Durante casi tres décadas, la vida de Bryan Hooper Sr. se redujo a celdas, horarios estrictos y el peso de una condena injusta. En 1998 fue declarado culpable de un homicidio agravado, robo y secuestro en Minnesota, Estados Unidos. Lo sentenciaron a cadena perpetua sin derecho a libertad condicional, pero él siempre aseguró que era inocente.
La justicia tardó 27 años en darle la razón: una mujer confesó ser la verdadera responsable del crimen y su caso se convirtió en un símbolo de cómo los errores judiciales pueden destruir vidas.
El inicio de la pesadilla
El 22 de abril de 1998, la policía halló muerta a Ann Prazniak, de 77 años, en su apartamento de Minneapolis. La mujer había sido asfixiada y, en medio de la presión por resolver el caso, las autoridades apuntaron rápidamente a Bryan Hooper. Tenía entonces 28 años y un historial de consumo de drogas, lo que facilitó que lo vieran como sospechoso ideal.
Las pruebas, sin embargo, eran débiles. No había huellas claras ni ADN concluyente. La condena se sostuvo principalmente en el testimonio de una mujer, quien señaló a Hooper como autor del crimen. También se usaron declaraciones de informantes de la cárcel que luego reconocieron haber mentido. Aun así, el jurado lo encontró culpable y fue enviado a prisión de por vida.
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Una verdad escondida por décadas
El tiempo fue pasando y Bryan no dejó de gritar su inocencia. Desde la cárcel escribió cartas, presentó apelaciones y buscó abogados que lo escucharan. Todo parecía en vano, hasta que el Proyecto Inocencia Great North, una organización dedicada a revisar condenas dudosas, tomó su caso.
En 2020, tras revisar expedientes, lograron anular dos cargos relacionados con robo y secuestro. Era un pequeño paso, pero Bryan seguía preso por homicidio. La pieza que faltaba llegó cuando la testigo clave confesó ser la verdadera autora del crimen. Esa declaración derrumbó por completo el caso en su contra.
La liberación más esperada
Con la confesión sobre la mesa, la fiscal del condado de Hennepin, Mary Moriarty, aceptó que la condena había sido un error. La jueza Marta Chou anuló la sentencia y Bryan salió en libertad.
“Los errores ocurren, pero lo importante es corregirlos. Hoy podemos decir que un hombre inocente recupera su vida”, dijo Moriarty durante la audiencia.
Cuando las puertas del Centro Correccional de Stillwater se abrieron, Bryan fue recibido con abrazos y lágrimas por parte de sus hijos, quienes eran unos niños cuando él fue encarcelado. Hoy son adultos que nunca dejaron de visitarlo y de creer en su inocencia.
Volver a empezar
Tras recuperar la libertad, Hooper contó que su plan inmediato es reconstruir el tiempo perdido con su familia y establecerse en las Twin Cities, cerca de Minneapolis, donde viven sus hijos y nietos. “Quiero disfrutar cada momento, estar con mis seres queridos y vivir en paz”, declaró a medios locales.
El Proyecto Inocencia aseguró que lo acompañará en su proceso de adaptación. Después de pasar casi tres décadas privado de libertad, tendrá apoyo psicológico, asistencia para conseguir empleo y ayuda en su reinserción.
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Justicia
El caso de Bryan Hooper expone las fallas que pueden presentarse en los sistemas judiciales: condenas basadas en testimonios dudosos, presiones sociales por resolver crímenes rápidamente y falta de revisión en pruebas claves.
Para organizaciones defensoras de los derechos humanos, su historia es también un recordatorio de que la prisión injusta no solo afecta a quien la sufre, sino también a sus familias, que cargan con el estigma y el dolor de una condena errónea.
Hoy Bryan es un hombre libre, pero las cicatrices de casi 30 años en prisión estarán siempre presentes. Aun así, asegura que lo más importante es que puede abrazar a sus hijos y mirar hacia adelante. Su caso se ha convertido en una señal de esperanza para quienes aún luchan por demostrar su inocencia.
*Esta nota fue redactada con Inteligencia Artificial, con información de El Tiempo de Colombia y revisada por un editor.