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Desde el tejado: Corazón puertorriqueño nos destrozó

Puerto Rico puso al desnudo todas las debilidades de la nacional y nos dejó fuera de otro Mundial infantil

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Los jóvenes puertorriqueños no cantaron el himno de su isla, cada estrofa la gritaron a todo galillo.

Segundos antes, los seleccionados costarricenses de la sub-17 habían terminado este requisito del protocolo. Lo cumplieron abrazados, pero sin tanta “sangre” como sus rivales.

Me llamó la atención la actitud de los de la Isla del Encanto, pero no leí la señal de lo que eso significaría hasta el desenlace de un partido decisivo, en el premundial de la Concacaf que se desarrolla en Guatemala.

Antes del minuto 66, cuando cayó el gol de los puertorriqueños en su única llegada al marco tico, los nuestros habían tenido mejor dominio del balón, ofrecido mejores conceptos tácticos, pero hasta ahí, como diría Gorgojo.

Adelante se dieron cuatro gustos desperdiciando opciones de gol. Y, además de la incapacidad para anotar, otra debilidad estaba a punto de salir a flote, cuando el asunto se puso color de hormiga.

Los isleños lucharon desde el primer minuto, se defendían con coraje amparados por su portero Sebastián Cuevas, el gran héroe del duelo.

Y una vez que los puertorriqueños anotaron, abrieron la lata de las debilidades emocionales ticas. Como siempre ocurre a la hora de los balazos, o se les mete el pecho o quedamos paralizados, y esto último fue lo que lamentablemente sucedió.

El equipo tico se cayó, cada jugador empezó a hacer su partido, a rematar a lo loco, sin ton ni son, oportunidades claritas se desperdiciaron y la cohesión de grupo, si es que en algún momento existió, se fue despedazando cada minuto. Costa Rica se convirtió en competencia de egos, cada uno quería salvar el partido.

Sí empatamos, pero por milagro, por pura guaba. Un balón reventado por un defensa caribeño le pegó a Akheem Wilson, el esférico hizo una parábola perfecta que bañó al porterito Cuevas en la agonía de los 90 minutos y nos metimos a los tiempos suplementarios.

En esa etapa, los ticos no tuvieron capacidad de doblegar a unos isleños que sufrieron la expulsión de uno de sus gladiadores, apenas al minuto 95. El joven salió en un mar de llanto, puro coraje.

Y para enaltecer más a los rivales y echar más sal al ridículo tico, desperdiciamos un penal que daba la clasificación a cuartos de final, al 107′, cuando Cuevas se agigantó, una vez más, y le detuvo el disparo a Óscar Segura. En la tanda de penales erramos dos lanzamientos más ante un portero que atemorizó a los nuestros.

A nuestras estrellitas, esas perseguidas por los “cazatalentos”, les llenan la jupa de humo cuando apenas gatean. Talento algunos tienen, pero ni su cerebro ni su corazón están alineados con lo que las piernas piden y cuando los aterrizan ya es muy tarde.

Para colmo de males, el entrenador Erick Rodríguez, quien nunca ha ganado nada, también estaba con sus ideas arratonadas porque tenía mucho tiempo de no trabajar con carajillos. Fue irresponsable al haber aceptado el puesto.

De esa manera siguió por la fracasada ruta en ligas menores de Douglas Sequeira y otro montón de técnicos improvisados.

Una mancha más para Rodolfo Villalobos, ¿hasta cuándo, por Dios?

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