En Puerto Escondido de Pital, en San Carlos, hay una amistad que no necesita palabras para entenderse. Tiene crines, cascos y un corazón enorme.
La protagonista se llama Morena y es una yegua criolla costarricense que desde hace siete años se convirtió en el centro de la vida de María Angelly García Chacón, una joven sancarleña de 19 años, quien ahora no imagina su mundo sin ella.
María Angelly nació y se crió en San Carlos, en una familia unida y de campo, junto a su papá Geiner García, su mamá Yorleny Chacón, su abuelita Grace Gómez y su hermano Santiago.
Aunque siempre hubo caballos cerca, nunca imaginó que una yegua cargada de energía, nerviosa y desconocida, terminaría siendo su refugio, su paz y su compañera de competencias.
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Un flechazo en plena subasta
Morena llegó a la familia casi por destino. Al inicio, la idea era que fuera para la abuelita, pero al verla tan briosa, ella decidió que no era la indicada.
Fue entonces cuando surgió la posibilidad de comprarla para María Angelly, quien en ese momento solo tenía un pony llamado Carmelo y no era barrilera ni nada parecido.
“Yo no conocía a Morena, no sabía si era nerviosa, arisca o qué. Lo único que sabía era que podían comprármela. Algo en mí me dijo que esa era la yegua de mi vida”, recuerda.
Los dueños del animal la fueron a vender a la subasta en San Carlos. Y ese día, por casualidades de la vida, la familia de María Angelly fue a la subasta. Entre tantos animales, la muchacha la vio y supo que era ella. Insistió tanto que al final confirmaron que sí y la compraron.
Morena llegó a la casa un 11 de setiembre del 2018, con apenas cuatro años. Hoy tiene 11, pero en el corazón de su dueña sigue siendo esa yegua que llegó para quedarse.
Amor, paciencia y confianza
Los primeros días no fueron fáciles. Morena era nerviosa, se asustaba con ramas, obstáculos y cualquier ruido extraño. Incluso doña Yorleny le dijo a su hija que esa yegua le iba a dar miedo montarla.
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“Al principio ella no se quería arrimar, yo me acercaba y ella se iba. Fue a puro amor, chineo y paciencia que nos fuimos ganando la confianza. Hoy pasan camiones grandes y ya no se asusta. Salimos a la calle lo más bien”, cuenta.
La primera vez que María Angelly la montó fue a los 15 días de tenerla, acompañada por su papá y un primo.
Desde ese momento supo que no se volverían a separar. “Sentí que conecté con ella. Confirmé una vez más que Morena era para mí. Fue algo muy bonito”.
“Mi refugio, mi paz, mi vida”
Para María Angelly, Morena no es solo una mascota ni un animal de competencia, es familia.
“Ella es demasiado. Es mi refugio, es mi momento de paz, es mi vida entera casi. Cuando estoy triste me voy donde ella, la monto y los 500 mil problemas se acaban. Es donde puedo llorar”, confiesa.
La joven habla con su yegua como con una amiga. Le cuenta sus problemas, sus alegrías y hasta cómo resolvió las cosas.
“Morena es mi mejor amiga. Río, lloro y cuando me pasa algo voy y se lo cuento. Es increíble el vínculo que uno llega a tener”.
Ese amor se puso a prueba hace dos años, cuando Morena sufrió un fuerte cólico.
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“La vi muy mal y yo sufrí muchísimo. Sentí que la podía perder. Se llora, se llora mucho porque uno las ama. Pensé que mi vida entera se iba a ir con ella”, recuerda con la voz cargada de emoción.
El salto a las barrileras
El gusanillo de las barrileras nació viendo competir a otras muchachas por televisión, entre ellas una prima.
Un día fue solo a acompañar a su hermano a entrenar, incluso andaba en tenis, sin intención de montarse. Pero el destino volvió a meter la cola.
“Anthony Víquez (Tony, entrenador) me dijo: ‘¿Usted qué, no se va a subir al caballo (Dominó, propiedad de Tony)?’. Me subí y todo lo que aprendía con ese caballo lo aplicaba con Morena”.
Tras dos años de entrenamiento, tomó la decisión de competir como barrilera. Su papá les puso un reto: si hacían 20 segundos, se ganaban un saco de concentrado.
“Yo le dije que si hacía 20 segundos me ponía a llorar. Ese día hicimos 17 segundos y algo en Expo San Carlos. Para mí fue un logro enorme”.
Esa primera competencia fue el 11 de setiembre del 2022, exactamente cuatro años después de que Morena llegara a su vida.
“Ahí entendí que el corazón de Morena era demasiado grande. Si ella podía competir con caballos más grandes y rápidos, yo también podía. Morena me hizo confiar en mí”.
Sueños que galopan juntas
Hoy María Angelly compite en barrileras, rodeo criollo por equipos y otras disciplinas como aparto y llantas musicales. El próximo 18 de enero competirá en Palmares y sueña en grande.
“Algún día quiero estar en una competencia de barrileras de las que dan en televisión. Esa es la meta para el 2026 y lo vamos a lograr”, dice con seguridad.
Desde que tenía 12 años, ella y Morena se entienden casi sin palabras. Tanto así, que cuando entrenó otra yegua, Morena se puso celosa. “Se enojó mucho. Parece increíble, pero así fue”, dice entre risas.
En Pital de San Carlos, una joven y su yegua siguen galopando juntas, demostrando que el amor verdadero también relincha y compite entre barriles.






