“Usaré el premio para que mi hijo compre los anteojos que necesita”

Como buen vecino de San Rafael de Oreamuno, es “churuco” por los cuatro costados y también un saprissista envenedado. Le hablamos de Carlos Luis Redondo Coto, el nuevo favorecido de la promoción conjunta entre La Teja y Ópticas Münkel.

Él activó el código del periódico de este miércoles; eso sí, primero lo leyó completito, pues afirma que antes le falta el pan que La Teja. “Yo leo La Teja de atrás hacia adelante. Lo que más me gusta son los deportes y la última página”, contó entre risas.

Y bien podría llamarse el hombre de la suerte, porque esta es la tercera vez en pegar un premio con algún código. Las dos veces anteriores usó el premio para comprar anteojos para él, su esposa Damaris y una nieta.

En esta ocasión, se llevó un certificado de compra por $200 (cerca de 110 mil colones) que podrá utilizar en cualquiera de los servicios médicos que ofrece Ópticas Münkel.

“Voy a usar el premio para que mi hijo pueda hacerse exámenes de la vista y comprarle los lentes que necesita”, explicó.

Precisamente, su hijo Bolívar es quien, usualmente, compra La Teja bien tempranito, después del trabajo. Siempre se lo pasa dejando a su papá, es casi una constumbre.

“Cuando comenzó esta nueva promoción él me dijo que ojalá se lo pudiera ganar porque necesitaba anteojos o lentes de contacto. Yo le dije que yo siempre activaba el código y que si ganaba el premio sería para él”, relató el feliz ganador.

Este saprissista, de 72 años de edad, contó también que cuando su hijo no puede llevarle el periódico él va a la pulpería de su hija, cerquita de la casa, para comprarlo y no quedarse sin leerlo, porque es una costumbre diaria.

“También me gustan las noticias internacionales. Eso sí, los pasatiempos son de mi esposa, ella se entretiene mucho”.

Cuando lo llamaron con la noticia del premio brincó en una pata, estaba muy emocionado, al igual que su esposa, quien lo abrazó y lo felicitó. “Cuando me abrazó así yo estaba contentísimo, acordándome 40 años atrás, nos entró el amor”, dijo mientras se pegaba una carcajada y terminaba la conversación con un “viva el Monstruo”.