajo la mirada de Dios, no bajo los deseos del líder de un cartel narco.
“¿Quién dijo que la iglesia de Dios tiene fronteras, barreras o jurisdicciones?
“Quienes en Dios creemos nos sometemos a la universalidad que tiene esa opción de vida, sin limitarnos por fronteras del pensamiento humano. La energía que emana del creer no distingue entre Jesucristo o Buda, entre romanos o anglicanos. Somos solo extensión de la sana conciencia que cree y vive por esa creencia”, aseguró monseñor Vélez García, abad primado de la Diócesis de la Nueva Granada.
Solo hay tres y uno está en La Catedral
En La Catedral está el santuario a la advocación de la Virgen María, la que desata los nudos.
En el mundo solo hay tres templos dedicados a esta advocación, uno en la iglesia de Sankt Peter am Perlach, en la ciudad de Augsburgo, Alemania; otro en la iglesia San José del Talar, en Buenos Aires, Argentina; y el que se construyó en un terreno de lo que fue la cárcel de Pablo Escobar.
“La misma Iglesia católica nos ha dado muy duro, porque dicen que son santuarios que uno se inventa o lugares que no son establecidos por ciertas normas”, comentó monseñor Vélez, defendiendo su trabajo y la presencia de Dios en todas las cosas.
Justo en ese santuario, cuando se disponían a cerrar las puertas, los encargados del hogar de ancianos encontraron a un abuelo sentado con un papel en la mano, donde estaba escrito su nombre completo, su número de cédula y la medicina psiquiátrica que tomaba. Las personas que lo abandonaron nunca volvieron por el viejito y han pasado dos años en los que él no recuerda quién es, pero tampoco tiene memoria de esa persona sin corazón que lo abandonó a su suerte luego de una visita a La Catedral.
Los abuelos ya se acostumbraron
En el hogar para ancianos de La Catedral viven 61 abuelos de bajos recursos, algunos abandonados por sus familias y otros que no encontraron otro sitio para afrontar su vejez.
Las habitaciones son cómodas, cada una con el nombre de algún santo y con vista al centro de lo que fue la cancha de la cárcel.
“Ahora las grandes ONG y fundaciones internacionales están muy enfocadas en los niños y la juventud por el problema de las drogas, la prostitución y todo eso, pero a los abuelos los dejaron en el olvido”, expresó monseñor, recordando que al mes se gastan hasta 1.300 pañales en los ancianos que allá viven.
El municipio de Envigado, donde se ubica La Catedral, subsidia algunos servicios y es de gran ayuda, pero la parte restante que hace falta cada mes llega como por providencia divina.
Los abuelos de La Catedral tampoco escapan a los misterios del sitio: algunos perdieron el oído, otros la vista y algunos (con mayores capacidades en sus sentidos) cuentan que en noches de luna llena, o cuando el calendario marca un viernes o martes 13, se oyen voces, gritos y hasta parece que jugaran fútbol junto a las habitaciones, a las que a veces les golpean las puertas con fuerza.
“El ser humano es un animal de costumbres. Nosotros ya aprendimos a vivir con eso”, dice el religioso, consciente de que el ajetreo de la vida ha sido más doloroso para algunos y que esas misteriosas manifestaciones no les pueden hacer daño.
En la tranquilidad del día
Cuando la noche se empieza a desvanecer y sobre las montañas aparecen los primeros rayos de luz, más de un abuelo ya está bañado y listo para el desayuno.
En uno de esos amaneceres de noviembre, una enfermera del hogar de ancianos contó que la noche anterior salió del baño y la manija del sanitario se bajó sola, cuando volteó, había una niña de unos 7 años parada justo a su lado. El miedo le produjo un hormigueo intenso en todo el cuerpo y los gritos no salieron, solo acertó salir corriendo a contarles a sus compañeras y hacer una oración que la protegiera de cualquier mal.
Será por la claridad del día que en las mañanas La Catedral se siente tranquila, cálida e incluso acogedora. Monseñor Elkin parte a su casa a las 5:00 p.m. a orar por las personas que dejan sus peticiones en el monasterio y a la espera de salir en medio de la madrugada para ahuyentar a algún espíritu que no ha culminado su ciclo. Pero los 61 abuelos que ahora viven allí sienten más gratitud que miedo por haber encontrado ese paraíso entre montañas para pasar su vejez.