El extráfico Lucas Jiménez Salas tuvo que aprender a vivir sin sus ojitos, ya que los perdió hace ocho años cuando su expareja le pegó un balazo en la cabeza por celos.
Él ha pasado por mucho dolor; sin embargo, asegura que recibió la intercesión de la Virgen de Fátima y cuando estaba muriendo ella lo guió para que regresara y le pidió que le dijera a todos que no dejaran de orar.
Jiménez nos contó en el corredor de la casa de sus padres, en Concepción de San Ramón, en Alajuela, que aunque ha pasado mucho tiempo, todavía batalla con las secuelas de lo que le ocurrió.
“Me duele haber perdido mis ojos, pero más me duele el abandono de mis amigos y compañeros, tenía muchos, pero ahora mi compañía son mis papás que nunca me han dejado solo y mi familia, es duro ver cómo la gente se aparta de uno”, dijo el sobreviviente de 45 años.
La vida de Lucas cambió el 2 de mayo del 2011, él había decidido irse a vivir con una mujer de apellidos Castillo Casanova a una casita en el bajo de La Mina, en El Rosario de Naranjo, apenas tenían mes y medio de convivir cuando ella agarró el arma de reglamento de Lucas y se la puso en la cabeza y le disparó.
Doña María Adilia Salas, mamá de Lucas, recuerda que su hijo le contó que él se había ido a cortar el pelo, y por estar conversando con la peluquera Castillo se puso celosa y discutió con él.
“Mi hijo siempre ha sido tranquilo, dice que ese día para no pelear él se sentó en una mecedora afuera de la casa donde vivía y le dijo a la mujer que iba a recoger las cosas y se iba a venir para la casa de nosotros, él lo que dice es que no quiso entrar para que ella se calmara un poco, pero en eso apenas pudo ver con el rabito del ojo que ella venía con el arma y de inmediato se la puso en la sien y le disparó”, dijo la madre.
Según Lucas, su exmujer tenía un carácter fuerte, pero jamás pensó que llegaría a algo así.
“Me puso el arma en la cien izquierda, me disparó, yo me puse de pie, camine como tres o cuatro pasos y no se me olvida cuando me fui hacía delante y caí, después de eso desperté mucho tiempo después.
"Estuve en coma, me hicieron ocho operaciones en toda la cabecita, no perdí el pelo, pero con esa bala los ojos se me salieron, la bala entró y salió y me quedó un hueco en la frente, me tuvieron que quitar piel del abdomen para ponerme en la frente y reconstruírmela, también me pusieron sangre varias veces”, relató el sobreviviente.
Lucas se considera un milagro porque los médicos, cuando ingresó al hospital, le pidieron a sus familiares que se despidieran de él, y además le aseguraron que del cinco por ciento de posibilidades de vivir que tenía, quedaría postrado en una cama sin moverse.
“Soy la virgen de Fátima”
Según nos contó muy emocionado, vivió un momento que le cambio la vida y que todavía hace que la piel se le erice.
“Yo estaba en el hospital, ya no tenía vida, estaba en las últimas, los médicos ya lo habían dicho, un sacerdote llegó a darme una bendición, recuerdo que había un camino largo y yo estaba en ese camino, al final había un arco y muchas estrellitas.
"Me sentía tranquilo y bien, quería llegar al arco, me sentía muy sano, no pensé en las razones que me tenían en el hospital. Cuando llegué al arco e iba a entrar, vi que algo se movía a un lado, era un ángel y me dice: ‘Lucas, si usted quiere entrar entre, pero a usted todavía le hace falta tiempo’”, relató.
“Yo no entre, me devolví, y en eso vi dos chiquitas (Lucía y Jacinta), un chiquito (Francisco) y una señora pequeñita en el centro. Ella me dijo: 'Hola Lucas, y yo le contestó ‘hola’. Ella me dice: ‘a dónde usted va dígales que oren y que oren’, me lo dijo varias veces y yo le dije: ‘¿usted quién es?’ y me dice la Virgen de Fátima.
"Yo la tenía al frente y me dijo: ‘recuerde Luquitas, a donde usted vaya dígales que oren’. Y entonces yo seguí caminando y al final me llamó, yo volví a ver y me dice ‘dígales que oren’ y me alzó la manita, me dijo adiós, di un paso y fue cuando yo sentí que volví a mi cuerpo. Estuve dos meses y medio o tres inconsciente”.
Su mamá en todo momento se lo encomendó a la Virgen de Fátima para que no se lo llevará.
Lucas asegura que su fe en la virgencita es cada vez más fuerte, incluso, en su casa tiene la imagen en la que aparecen los tres niños, tal y como él la describió y a diario le hacen oración y le ponen una velita.
A Lucas le quedó un huequito en la frente del que todavía le sale líquido, tiene que estar constantemente limpiándose y tiene que cuidarse mucho.
El extráfico asegura que Dios sigue haciendo milagros en él y por eso acepta su voluntad.
“El médico me ha dicho que puede tardar hasta 15 años para terminar de cicatrizar, entonces solo queda tener mucha paciencia hasta que se me cierre”, dijo.
“Me habían dicho que iba a perder la memoria, pero gracias a Dios no ha pasado eso, no he perdido lo auditivo, no he perdido el caminar, ni el saber dónde estoy, ni el gusto tampoco, yo sé dónde está el cielo y el sol, que nada se me olvide es una alegría para mí. Uno ciego está todo oscuro, pero yo al hablar con alguien tengo el pensamiento de cómo era una persona, o su casa o un carro, siempre tengo la mente viva, no estoy muerto por no tener los ojos”, dijo.
Lo que más le duele es no poder trabajar en la Policía de Tránsito.
“No era por ir a parar carros, o por hacer una boleta, para mí era ayudar a la personas, ayudarle a los conductores para que no hicieran tonteras, es lo que más extraño, porque me gustaba muchísimo".
“Es difícil el día a día, pero con la ayuda de Dios uno va saliendo, yo desayuno, pero me da muy poca hambre, tomo tratamiento para poder dormir y también para evitar convulsionar, las convulsiones me dan seguido. Además, por los medicamento he perdido los dientes, y he querido ir a un odontólogo para que me ayude, pero esas cosas son bastante caras”, dijo Jiménez.
Este hombre asegura que en el hospital le dieron unas prótesis, pero decidió no usarlas porque era muy doloroso ponérselas y quitárselas.
Apoyo incondicional
Doña María Adilia y don José Luis Jiménez son la compañía de este hombre que fue pensionado y recibe una pequeña cantidad de dinero que le permite ayudar a sus padres.
“Mis papás son los que me ayudan, me acompañan y me apoyan. Ellos nunca me han dejado, mi mamá me alista la comidita, me llevan a caminar a la iglesia, y a pasear, ellos nunca me dicen que por ser ciego no valgo nada, siempre me dicen que Diosito me tiene con vida por un propósito”.
La mujer que le pegó el balazo a Jiménez fue condenada a 11 años de cárcel, ella está en el Buen Pastor.
“No le guardo rencor, todos somos seres humanos, no le guardo rencor como para hacerle una maldad, lo que ella me hizo lo tendrá que pagar en algún momento, yo a ella nunca le hice nada para que me disparara”, dijo Lucas.