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Amputado ucraniano desea tener pronto su prótesis para volver a combatir

Daviti Souleymanishvili, de 43 años, resultó gravemente herido cuando un tanque ruso disparó en su dirección.

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Sentado en una camilla en una pequeña clínica ortopédica en Kiev, Daviti Souleymanishvili escucha con mucha atención las explicaciones de los médicos sobre distintas prótesis para su pierna izquierda, amputada durante los combates en la ciudad de Mariúpol, Ucrania.

Nacido en Georgia hace 43 años y nacionalizado ucraniano, Daviti forma parte de los muchos soldados amputados desde el inicio de la guerra que esperan impacientes un pie o un brazo artificial.

Miembro del regimiento Azov, estuvo desplegado en Mariúpol, la ciudad portuaria que los rusos bombardearon durante tres meses antes de tomar el control.

En medio de los combates, este sargento, conocido con el nombre de guerra “Scorpion”, resultó gravemente herido el 20 de marzo cuando un tanque ruso situado a unos 900 metros disparó en su dirección.

“Recibí metralla, volé a cuatro metros de distancia y un muro me cayó encima”, explica con voz calmada. “Cuando me quise levantar, no me sentía una pierna, mi mano estaba destrozada y me faltaba un dedo”.

Cargado por sus compañeros hasta el interior de la fábrica de Azovstal, fue amputado de urgencia por debajo de la rodilla y luego sacado en helicóptero hasta un hospital.

Dos meses después, Daviti puede ponerse en pie, aunque necesita muletas para andar. Confía poder dejarlas de lado pronto gracias a la instalación de la prótesis que el gobierno ucraniano debe financiar.

“Cuanto antes, mejor, porque quiero volver a los combates”, explica Daviti, que se dice “mucho más triste” por los compañeros muertos en Mariúpol que por su extremidad desaparecida.

“Una pierna no es nada. Estamos en el siglo XXI y se hacen prótesis muy buenas”, asegura. “Conozco muchos chicos que las llevan en la línea del frente (de combate)”.

Miles y miles de heridos

Días atrás, Daviti tuvo su primera consulta con los médicos encargados de colocar la prótesis.

En la clínica, una decena de especialistas fabrican prótesis en medio de un taller cubierto de yeso. En las salas de consulta, los doctores buscan el modelo que más se adapte a su paciente.

El caso de Daviti los deja con la boca abierta. Uno propone una prótesis “depresiva”, en la que una válvula absorbe el aire entre el encaje y el muñón. Otro prefiere una estructura más adaptada a la guerra, “estable, flexible y fácil de limpiar”.

Antes que a Daviti atendieron a otro combatiente de Azov y esperan recibir cada vez más militares amputados, por no hablar de civiles.

“Los primeros llegaron hace unos quince días. Hacía falta que primero se curaran de las otras heridas en su cuerpo” y que estas cicatrizaran, explica el director del centro médico, Oleksandr Stetsenko.

No hay ninguna cifra oficial sobre heridos. El presidente Volodimir Zelenski habló a mediados de abril de unos 10.000 soldados heridos y Naciones Unidas recuenta más de 4.600 civiles.

Para tratar a los amputados, serán necesarias clínicas bien equipadas, señala la revista Amplitude, destinada a personas amputadas y que advierte “el número de clínicas de este tipo es limitado en Ucrania y las cadenas de abastecimiento imperfectas”.

A la medida

Según el doctor Stetsenko, Ucrania cuenta con una treintena de establecimientos que fabrican prótesis. Su clínica produce y coloca unas 300 al año.

A pesar de las enormes necesidades, su centro no puede acelerar el ritmo porque cada prótesis es “personalizada” para responder a la herida y los requerimientos del cliente.

En el caso de Daviti, que es artillero, los médicos quieren añadir 15 kilos de peso para que su futura pierna resista al peso de las armas que deberá cargar.

“Me hace falta una prótesis que me permita hacer todas las maniobras”, insiste él mientras le presentan un pie de carbono y otro de caucho.

En una semana debe volver para obtener una prótesis temporal con la que deberá reaprender a andar. La prótesis definitiva no sabe cuánto tardará en llegar.

Pero “dos o tres semanas después, podrá correr”, predice el doctor Valeri Nebesni, asegurando que un 90% de los militares quieren, como el sargento Scorpion, volver cuanto antes a verse las caras con los rusos.

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