Don Eduardo Arrieta, de 82 años y vecino de La Ribera de Belén, tiene treinta años de rodar con su jeep Willys de 1950. Parece un carro, pero en realidad es una bestia de cuatro ruedas y de una enorme potencia que se mete a lugares a los que parece imposible entrar.
El jeep está muy natural porque desde que lo compró, don Eduardo se propuso mantenerlo lo más original posible y lo ha logrado.
“Da gusto ver estos carros subiendo cerros, pasando ríos, me gusta el desempeño tan extraordinario que tenía en todo terreno, porque en esa época (cuando lo compró) este carrito se llevaba a Guanacaste y a San Carlos, donde había casos en los que solo las bestias podían entrar”, recordó Arrieta.
El motor es de 2200 centímetros cúbicos y don Eduardo confesó “su potencia es interesante porque cuando se le aplica la doble tracción conforme al diseño de piñones con que fue construido se puede considerar que aumenta la cilindrada a 5000 centímetros o más”.
El amor de don Eduardo por este tipo de carros nació porque aprendió a manejar en uno parecido en giras misioneras por suelo guanacasteco con su hermano Román, quien le prestaba el carro para que practicara. Y así se fue soltando cuando tenía 24 primaveras.
¿Qué es un filtro de cabina? |
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“La mayoría de las personas que poseen un vehículo no sabe que existe un filtro de cabina o filtro de aire acondicionado y por esta razón este nunca se cambia, lo cual causa que se sature con polvo, insectos y otras impurezas que pueden causar alergias y enfermedades a los que ocupan el carro. También esto provoca que el aire acondicionado no funcione correctamente y deteriora el sistema o lo daña por completo, se recomienda cambiarlo periódicamente o cuando se vea muy sucio”, comentó Bryan Guido, mecánico automotriz (teléfono: 8603-5135). |
“Este jeep lo adquirí en 1988 en San Rafael de Heredia, en ese tiempo pagué 160 mil colones pero es interesante porque este mismo carro en el año 52 recuerdo bien que valía ¢12.500, ahora el precio es un poco relativo porque estamos hablando que en mi caso le faltan dos años para entrar a setenta años de fabricación y como puede verse luce como un carro casi del año, nuevecito, porque está en muy buenas condiciones para viajar por todo el país como hacemos en el club de Willys”, dijo don Eduardo.
En confianza don Eduardo dice que pueden llegar a costar hasta ¢12 millones, dependiendo del amor y el cuidado con que lo tengan.
A él se lo vendió un señor llamado Ulises y no le fue fácil obtenerlo. Tuvo que ir dos veces a intentarlo, la primera recibió un rotundo no y a la segunda se lo llevó para la casa.
“Fue muy interesante porque estaba en esa edad de tantas ilusiones, muchas aún las conservo. Lo interesante de este carro es que con tanto tiempo de haberlo adquirido se convierte hasta en algo espiritual porque no solo permite resolver las necesidades propias de uno sino también ayudarle al prójimo y eso a uno lo llena mucho. Es un enriquecimiento, de ahí la importancia y la ilusión de mantenerlo como está”, dijo orgulloso.
Este clásico está en perfectas condiciones pero no fue así como lo recibió.
“En carrocería estaba muy bien, pero ya adquirido comencé a observarlo y requería mejoras porque el propietario anterior no se interesaba mucho por la razón que fuera. Con la fiebre mía, la calentura en ese tiempo, logré lo que quería y me puse a probarlo y en una vuelta la dirección se me trabó, después un circuito por ahí y entonces tuve que entrarle con ganas a corregir todo lo que el propietario anterior no le había corregido. Me interesaba andar con un carrito que me llevara a dar paseos con seguridad y así fue como comencé a hacer una serie de correcciones y fue cambiando, eso sí, tuve mucho cuidado en no sacarlo de la originalidad porque lo desvalorizaba”, indicó.
Un detalle muy especial con el que cuenta es la llanta de repuesto.
Un vecino de Belén diseñó el cobertor y Guillermo Delgado Arias, que hace paisajes muy lindos y los pinta le puso una leyenda que habla de la necesidad de cuidar la naturaleza porque don Eduardo lleva año luchando por la conservación.