El periodista Elías Alvarado se quiebra al recordar lo duro que fueron sus primeros años viviendo en Estados Unidos.
Alvarado y su esposa, Tania Mata, vendieron lo poquito que cada uno tenía en Costa Rica para irse a ese país en busca de mejor vida, hace exactamente 10 años.
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Fue en diciembre del 2013 cuando los entonces novios se fueron de Tiquicia. Ese día, la vida de los dos cambió para siempre.
Aunque ahora los esposos “saborean” una vida “más rica”, los primeros años allá no fueron nada fáciles; principalmente para Elías, quien tres meses después de haber llegado pensó en devolverse.
El periodista de Telenoticias relató las angustias y sufrimientos de sus primeros años en Estados Unidos como parte de una visita que hizo un equipo de La Teja a Nueva York.
Alvarado, oriundo de Pérez Zeledón, dijo que los primeros meses vivieron en la casa del hermano de Tania que ya llevaba tiempo de estar allá. A los pocos días quisieron alquilar un lugar para ellos, pero su cuñado se negó hasta que encontraran trabajo.
“El deseo de él era ayudarnos porque es difícil la situación aquí. Al mes, ya tenía trabajo. Hacía hamburguesas en un restaurante de comida rápida. Mi esposa comenzó a limpiar casas”, mencionó Alvarado, de 33 años.
En el restaurante, Elías se encargaba de cocinar la carne y el pollo para las hamburguesas. Entraba a las 6:30 de la mañana y salía a las 2 de la tarde.
La plata no le alcanzaba (ganaba 350 dólares por semana) y como salía tan temprano, se buscó otro trabajo lavando platos en un restaurante, de 3 de la tarde a 10 de la noche.
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“Es un golpe fuerte que se lleva uno. Uno sabe que es difícil, pero no es realmente lo que uno cree hasta que lo vive. A los tres meses de estar trabajando deseaba irme para Costa Rica. Le dije a mi esposa que yo no me estaba muriendo de hambre (para quedarse allá), que regresáramos. Ella dijo que no iba a regresar y yo seguí intentándolo”, resumió.
Por 50 centavos
Cambió el trabajo de lavaplatos que tenía por otro haciendo lo mismo porque le pagaban 50 centavos de dólar más, y para esos momentos, cada moneda contaba en el ajustado presupuesto que tenían.
Los momentos de frustración pasaban la factura, a pesar de que todavía no había comenzado a vivir lo peor.
“Me metía al baño, lloraba, me secaba las lágrimas y regresaba a trabajar. Fue muy difícil, pero gracias a Dios (por esos trabajos) porque siempre me han enseñado a ser muy agradecido”, afirmó.
Siempre en busca de donde mejor le brillara el sol, a Elías le ofrecieron un trabajo de plomero que él aceptó sin dudarlo. No sabía nada del oficio, pero de Costa Rica se fue determinado a aprender de todo.
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Ahí, el costarricense probó el trago amargo del mal trato de sus jefes estadounidenses durante año y medio; además de todo lo que trajo el oficio, que hasta una vez implicó arreglar una cañería de tanque séptico que lo dejó bañado de... de pies a cabeza.
El trabajo de plomero era durísimo, y los malos tratos de sus jefes lo hacían peor, pero era lo que había.
“Me cansé. Los señores me trataban muy mal y no era por ser yo, era porque así estaban acostumbrados a tratar a los empleados. La vida del inmigrante es difícil en el sentido de que muchas veces uno tiene que agachar la cabeza porque, primero, no es tu país; segundo, no muchas veces tenemos los mismos derechos de una persona con estatus o nacido en este país. Siempre se está en desventaja”, refirió.
¿Y el taxi?
De plomero pasó a ser chofer de un técnico en refrigeración a quien llevaba de arriba para abajo, pero como Elías quería aprender de todo, el jefe se sintió amenazado y lo dejó de llamar, hasta que “desapareció”.
“Mi trabajo era sentarme en el volante y manejar, pero quería aprender, entonces me bajaba con las herramientas a ayudarle, lo veía a él y me di cuenta que ya algo sabía. Una vez llegamos a una casa y había dos refrigeradoras por reparar. Yo le dije que él una y yo otra. Terminé de primero y al otro día nos llamaron de que una de las refrigeradoras falló y resultó que era la de él. No le gustó, se sintió intimidado y buscó otro chofer”, relató.
En el 2018, fue cuando se le encendió el bombillo de hacerse taxista. Hizo todos los trámites, inscribió el vehículo que tenía y comenzó a hacer plata en un trabajo donde no tiene jefe, compañeros, ni horario.
Siendo taxista lo sorprendió la pandemia en el 2020, la cuarentena lo quiso poner de nuevo contra la pared pero llegaron dos grandes oportunidades: la venta de alcohol en gel y Telenoticias.
“Convertí mi taxi en una venta ambulante. Tania y yo nos íbamos a los supermercados a ofrecer alcohol en gel a 20 dólares el litro y con eso y con lo que Teletica me daba podía ir al pendiente con mis cuentas”, explicó.
Teletica comenzó a solicitar más colaboraciones de él desde Nueva York por ser esa ciudad epicentro de la pandemia en Estados Unidos, y así se fue “metiendo” en canal 7 hasta convertirse en el primer corresponsal internacional del canal en planilla.
“Telenoticias llegó a mi vida en Estados Unidos a darle sentido porque mi vida se había convertido en trabajo, casa, iglesia. Estaba desconectado de Costa Rica, me sentía alejado, pero cuando llega Telenoticias fue la oportunidad de hacer lo que amo en un canal que muchos veíamos. Nunca soñé trabajar en canal 7 como nunca soñé muchas cosas que me han pasado”, refirió.
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Aunque esta década ha tenido de todo, Elías no cambia su presente al lado de su amada e inseparable Tania y Saúl, el hijo que tuvieron hace tres años y que fue un milagro en sus vidas.