Sucesos

Única mujer del SERT: ‘El que diga que nunca siente miedo, miente’

La agente tiene 30 años, mide 1,55 metros y pesa 52 kilos, pero la fortaleza de su espíritu es inquebrantable

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Una mujer de apellido Solano y de 30 años rompe a diario la idea de algunos de que los trabajos rudos son solo para hombres.

Ella es la única mujer que trabaja en el Servicio Especial de Respuesta Táctica (SERT), del Organismo de Investigación Judicial (OIJ). Ese cuerpo policial lo integran 24 agentes y es uno de los más bravos del país, por eso se le llama cuando hace falta entrar a alguna propiedad durante un allanamiento.

Aunque la mayoría de los integrantes del grupo son altos y fortachones, ella mide 1,55 metros de estatura y pesa 52 kilos; eso sí, es una mujer fuerte y valiente que con mucho esfuerzo se ha ganado el respeto de sus compañeros.

La Teja conversó con la oficial, quien contó cómo fue el camino para llegar al SERT y qué es lo que más le gusta de su trabajo. Por razones de seguridad no se revelan ni su cara ni su nombre.

–¿Cuánto tiempo tiene de estar en el grupo táctico?

De estar en el SERT tengo cuatro años. Antes era administrativa, primero fui radioperadora en el OIJ, ahí estuve dos años y luego fui investigadora cuatro años.

–¿Cuándo decidió convertirse en agente del OIJ?

– En el colegio nunca me pasó por la mente ser investigadora, pero siempre me llamaron la atención las cosas que escuchaba sobre delitos sexuales, el montón de violaciones y abusos. Sentía la inquietud de ayudar a las personas que estaban pasando por esas situaciones.

Eso me hizo estudiar Criminología y me gustó mucho, me permitió proyectarme. Por cosas de la vida cuando empecé como investigadora topé con la suerte de entrar a la Unidad de Delitos Sexuales.

–¿Qué la motivó a entrar al SERT?

Cuando era investigadora desarrollaba todo el caso y ya cuando había que detener al sospechoso, a veces por las calidades de él, había que dárselo al grupo táctico. Me tenía que sentar con la gente del SERT para explicarles todo sobre el caso y el sospechoso. La adrenalina de la captura la vivían ellos y eso me metió la espinita de querer participar en esos operativos.

–¿Cuándo decidió dar el paso para entrar al grupo táctico?

Yo veía la Unidad y pensaba que era algo solo para hombres, aparte no tengo mucha estatura, entonces me parecía imposible entrar ahí. Pero una vez sacaron un concurso para una plaza en el SERT para mujeres y hombres. Yo sentía ganas de participar, pero a la vez me daba temor. Una compañera me motivó y me dijo: ‘Llena esa solicitud usted o se la lleno yo’. Ese era el empujón que me hacía falta.

–¿Cómo fue el proceso para entrar?

–Empezamos unas treinta y cinco personas, nos hicieron pruebas y ya luego quedamos doce: diez hombres y dos mujeres.

Luego siguió una semana fuerte de pruebas en la que no íbamos ni a la casa, dormíamos en el OIJ, nos hacían pruebas físicas y mentales. Al final quedamos tres personas, dos mujeres y un hombre, por las evaluaciones pude entrar yo y también el muchacho.

–¿Fue difícil adaptarse a un grupo de solo hombres?

Fue un poco complicado. Con los uniformes, por ejemplo, no había de mi talla, todos los de la Unidad son más altos que yo, entonces me quedaban grandes. Tuve que llevarlos a arreglar.

Además ellos estaban acostumbrados a compartir solo con hombres, nosotros tenemos un salón donde guardamos nuestras cosas y era común que se cambiaran de ropa ahí sin tener que tomar en cuenta que había una mujer. A veces vamos a giras y tenemos que dormir varios en un cuarto, pero a todo eso nos hemos adaptado con respeto, tanto ellos como yo.

Los retos más grandes fueron aprender a manejar el ariete y el escudo. El ariete pesa treinta kilos y el escudo veinticinco. O sea, el equipo pesaba más que yo porque en ese momento mi peso era de cuarenta y ocho kilos. Poco a poco, con los entrenamientos en el gimnasio, la natación y las prácticas, me fui acomodando.

–¿Cómo fue la reacción de su familia cuando entró al SERT?

La que desde el principio me apoyó fue mi mamá, ella siempre me dijo que si eso era lo que yo quería lo hiciera, que yo tenía la capacidad para hacerlo bien. Mi papá, en cambio, me decía que cómo se me ocurría meterme en eso, que era muy peligroso, que mejor ni le contara cuando iba para un operativo porque se iba a preocupar mucho.

–¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?

Todo es un conjunto, antes me apasionaba mucho investigar porque sabía que eso ayudaba a las víctimas. Ahora siento satisfacción cuando puedo participar en una captura y entregar a ese delincuente para que se haga justicia.

–¿Qué es lo más complicado de hacer un allanamiento?

Entrar a las casas en las que hay chiquitos. Ellos se asustan mucho al verlo a uno uniformado y con las armas. Nosotros al entrar tratamos de tranquilizarlos, pero ellos lloran, gritan y piden que no se lleven al papá o a la mamá. Eso es terrible.

–¿Tiene algún ritual antes de los operativos?

Yo soy devota a la Virgen de los Ángeles y siempre la tengo presente. Nosotros antes de hacer cualquier trabajo hacemos una oración, nos encomendamos a Dios para que nos proteja y nos dé sabiduría y todo salga bien.

Me pasa que ya cuando vamos llegando al lugar del operativo y nos van diciendo el conteo yo empiezo a bajar todos los santos (ríe). El que diga que nunca siente miedo, miente, aunque uno haga esto siempre se sigue sintiendo un temor porque no sabemos con qué nos vamos a encontrar.

–¿Qué mensaje les daría a las mujeres que quieren algo no se atreven a buscarlo?

¡El que quiere, puede! No hay trabajos para hombres o para mujeres, las diferencias las hacemos nosotros mismos. Tampoco es bueno competir por ser superior que el otro porque si las mujeres pedimos igualdad y luego ya queremos hacer más cosas que los hombres, ya eso no es igualdad.

Hay que ser paciente porque a veces las cosas no llegan cuando uno quiere. Hay que esperar, pero sin dejar de luchar.

Rocío Sandí

Rocío Sandí

Licenciada en Comunicación de Mercadeo de la Universidad Americana; Periodista de la Universidad Internacional de las Américas, con experiencia en Sucesos, Judiciales y Nacionales. Antes trabajó en La Nación y ADN Radio.

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