Hay historias que parecen sacadas de una película, pero que ocurren en la vida real y ponen a prueba la fortaleza de una familia. Heusiléia Coelho, de 41 años, asistente de coordinación y madre de dos adolescentes, enfrentó el embarazo más difícil de su vida con su tercer hijo.
Su bebé Henrique nació con apenas 23 semanas de gestación, pesando tan solo 740 gramos, y con apenas un 1% de probabilidades de sobrevivir. Desde ese día, ella no se despegó de él ni un segundo, al punto de dormir durante cuatro meses en una silla de la unidad de cuidados intensivos (UCI).
La mujer, originaria de Goiás, en Brasil, ya sabía lo que era tener un parto prematuro. Su hijo mayor, João Pedro, hoy de 17 años, estuvo 11 días en UCI tras nacer. Doce años después, su hija Ana Pérola también llegó al mundo antes de tiempo y tuvo que ser hospitalizada por varias semanas para ganar peso. Sin embargo, lo que vivió con Henrique superó cualquier experiencia previa.
El embarazo transcurrió con varias complicaciones. A la semana 12 presentó un sangrado que encendió todas las alarmas. En un inicio le recetaron progesterona, pensando en una infección urinaria, pero los exámenes demostraron una anemia grave y un preocupante aumento de glóbulos blancos. Tuvo que recibir hierro intravenoso para estabilizarse, pero poco después el sangrado regresó acompañado de dolor. Los médicos recomendaron ungüentos y reposo, mientras ella trataba de mantener la calma.
Pese a la incertidumbre, Heusiléia intentó seguir adelante y preparó con ilusión la habitación para Henrique. “La noche en que todo estuvo listo, me levanté con ganas de orinar y sentí un pinchazo en el cuello uterino. Antes de poder levantarme, el agua empezó a correrme por las piernas”, relató con la voz entrecortada al diario El Tiempo. A partir de ese instante, la vida cambió para toda la familia.
Henrique llegó al mundo demasiado pronto. Los médicos fueron claros: su estado era crítico y las posibilidades de sobrevivir eran casi nulas. Apenas un 1% de esperanza se aferraba a sus diminutos 740 gramos. Para una madre, esas cifras eran un golpe demoledor, pero también la chispa para luchar con todas sus fuerzas.
Durante los meses que siguieron, Heusiléia convirtió una silla de hospital en su cama. Pasó noches enteras en la UCI, vigilando cada movimiento, cada respiración, cada mínimo avance de su hijo. “Tenía miedo de perderlo en cualquier momento”, confesó. El agotamiento físico fue enorme, pero el miedo era aún mayor. Ella estaba dispuesta a resistir lo que fuera necesario con tal de no dejarlo solo.
El sacrificio, más allá de lo físico, fue también emocional. Dormir en una silla por cuatro meses significó cargar con dolores de espalda, insomnio y cansancio crónico, pero lo más duro era lidiar con la ansiedad de no saber si Henrique saldría adelante. Aun así, nunca pensó en rendirse. Esa constancia silenciosa, vivida entre máquinas, monitores y batas médicas, se convirtió en un ejemplo de amor incondicional.
Su historia refleja no solo la entrega de una madre, sino también la importancia de un sistema de salud que acompaña a las familias en situaciones de alto riesgo. Los especialistas señalan que casos como el de Henrique son cada vez más frecuentes debido al aumento de embarazos prematuros, y que además de la atención médica, es vital ofrecer apoyo psicológico a las madres para sobrellevar la carga emocional.
Hoy, Henrique sigue bajo cuidado, pero su caso es considerado un verdadero milagro. Lo que comenzó con un 1% de esperanza se transformó en un testimonio de resiliencia y fe. Para Heusiléia, cada día es un regalo y cada respiración de su hijo es motivo de agradecimiento. Su determinación, plasmada en esas largas noches de vigilia en una silla, demuestra que el amor de madre no entiende de límites ni estadísticas.
La experiencia dejó huella en toda la familia, especialmente en sus hijos mayores, que vieron cómo su madre luchó sin descanso. João Pedro y Ana Pérola aprendieron que la vida puede ser frágil, pero también que la esperanza es capaz de desafiar cualquier diagnóstico.
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La historia de Heusiléia y Henrique es un recordatorio de que detrás de cada caso clínico hay un corazón latiendo, una familia esperando y una madre dispuesta a todo. Un relato que, aunque nació en un hospital de Goiás, resuena en cualquier rincón del mundo donde una madre vela por la vida de su hijo con el único combustible que nunca se agota: el amor.
*Esta nota fue redactada por la Inteligencia Artificial, con información de El Tiempo de Colombia y revisada por un editor.