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Ni el Chapo ni Pablo: El Mencho es, ahora, el mayor traficante de drogas del mundo

Pablo Escobar Gaviria y Joaquín Guzmán Loeira, el Chapo, son, para muchos, los grandes nombres de la historia del narcotráfico

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Pablo Escobar Gaviria y Joaquín Guzmán Loeira, el Chapo, son, para el gran número, los grandes nombres de la historia del narcotráfico. Otros imprimieron su sello y tienen su lugar en el infame escenario del crimen organizado basado en el contrabando de estupefacientes, como Ismael “el Mayo” Zambada; Amado Carrillo, el “señor de los Cielos”, o los hermanos Jorge, Juan David y Fabio Ochoa, fundadores del cártel de Medellín, o Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, iniciadores del de Cali.

Nemesio Rubén Oseguera Cervantes, alias El Mencho, líder del Cartel de Jalisco Nueva Generación. Archivo

Todos esos, de una u otra manera, quedaron fuera de circulación. Sus organizaciones desaparecieron o cambiaron de manos, con menos presencia que las que tenían con sus antiguos líderes. Pero, hoy, el narcotráfico tiene un nombre. No es Pablo ni es el Chapo. Hoy, el rey del narcotráfico es el Mencho, Nemesio Rubén Oseguera Cervantes, líder del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), uno de los más sangrientos de México.

Oseguera Cervantes, nacido en Michoacán el 17 de julio de 1966, tiene una larga trayectoria criminal ligada al tráfico de drogas hacia los Estados Unidos. De hecho, una de sus imágenes más icónicas, en las que aparece con un abultado peinado, con pelo castaño oscuro encrespado y camisa de jean gastada, fue tomada por el Departamento de Policía de San Francisco en 1986, que lo arrestó cuando él solo tenía 20 años, por venta de heroína, hecho por el que fue condenado a tres años de cárcel.

Pero el Mencho no se quedó quieto. No tuvo escrúpulos y no ahorró violencia en su explosiva expansión. Como parte de una célula del llamado Cartel del Milenio, organizó y encabezó el ejército de sicarios que se propuso exterminar a uno de los clanes criminales más activos y sanguinarios de México: los Zetas, un grupo paramilitar dedicado tanto al terrorismo como al narcotráfico fundado por Osiel Cárdenas Guillén y que tuvo entre sus últimos grandes líderes a Miguel Ángel Treviño Morales, el Z40. Y no se quedó solo en la violencia: su matrimonio con Rosalinda le permitió sellar un pacto familiar y de negocios con Abigael González Valencia, el jefe del clan de Los Cuinis , que se convertiría en el brazo financiero del Cartel de Jalisco Nueva Generación y que, en su estrategia de lavado de dinero internacional, llegó a asentarse en Puerto Madero y en Punta del Este.

Nemesio se insertó, así, en el corazón de ese clan encabezado por Abigael González Mendoza y Estela Valencia Farías, que con sus 18 hijos eran una familia pobre que cultivaba paltas en Aguililla, Michoacán, hasta que, en los años 70, olieron los vientos de cambio y reemplazaron los aguacates por la marihuana y la amapola , materia prima para la fabricación de opio y heroína. El viraje llevó a los varones González Valencia a migrar hacia la costa oeste de Estados Unidos para afianzar las rutas de tráfico y comercialización de la droga que ellos mismos producían. Con ellos se fue el Mencho, ya enamorado de Rosalinda.

Veinte años después de aquel arresto en San Francisco, el Mencho no solo había logrado exterminar a sus archienemigos, los Zeta -victoria que le valió el apodo de “El mata-zetas” -, sino que, gracias a fusiones y apropiaciones de carteles derrotados, se había erigido como la cabeza del Cartel de Jalisco Nueva Generación.

Nemesio Rubén Oseguera Cervantes
Nemesio Rubén Oseguera Cervantes

Todavía tenía rivales de peso en la logística del tráfico de drogas hacia el norte, el más importante para los narcos mexicanos. El Cartel de Sinaloa, por ejemplo, que expandía sus negocios desde la costa norte del Pacífico bajo el mando del Chapo Guzmán.

Y para mostrar sus intenciones, el Mencho “se le plantó” al que, para entonces, era el enemigo público número uno de la DEA. En el verano boreal de 2016, en una célula de los “mata-zetas”, armados hasta los dientes, irrumpieron en La Leche, un restaurante de lujo de Puerto Vallarta en el que un joven millonario festejaba su cumpleaños. Con sus fusiles de asalto fueron hasta la mesa vestida de blanco e iluminada por las velas, y rodearon a los 17 comensales. Sorprendidos, nadie amagó siquiera a moverse. obligaron a uno de ellos a arrodillarse, lo patearon en las costillas y lo doblegaron; a otro le ordenaron que se levantara y marchara; se los llevaron en dos enormes SUV negras. Sin disparar un solo tiro, y en una operación que no les demandó más que dos minutos, las huestes de Oseguera Cervantes secuestraron a Iván y Jesús Alfredo Guzmán, los hijos del Chapo , que consiguió que los liberaran por “dos millones de dólares y muchísima droga”.

Miembros del CJNG, que los expertos ahora estiman que tiene un presupuesto de guerra de 20.000 millones de dólares. “El Mencho ha sido muy, muy agresivo”, dice un investigador de Estados Unidos. “Y hasta ahora le sirvió.”

A partir de ese golpe, comenzó a convertirse en leyenda. Un año después, agentes de la DEA comenzaban a decir: “Antes era el Chapo; ahora, el Mencho”. El Cartel de Jalisco Nueva Generación empezó a convertirse en la quintaesencia del narcotráfico transnacional. Establecieron rutas de tránsito hacia los Estados Unidos, Europa, América del Sur, Asia, África, y con su ejército armado custodió esa logística, combatió a rivales y eliminó a traidores. Los cientos de cuerpos que aparecieron en tumbas gigantes en distintas partes del territorio mexicano son atribuidos a las venganzas de los sicarios de Oseguera Cervantes.

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