Jisselle Taleno llegó a Costa Rica en 2007 con tan solo 15 años, una bebita en manos y esperando a otra en su pancita. Nadie la esperaba aquí, solo había escuchado historias sobre Costa Rica y, aun así, se armó de valentía y emprendió un viaje que cambiaría su vida.
Pero la historia de Jisselle no es sencilla de contar, ya que, como ella dice, las pasó “duras y maduras” desde el primer minuto que entró al país.
Ella tomó la decisión de venirse por la torta que se había jalado.
“Mi mamá me dejó como de 3 meses con mi abuela y mi tía, ellas me criaron”, nos contó.
“Cuando salí embarazada, la primera vez, mi tía me apoyó, pero me dijo que no podía embarazarme otra vez y, como quedé embarazada por segunda vez, no quería volver a tener problemas, ni a sentir que era una carga en la casa y decidí venirme a buscar a mi mamá de verdad.
Resulta que su mamá vivía aquí en Costa Rica, pero como no habían tenido contacto en muchos años, no sabía en dónde.
Perdida
“Crucé ahí en Peñas Blancas; aún estaban construyendo la frontera, por lo que en ese tiempo había mucho desorden.
“Como no soy tan negrita y mi chiquita estaba pequeña y también es blanca, le pedí a un policía que me ayudara a pasar. Como el acento no se me echa de ver, no creyó que fuera nica y me ayudó a cruzar. Él nunca lo supo.
“Luego de cruzar, como nunca en mi vida había viajado, creía que seguía en Nicaragua”, dijo.
La sorpresa se la llevó, cuando se acercó a un restaurante para preguntar cuánto le faltaba para llegar a Costa Rica y le dijeron que ya estaba en suelo tico.
“‘Usted ya cruzó la frontera, pero le faltan tres puestos más’, me dijo la muchacha. ‘Ellos (los taxis piratas) le ayudan a cruzar esos puestos’. Entonces, me subí al de un señor y él me dijo que me ayudaba”, narró.
Pero, cruzar esos puestos no era tarea sencilla.
“Lo que hacía era que me bajaba a mí y a Lindsey, la niña, 1 km antes del puesto. Entonces, yo bordeaba el puesto sobre la montaña y aparecía 1 km al otro lado del puesto.
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Así lo hicieron en los primeros tres puestos; no obstante, el cuarto se convirtió en un infierno.
“La bebé se durmió y no podía cruzarla. Entonces, el taxista me dijo: ‘Yo ando el acta de nacimiento de mi nieta’, y dijo que la iba a hacer pasar como familia suya.
“Hicimos lo de siempre, me dejó antes del puesto. Esperé a que los guardias se durmieran y crucé, pero duré demasiado y ya no veía el carro.
“Comencé a pedirle a Dios para encontrarlos, pues le dejé a mi hija, el bolso, la plata, todo y no aparecían”, contó con angustia.
Además del miedo de haber perdido a su hija, Jisselle estaba quemada por el sol, tenía las piernas hinchadas, estaba picada por las hormigas y con calentura.
A pesar de eso, no se rindió y siguió caminando.
Búsqueda incesante
“Se detuvo un señor en una camioneta y me preguntó que para dónde iba. Le conté que para San José y él dijo que me podía dejar en Liberia.
“Cuando llegamos, antes de entrar, se desvió y lo único que pensé fue: me va a matar.
“Pero no, me lavó los pies, me lavó el vestido y me dio uno nuevo. No me preguntó nada, ni el nombre me dijo, y aun así me ayudó. Recuerdo que me dijo: ‘si alguien nos pregunta, voy a decir que usted es mi hermana y que la traigo de La Cruz’.
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En ese momento, Jisselle se dio cuenta de que los ticos no éramos esa idea que le habían vendido y, por el contrario, según nos dijo en varias ocasiones, nos guarda mucho cariño a los ticos.
“Cuando nos detuvo la policía, él les dijo que yo era la hermana y que venía en labor de parto y que si a mí me pasaba algo, ellos se comían la bronca, entonces nos dejaron pasar”, recordó.
Una vez en Liberia, Jisselle le contó lo que había sucedido con su hija y él le recomendó ir a la sodita de unos nicaragüenses para que la ayudaran.
“Y, de verdad, la señora me dio comida y el esposo comenzó a llamar a todos los taxistas para dar con el taxista. Al final, resultó ser un señor de Tilarán.
“Ellos (los de la soda) le pagaron 50 mil a otro taxista para que me llevara de Liberia a Tilarán. Para pasar el puesto, me metió en la cajuela y yo me acomodé en la parte en la que va la llanta.
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Una vez en Tilarán, se llevó la sorpresa de que el taxista que se había llevado a su bebé, era conocido de una familiar lejana del papá de su hija. Cuando se toparon en Liberia, el señor le dio a la bebé y se fueron juntos para Tilarán.
Finalmente, luego de muchas horas de angustia, Jisselle logró reencontrarse con su bebita y, al día de hoy, no se separan.
Pero, ¿qué pasó con la mamá de Jisselle?, ¿la logró encontrar? Según nos contó, después de varios meses, logró dar con ella y se reunieron.
En cuanto a la familia de la soda que le ayudó, a cada rato los visita para comprarles comidita, pero no se atreve a decirles que ella fue la niña a la que ayudaron tantos años atrás.
Ahora Jisselle encontró el amor, se nacionalizó y abrió su propio negocito de comidas llamado Lejem, en el que hace panadería, repostería, pastelería y hasta comida rápida.
Si usted gusta contratarla, puede encontrar su negocio en redes sociales o al número 6294-0633.