Hablar con mascotas, como perros y gatos, como si fueran humanos, es una costumbre cada vez más común en los hogares latinoamericanos y del mundo. Esta práctica, lejos de ser un signo de rareza, refleja aspectos positivos de la personalidad, y está vinculada con la empatía, la creatividad y la necesidad de conexión emocional.
En redes sociales abundan videos de dueños que mantienen largas conversaciones con sus mascotas, les preguntan cómo se sienten o, incluso, les responden como si los animales pudieran contestar con palabras. Lo que para muchos podría parecer un simple juego infantil o una excentricidad, en realidad tiene un sustento psicológico que explica por qué los humanos tienden a antropomorfizar a sus compañeros de cuatro patas.
LEA MÁS: Perrito perdido: Charlie tiene a su familia desesperada
El antropomorfismo: cuando los animales son parte de la familia
El hábito de dirigirse a las mascotas como si fueran humanos se conoce como antropomorfismo; es decir, la tendencia a atribuir características y emociones humanas a los animales u objetos. En el caso de los perros y gatos, este fenómeno responde a la profunda conexión que las personas sienten con ellos, al punto de considerarlos miembros de la familia.
Los psicólogos consultados por La Nación Argentina explican que hablarles de esta manera no solo es un gesto cariñoso, sino una manifestación de cómo el cerebro humano busca vínculos y empatía. Muchas personas, al ponerles voz a sus mascotas o conversar con ellas, demuestran una capacidad de reconocer emociones en otros seres y de construir lazos de apego genuinos.
LEA MÁS: Diputada propone crear una “CCSS para mascotas”, ¿le rebajarán salario al que no tenga animalitos?
Más allá de la ternura que pueda despertar, este comportamiento aporta beneficios a la salud mental. Las personas que conversan con sus mascotas tienden a sentirse más acompañadas, experimentan menos niveles de estrés y ansiedad y fortalecen su autoestima al saberse capaces de cuidar y conectar con otro ser vivo.
Aunque los perros y gatos no comprenden el lenguaje humano en su totalidad, sí reaccionan al tono de voz, los gestos y la energía de sus cuidadores. Esto significa que, aunque no entiendan las frases, sí perciben las emociones que transmiten.