Un total de 70 buzos profesionales radicados en Costa Rica se apuntaron a participar en la “Coralmanía”, un evento que consistió en trasplantar corales a las aguas del océano Pacifico para crear un ecosistema marino más atractivo.
Juan José Alvarado, del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (CIMAR) de la UCR, nos dijo que la forma más fácil de explicar lo que hicieron es compararlo con cuando trasplantamos un árbol, ya que lo llevamos del vivero hasta el lugar donde lo sembraremos de forma definitiva.
En este caso, los corales se encontraban en refugios, donde se estaban formando, y los pasaron a los arrecifes de bahía Culebra, en el golfo de Papagayo, en Guanacaste.
Eso sí, esos corales deben tener al menos un año en ese crecimiento supervisado antes de ser llevados al mar.
La especie que se trasplantó es la conocida popularmente como cirios, debido a su semejanza con las candelas de la iglesia y, aunque en Tiquicia hay varios proyectos de restauración coralina, es la primera vez que se hace dicha actividad a gran escala.
“Los arrecifes coralinos son vitales para la vida humana y la biodiversidad de todo el planeta. El grave deterioro que han sufrido en las últimas décadas pone en juego los servicios económicos y ambientales que nos brindan. Con su restauración tratamos de adaptar y mitigar los impactos del cambio global y ayudar a los arrecifes a sobrevivir y a que podamos disfrutarlos por más generaciones”, dijo el experto.
La idea de los organizadores y voluntarios fue intervenir más de un kilómetro cuadrado de arrecife para recuperar el ecosistema, porque sin los corales no hay playas blancas y tampoco especies de peces que los turistas van a ver cuando hacen snorkel. Tampoco existirían muchos de los peces con los que los pescadores se ganan el sustento para sus familias.
La actividad se hizo al mismo tiempo en Costa Rica, Honduras y República Dominicana, con la cooperación de Alemania, entre el 27 de noviembre y el 10 de diciembre.
Hay que chinearlo
Alvarado nos explica que el coral es un animal muy sencillo, como si fuera una capita de piel, que se pone uno junto a otro para que convivan y formen las gigantescas colonias que conocemos como arrecifes.
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Solo se les pega un “empujoncito” colocando una especie de armazón, sobre el cual se van colocando los corales, pero cada mes se les debe dar mantenimiento, chequear que no se hayan enfermado y chinearlos mucho.
Pero no solo en el Pacífico se está haciendo esta iniciativa, en el Caribe costarricense iniciaron, hace cuatro meses, con el proyecto Cacho de Alce, por el parecido de los corales con la ornamenta del animal y su color anaranjado.
En esa región, cumple también la función de barrera protectora.