Sucesos

Willy, el payaso que llena de alegría a su familia desde el cielo

Paseo familiar terminó en tragedia

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La vida de Guiselle Espinoza era perfecta, así la describe ella misma, estaba casada con Willy Valenciano, un hombre que la amaba y la hacía reír a cada minuto con sus payasadas porque ese era su trabajo, hasta que un día un fatal accidente apagó para siempre la alegría de su amado.

Durante mucho tiempo Guiselle tuvo que abandonar su trabajo como pintacaritas porque cada vez que veía a un hombre robando sonrisas con zapatos enormes y nariz roja ella sentía unas ganas tremendas de llorar.

Espinoza vivió así durante más de dos años luego de perder a su esposo y a su papá, Ricardo Espinoza, de 76 años; en un terrible accidente de tránsito, del cual ella, su mamá Odilie Murillo, de 78 años; y su hija Ashyanni, quien ahora tiene 11 años, lograron sobrevivir.

Durante ese tiempo Guiselle vivió momentos muy rudos; sin embargo, con la ayuda de su hija, su mamá y principalmente de Dios, logró retomar su vida y el trabajo por el que tanta pasión siente, al punto de que ver un payaso ya no la hace sufrir, sino que la ayuda a mantener vivo el recuerdo de su amado.

A casi 7 años del fatal accidente doña Guiselle nos abrió las puertas de su casa en Cajón de Grecia, Alajuela, para contar lo que pasó ese trágico martes 17 de agosto del 2011 y cómo la vida de su familia cambió para siempre.

Espinoza contó que después de planearlo por mucho tiempo ella y Willy finalmente decidieron que ese día se iban a ir de paseo con sus papás a Puntarenas, por lo que alistaron todo para salir juntos en una buseta.

“Se nos dio la oportunidad de ir de paseo y de llevar a mami y a papi que siempre fue el sueño mío. Ni siquiera les dijimos para donde íbamos, solo les alistamos la maleta, nosotros queríamos ir a pasear a Paquera, para que ellos recordaran cuando vivieron ahí”, contó.

Lamentablemente el destino tenía otros planes para la familia, ya que cuando pasaban por Macacona, Esparza, sobre la carretera Interamericana Norte, intentaron adelantar unos carros con la mala fortuna de que un bus que iba detrás de ellos hizo lo mismo.

Esta maniobra provocó que el bus chocara a la buseta, sacándola de la calle hacia un guindo, en el cual terminó chocando de frente contra varios árboles.

“Yo consideraba que mi vida era perfecta, nací en un hogar cristiano con papás que me amaban y con un hombre muy especial que Dios me regaló como esposo, pero ese día todo cambió”, dijo Guiselle.

Aunque los rescatistas lograron sacar a Willy y a don Ricardo con vida, ambos fallecieron en el hospital Carlos Luis Valverde Vega de San Ramón, debido a las lesiones tan graves que sufrieron en el accidente.

Guiselle aseguró que ella siempre viajaba en los asientos delanteros con Willy, pero ese día le cedió el lugar a su papá, pues años atrás él sufrió un accidente en el que perdió casi que toda la movilidad de su cuerpo, por lo que era más fácil y cómodo que él fuera adelante.

Luego del accidente vino el momento más difícil para Guiselle, despedirse para siempre de los dos hombres de su vida, pero lo que lo hacía aún más difícil era el hecho de que su mamá estaba muy delicada en el hospital y nadie sabía si iba a sobrevivir.

Espinoza contó que su esposo se llevó su pasión de ser payaso hasta la tumba, pues le cumplieron uno de sus últimos deseos, ser enterrado con uno de los trajes que tantas veces usó para sacarle sonrisas a grandes y chicos.

“Él una vez dijo que cuando muriera quería que lo enterraran como payaso, entonces, la abuela y la mamá se acordaron, porque yo en ese momento estaba en otro mundo, pero la abuelita no quería que lo maquillaran porque quería verlo por última vez como era él. Luego la mamá pinto la cara de él como payaso en su tumba en el cementerio de Grecia”, explicó.

Tras la muerte de Willy, Guiselle vivió dos años de luto; sin embargo, aseguró que nunca se echó a morir, pues debía luchar por su mamá, quien se recuperó de forma milagrosa, y por su hija, pero admitió que en ese tiempo se olvidó de lo que se sentía ser feliz.

“Cuando llegaba el 16 de cada mes era un dolor tremendo, cada vez que iba a lugares en donde estuvimos lo recordaba, en las noches era la soledad más terrible, porque en el día pasaba ocupada, pero en la noche cuando estaba sola lloraba mucho, pero no lo hacía fuerte para que ellas no me escucharan”, confesó.

Luego de sufrir por tanto tiempo Espinoza finalmente decidió buscar ayuda, por eso se unió a un grupo de mujeres que hablaban de sus problemas, ahí no solo encontró apoyo sino que también amigas que le hicieron ver que su vida no había terminado.

“Ahora puedo decir que soy feliz, que Dios me sanó y que soy una nueva mujer y disfruto cada momento con mi familia porque a uno a veces se le olvida que tal vez mañana no estemos aquí”, añadió.

Durante los dos años que estuvo de luto, Guiselle no tocó ninguna de las cosas de Willy, pero se dio cuenta de que no podía seguir viviendo así, por eso sacó mucha de la ropa que había guardada en el armario, pero decidió conservar varios de los objetos, como la nariz de payaso.

“Guardo los zapatos de payaso, tengo una de sus mudadas porque otra se la pusieron cuando lo sepultaron, también su nariz de payaso, el yoyo chino que tanto le gustaba y hasta un calzoncillo muy grande que usaba para los shows”, comentó.

Guiselle dijo que todos estos objetos no son solo recuerdos invaluables para ella sino también para su hija, pues de cierta forma siempre podrá recordar a su papá cada vez que vea los enormes zapatos o la nariz de color rojo.

Lo mismo sucedió con la casita en la que viven, pues muchos de los detalles que tiene fueron hechos por el propio Willy, por eso, es que Guiselle nunca pensó en abandonar esa casa tras el accidente porque para ella era casi como abandonar a su esposo.

Pese a todas las dificultades y momentos difíciles que vivió, Guiselle aseguró que ahora es muy feliz, principalmente porque día a día puede disfrutar de su hija.

Espinoza dijo que en estos años se han cumplido muchos de los sueños que ella y Willy tenían para Ashyanni, como por ejemplo que estudiara música, ya que desde hace varios meses está aprendiendo a tocar el violonchelo, además también quiere que entre a clases de natación.

Adrián Galeano Calvo

Adrián Galeano Calvo

Periodista de Sucesos y Judiciales en el periódico La Teja desde 2017. Cuenta con un bachillerato en Relaciones Públicas de la Universidad Latina y una licenciatura en Comunicación de Mercadeo de la UAM. En el 2022 recibió el premio a periodista del año del periódico La Teja.

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