Un buggy que va a clases a la universidad, que también lleva a su dueña a lecciones de karate, y que hasta los tráficos lo paran por la extrañeza de ver un vehículo de playa, en plena ciudad, es el chuzo de esta semana.
El vehículo tiene otra gran particularidad, su nombre: “Pandemio”, pues fue comprado en 2020, en medio de la pandemia que sacudió al mundo.
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Su dueña es Dionela Cásares, una joven de 20 años, que estudia Ciencias del Movimiento Humano en la Universidad Nacional, y quien ha logrado que su hermoso carro sea bien conocido en ese centro de estudios. Ella lo conduce desde Moravia, hasta Lagunilla de Heredia, mientras que las clases de karate las recibe también en Moravia.
El carro es modelo 1962, es un buggy empty, y Cásares considera que es único en Costa Rica porque nunca ha visto otro igual.
Aunque muchos creen que el buggy es solo de Dionela, en realidad, el verdadero origen de “Pandemio” está ligado con su mamá, Angie. La llegada de este chuzo a la familia fue casi por casualidad, y responde a cómo fue creciendo el núcleo familiar y adaptándose a las circunstancias.
Todo comenzó cuando tenían un Hyundai Elantra para cinco personas, pero con la llegada de un nuevo hermanito, el espacio se hizo pequeño y optaron por una microbús Volkswagen, una Combi, para más comodidad.
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Fue en el 2020, cuando doña Angie se compró el buggy, pero prácticamente, quien lo anda es Dionela, que le ha cogido un tremendo cariño. La familia se aficionó a la marca, y hoy en día tienen otra Combi, un Beetle y dos buggys, aunque el otro está parado.
Cásares sale a la U entre 6 y 7 de la mañana todos los días, y en el trayecto la gente la para, le pita, le piden fotos y hasta los oficiales de tránsito la han detenido. “Pero no para multas, sino para ver el carro. Le gusta mucho a la gente, pero más a los niños, y a mí me encanta que eso pase”, afirmó.
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Pandemio, como era de esperar, también causa admiración en la playa cuando lo han llevado, pero sin duda, es en la ciudad donde más llama la atención.
Cásares cuenta que una vez lo llevaron a Uvita y recorrió cerca de 600 kilómetros y no hubo problema, pero recordó que, al menos, dos veces la ha dejado botada.
“Una vez iba con mi hermana y le tocó empujar a ella, y otra vez, saliendo de Santa Rosa de Santo Domingo, me tocó llamar a la grúa. Esa vez se dañó el clutch”.
Así es “Pandemio”, el chuzo que no solo roba miradas en la ciudad, sino que también se ha convertido en parte de la familia de Dionela.
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Más que un carro, es compañero de aventuras, testigo de anécdotas y motivo de sonrisas para grandes y chicos. Aunque a Dionela le han ofrecido buen billete, la familia prefiere seguir sumando historias juntos, porque saben que hay chuzos que no se venden, se disfrutan.