Hace 35 años, mientras medio país desayunaba con prisa y los funcionarios gozaban de dos horas para ver el partido, once costarricenses salían a la cancha del estadio Luigi Ferraris, en Génova, con el corazón en la garganta.
Era el 11 de junio de 1990 y la Selección Nacional se estrenaba en una Copa del Mundo. Escocia era favorita, pero en el camerino tico no había espacio para complejos. Nervios y miedo, sí, pero sobre todo un deseo inmenso de hacer historia.
A las 9 a. m., hora de Costa Rica, la Tricolor debutaba en los mundiales. En Italia eran las 5 p. m. En Costa Rica la gente estaba frente al televisor, en Génova los jugadores se preparaban con el alma encendida.
Esta es una pequeña reseña de cómo se vivieron esos minutos previos al encuentro, contada desde la perspectiva de dos jugadores, Róger Flores y José Carlos Cháves, y dos periodistas, Rodolfo “Fo” Martín y Everardo Herrera.
En Costa Rica, el país entero estaba paralizado.
En Génova, en cambio, el ambiente era de tensión. Róger Flores, capitán del equipo, recuerda con claridad lo que sentía.
“Nadie podía estar más nervioso que yo”, confiesa. “Me había quedado sin las Olimpiadas de Moscú 1980 y de Los Ángeles 1984 por lesión.
“¿Y si cuando vamos desfilando para el partido me doblo un tobillo?’, pensaba cosas estúpidas… pero podían pasar", recordó Flores.
Mientras “il Capitano” sentía ese hueco en el estómago, millones de aficionados vivían la misma angustia, mezclada con ilusión y con café.
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Fo Martín, enviado especial, percibía un ambiente casi solemnen en el grupo.
“Siempre he querido exaltar las cualidades de ese grupo. Era realmente especial. Muchachos serios, con valores, jóvenes con ganas de surgir, callados”.
Everardo Herrera también notaba el nerviosismo y se alimentaba por lo que en Escocia pensaban de nosotros.
“Tenían el concepto de que Costa Rica era un rival vulnerable”, recuerda.
Viejo zorro
Ahí apareció la figura de Bora, que con su experiencia supo manejar la tensión.
“Nos dijo que cuando estuviéramos en el túnel actuáramos como si fuéramos a un baile, porque el fútbol es de distracciones”, contó Flores.
“Y es cierto, si te saco del entorno, ya gané. Después, como técnico, uno lo entiende”.
Cháves Innecken rememora uno de esos gestos simbólicos que rompieron la tensión y hasta se la pasaron al rival.
“Mauricio Montero, con esa personalidad, comenzó a pegar gritos y a golpear los tacos contra la pared. Lo siguió Héctor Marchena y se armó una algarabía que era como un grito de guerra”.
Flores añadió que de la indiferencia, los escoceses volvieron a ver a los ticos en aquel “vacilón” armado al propósito.
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Y luego, vino un momento inolvidable. Con el estadio casi repleto, sonó el Himno Nacional.
“Escuchando el Himno, me acordaba de mi país, de mi hijo... ese estadio llenísimo. No hay palabras para describir eso”, dijo Fo Martín.
Ya con el balón rodando, Cháves fue el primer tico en tocar un balón en un Mundial y así lo recuerda.
“Fue Javier Rojas, que en paz descanse, quien me lo dijo en el hotel. Yo no sabía. Es bonito, vea que 35 años después la gente aún lo recuerda a uno”.
“Un 11 de junio, a los 11 segundos, intercepté ese balón. Ellos movieron, hicieron dos o tres pases, y trataron de hacer un pase cruzado al lado izquierdo nuestro, que intercepté”.
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Ese fue el primer toque de balón de Costa Rica en los mundiales. Después vino el gol de Juan Cayasso, la grandeza de Gabelo Conejo, el triunfo sobre Escocia y el nacimiento de una historia que todavía eriza la piel.