Ella Viana, artista brasileña que brilló como cantante cristiano bajo el nombre de Jotta A, hoy es una mujer trans que hace pop, reguetón y revoluciona las redes sociales. Su historia mezcla fe, fama, lucha y una transformación personal que ha conmovido a miles.
Ella nació como José Antonio Viana en Guajará-Mirim, un pequeño municipio al norte de Brasil. Desde muy temprana edad, mostró un talento vocal impresionante. A los seis años ya tenía su primer disco grabado: Sou Um Milagre. Sin embargo, su salto a la fama llegó en 2011, cuando con apenas 12 años participó en el programa de talentos de Raul Gil, uno de los más vistos en Brasil. Allí dejó a jueces y audiencia sin palabras con su voz y su forma de interpretar alabanzas cristianas.
Gracias a ese éxito, firmó con la disquera Central Gospel Music, del pastor Silas Malafaia, uno de los más influyentes de Brasil. En 2012 lanzó el álbum Essência, que vendió más de 80.000 copias y le valió disco de platino. Un año después, su álbum Geração de Jesus fue nominado al Grammy Latino como Mejor Álbum Cristiano en portugués.
A esa edad, Jotta A era un símbolo de la juventud cristiana. Cantaba en iglesias, llenaba auditorios y muchos lo veían como un “elegido por Dios”. Sin embargo, detrás de esa imagen pública, José vivía una profunda crisis de identidad.
La música cristiana se quedó con Jotta A
En entrevistas posteriores, Ella ha contado que desde niña sabía que no se identificaba con el género que le asignaron al nacer. Vivía en un entorno religioso conservador, en el que hablar de identidad de género era un tema prohibido. Por eso, durante muchos años, reprimió sus sentimientos y trató de encajar en el molde que la iglesia y la sociedad esperaban de ella.
“En el auge de mi carrera, yo estaba destruida por dentro. Usaba drogas, me sentía vacía y no podía hablar con nadie sobre lo que realmente sentía”, confesó en un video publicado en redes sociales.
Esa presión, combinada con la fama temprana, la llevó a tocar fondo. A escondidas, se volvió adicta a las drogas y vivió episodios de depresión y ansiedad. A pesar del éxito, sentía que vivía una mentira.
Fue hasta el 2020 que decidió romper con todo y empezar de nuevo. Anunció, públicamente, que era una mujer transgénero y que su nuevo nombre artístico sería Ella Viana. El cambio causó revuelo en redes sociales, sobre todo, entre quienes la seguían desde su etapa cristiana. Muchos la criticaron, otros la insultaron, pero también recibió miles de mensajes de apoyo, especialmente, de la comunidad LGBTQ+.
Con su nueva identidad, también llegó una nueva etapa musical. En 2018 ya había lanzado el álbum Muéstrame tu Gloria, en español, y desde entonces ha explorado nuevos géneros. Ahora canta pop urbano, reguetón y fusiona sonidos latinos con letras profundas, muchas de ellas hablando de libertad, autoestima y empoderamiento.
En 2023, lanzó el tema La Drácula, un pop oscuro, pegajoso y atrevido, con una estética visual potente y un mensaje de poder. El videoclip superó el millón de vistas en YouTube en pocas semanas. Su transformación ya no era solo física o personal, sino también artística: Ella se reinventó completamente.
En redes sociales, como Instagram, TikTok y YouTube, Ella acumula millones de seguidores. Comparte contenido sobre su día a día, procesos de maquillaje, consejos de vida y, sobre todo, mensajes sobre aceptación personal y amor propio. Ya no canta para complacer a otros, sino para sanarse a sí misma y a quienes, como ella, han tenido que esconderse por miedo al rechazo.
“Yo no dejé de creer en Dios, dejé de tener miedo. Dios me ama como soy”, dijo en una publicación reciente.
Hoy, Ella Viana es un símbolo de resistencia y libertad. Su historia ha inspirado a muchas personas que, como ella, crecieron en ambientes religiosos en los que no podían expresar su identidad. Con cada canción y cada publicación, deja claro que su talento sigue intacto, pero ahora lo acompaña con una verdad que antes no podía mostrar.
De ídolo evangélico a ícono trans, su historia es de esas que marcan. De esas que enseñan que ser fiel a uno mismo puede ser el acto más espiritual de todos.