Mientras muchos a su edad ya disfrutan de la jubilación, don Mario Gerardo Aguilar Pérez, un herediano, de 75 años, sigue levantándose antes del amanecer para ganarse la vida con dignidad.
La Teja estuvo en el parque central de Heredia, buscando a ese héroe anónimo, sin capa y trabajador. Ahí fue donde nos encontramos a este dulce señor, quien detalló que desde hace más de 25 años cuida carros en el centro de Heredia y que por nada cambiaría su rutina.
Con una sonrisa tranquila y la fe por delante, don Mario cuenta que todos los días suena el despertador a las 4 de la mañana.
“A las cinco pasadas ya estoy desayunando y a las seis y veinte estoy aquí. Es una costumbre de años”, dice con orgullo.
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Su puesto está lleno de historias. Entre carros, saludos y tertulias, pasa los días conversando con amigos y conocidos.
“Aquí hacemos como una tertulia, hablamos de fútbol, de muchas cosas. Tengo muchos amigos, tanto nacionales como extranjeros y a todos los atiendo con educación”, comentó.
Aunque reconoce que su salud no es la misma de antes, este valiente señor no se queja.
“Estoy un poquillo enfermillo de diabetes y presión alta, a veces me duelen mucho las rodillas, pero pienso: ¿qué voy a hacer en la casa? No voy a hacer nada. Por lo menos aquí me quedo, algo me gano y me voy en la tarde para la casa, si Dios quiere”.
A las 4 de la tarde termina su jornada y se va satisfecho, sabiendo que su trabajo lo mantiene activo y le da un propósito.
“Siempre saludo con buenos días y, gracias a Dios, nunca me han robado un carro. Cada día lo pongo en manos de Dios para que me cuide a mí y lo que estoy cuidando”, detalló.
Sí al trabajo
Antes de cuidar carros, don Mario trabajó como albañil, pero los años y los dolores de rodilla lo obligaron a buscar otra forma de ganarse la vida. Fue entonces cuando un conocido le ofreció la oportunidad de “comprar calle”.
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“Un conocido me dijo que le pagara poco a poco por el derecho de calle y que me daba las boletas. Desde entonces sigo aquí, trabajando”, detalló.
Incluso, como cualquier trabajador tiene su rutina para el almuerzo.
“Traigo mi comida y la caliento en el correo. Ya tengo casi 25 años de calentar ahí. Entro como Juan por su casa, me tienen mucha confianza”, cuenta entre risas.
Después de tantos años de esfuerzo, don Mario se ha convertido en una figura querida en el corazón de Heredia, un hombre que demuestra que el trabajo digno, la constancia y la fe pueden más que cualquier cansancio.





