Curiosamente el músico y cantante Luis Jákamo celebra en octubre su cumpleaños en dos fechas diferentes.

Él vino a este mundo un 15 de octubre de 1953; pero un 5 de octubre de 1993 volvió a nacer luego de sobrevivir a un accidente de tránsito que tuvo en Vizcaya, en Cahuita de Limón, donde una palmera impidió que su carro siguiera dando vueltas.

Por eso, la celebración siempre es doble y este año no será la excepción. Eso sí, ambas fechas las festeja de una manera muy distinta.

El día 5 lo que hace Luis es una reflexión en el lugar del accidente, debido a una promesa que hizo hace 28 años y que desde entonces no ha dejado de cumplir. Y, en la segunda, arma un pachangón, que esta vez será junto a sus amigos del grupo Marfil, pues el próximo sábado 15 tocarán en Trattoria il gusto Toscano, en Santa Elena de San Isidro de Heredia.

“Tengo una vida nueva desde hace 28 años, por eso digo que cumplo años dos veces al año”, mencionó.

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Nunca falla su promesa

Para el productor musical. el 5 de octubre es la fecha más importante de las dos porque ese día su vida cambió por completo, ya que pudo haber muerto por el exceso de alcohol y drogas, razón por la cual prometió dejar todo lo que le hacía daño atrás y enfocarse en su salud física y espiritual.

Este martes, como todos los años, Luis fue a visitar el lugar del accidente y celebró estar vivo y libre de ataduras y de vicios.

“Voy y abrazo la palmera, le doy gracias a Dios por este nuevo año de vida, por tener un año más de vida saludable, sin alcohol, sin drogas. Es algo que realmente es una bendición para mí”, mencionó.

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Producto de aquel accidente, Jákamo estuvo un año internado. Los tres primeros meses en el hospital México y el resto en el CENARE, pues no podía ni caminar debido a las fracturas en sus piernas.

“Yo le hago una promesa a Dios cada año en esa palmera y la cumplo, han sido diferentes promesas cada año, pero las promesas no se pueden decir porque sino se rompe el ciclo de lo que yo voy llevando dentro mí”, contó.

La nave en la que se accidentó, y que había comprado tan solo un mes antes en Estados Unidos, la terminó vendido para chatarra a un señor de San Joaquín de Flores, en Heredia, por lo que de esta solo queda el recuerdo.