Quien ve a Bestia, un golden retriever de casi tres años, no se imagina que este peludo tiene la fuerza de un toro y la ternura de un bebé.
Vive en Paraíso de Cartago con su dueña, Jessica Madriz Quirós, su esposo Carlos Roque y una prima humana del peludito, Brenda Solano, quien tiene 16 años.
Aunque lo apodan “Best”, el mejor en inglés, en realidad viene de “Bestia”, porque así de tremendo es. Su nombre real es Dirac.
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“Bestia poda las matas, las arranca, cuando usted ve trae las matas en el hocico, todo se lo come. Si lo dejo adentro se devora los muebles, por eso pasa en la terraza y el patio”, cuenta entre risas doña Jessica, quien tiene 35 años.
El perrito llegó a su vida porque su hermano lo compró, pero no pudo con él.
“Me partía el corazón que lo dieran en adopción, entonces me lo dejé. Era un bebé rebelde y muy cabezón, como suelen ser los golden, pero me enamoré de él”.
Hermanos muy distintos
Best no está solo. En la casa también vive Oso, un french poodle de 17 años y medio, que llegó a la vida de Jessica cuando ella apenas tenía 17.
“Oso está viejito, ciego, y siempre fue nervioso porque lo maltrataron de pequeño. Best es puro amor, pero para que no se estresen los tengo separados con un portoncito. Aun así se huelen, se quieren y se respetan”.
La convivencia es un contraste: Oso es un abuelito calmado y reservado, mientras que Best es un torbellino.
“Con Best tengo que estar corriendo todo el día, porque es un bebé en cuerpo de adulto. Tiene tanta fuerza que cuando juega me bota, pesa 40 kilos y no se mide”.
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Travieso, pero tierno
Best se roba los limones, los chiles, los limpiones, hasta las ramas de la palmera del patio.
“Tengo una rosa que ya me la ha botado varias veces, pero vuelve a florecer, y eso es como la relación con él: a veces siento que me destruye todo, pero luego me derrite de amor y vuelve a florecer el corazón”, dice doña Jessica.
No hay sesión de fotos que salga como se planea.
“A los dos años le hice una sesión con el número 2, y reventó la bomba. En Navidad intenté ponerle trajes y se los quitaba todos. Con él todo es impredecible”.
Eso sí, cuando llegan visitas, su manera de recibirlos es única.
“Lo primero que hace es correr a buscar un juguete para enseñarlo, como si quisiera presentarlo. Los peluches no duran nada, entonces solo le compro juguetes fuertes, de cordón. Tiene montones, pero siempre quiere uno más”.
Consejos para un cabezón
El carácter revoltoso de Best no es raro. Muchos dueños de golden retriever se enfrentan a lo mismo, sobre todo cuando los malcrían de cachorros. Aquí algunos consejos, contados de acuerdo a la experiencia vivida por doña Jessica.
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Camine, camine y camine. Un golden necesita gastar energía. Encerrado se desespera, hace huecos, muerde muebles y arranca matas. Con caminatas largas, juegos de pelota y carreras, se tranquiliza un montón.
Sea firme y paciente. Son perros cariñosos, pero también testarudos. Si uno les deja pasar todo, después se vuelven rebeldes. Mejor poner reglas claras desde pequeños.
Entrenamiento con amor. Jessica lo llevó a clases porque ya no hacía caso. Con técnicas positivas aprendió a sentarse, echarse y caminar más controlado. Con gritos o golpes nunca se logra nada.
Juguetes fuertes, los peluches duran minutos. Mejor darles juguetes hechos de cuerdas, huesos grandes o pelotas resistentes. Eso mantiene su boca ocupada y salva los muebles.
Socialización. Aunque son un amor con los niños y otros perros, hay que acostumbrarlos desde pequeños a convivir y jugar para que sepan medir su fuerza.
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Bebé gigante
Best se derrite con los niños.
“Él jamás ha intentado ser agresivo, al contrario, los llena de besos. Da miedo verlo de ese tamaño, pero en realidad es un bebé con cuerpo de gigante. Él no sabe que es tan fuerte”.
Para Jessica, tenerlo ha sido todo un reto, pero también una bendición.
“Me alegra la vida, me hace reír, me saca de quicio, pero me llena de amor. Es mi bestia hermosa”.
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Y aunque arranque matas, robe chiles y vuelva la casa un desorden, Best es prueba de que la travesura también es amor puro con patas peluditas.