Nacional

Así barrió a las drogas de su vida una empunchada trabajadora municipal

Nathalia Esquivel tocó fondo debido a las drogas, pero tuvo la fuerza y el valor necesarios para corregir el rumbo

EscucharEscuchar
A Natalia Esquivel se le puede ver bien embuchada trabajando todos los días en Chepe centro. Foto Rafael Pacheco (Rafael PACHECO GRANADOS)

Nathalia Esquivel es el vivo ejemplo de que cuando se quiere, se puede. Es una mujer que no se dejó vencer por las adversidades, que ha luchado en busca de algo mejor sin conformarse con lo que llegó a encontrar en el camino de la vida.

Trabaja para la Municipalidad de San José desde el 12 de noviembre barriendo los bulevares de la capital. Su historia, esa que desconocen quienes la ven a diario, es la que vamos a contarles.

Nathalia nació en Paso Ancho en 1985, en el seno de una familia llena de problemas y necesidades. El papá había abandonado el hogar cuando ella tenía seis años y dejó sola a Tatiana Castillo, quien se hizo cargo de la crianza de cuatro hijos de los cuales Nathalia es la menor.

Solo terminó la escuela y a los 19 años quedó embarazada de la que es su única hija y a la que crió doña Tatiana (la niña vive lejos, con un tío).

En los veintes Nathalia probó la marihuana y se echaba los tragos cuando se enfiestaba. Nada del otro mundo, pero la muerte de la mamá lo cambió todo y fue el inicio de una etapa llena de sufrimiento que afectó muchísimo su vida.

“Se dividió la familia y caí en una depresión", cuenta. Fue entonces cuando le tocó empezar a vivir por su cuenta y consiguió trabajo en una ebanistería.

Por aquel tiempo conoció a un hombre del que se enamoró y él le dio a probar cocaína. Nathalia se enganchó de esa droga a los 30 años y empezó a consumir otras drogas hasta que llegó al crack, que la hizo tocar fondo.

Sin el consejo de la mamá y lejos de la hija, influenciada por esa pareja, Nathalia empezó a vender lo que tenía para comprar más droga hasta que se quedó sin nada y terminó durmiendo en un cartón en las calles de Mozotal de Guadalupe, que era donde vivía entonces.

“Terminé renunciando al trabajo, vendí todo lo que me había dejado mi mamá, perdí el apartamento (no porque le perteneciera sino porque ya no podía pagar el alquilar)", contó con los ojos llorosos recordando los difíciles momentos que pasó porque las drogas la controlaban.

Pasó tres años durmiendo en las calles, mendigando, robó y estuvo a punto de prostituirse para conseguir plata. “Todo estaba hablado, pero me dije que yo no era así”.

Como casi siempre estaba drogada, no le importaba nada, ni la falta de comida y si alguien le daba algún alimento lo vendía. En cuanto se despertaba se iba a buscar dinero para comprar más droga. Estaba metida en un círculo del que no hallaba la forma de salir.

Esta imagen en Facebook cuenta con miles de likes llenos de buenas vibras. Foto: Captura Facebook (Facebook Johnny Araya)

Muchas malas caras

A finales del año pasado, cuando la gente anda metida en el corre de las fiestas, Nathalia empezó a ver que la gente le hacía mala cara cuando la veía y a veces incluso se pasaba de acera. Aquellas reacciones la llevaron a pensar en lo triste que estaría su mamá si la viera tan mal y se dio en ella una especie de resurrección.

“A inicios de enero (de este 2018) puse los pies sobre la tierra o Dios me zarandeó. Me dije ‘¿qué estas haciendo?’; yo veía al cielo y pensaba que a mi mamá no le gustaría verme así, a los días traté de buscar a todos mis amigos posibles, me ayudaron y una muchacha que también estaba en la calle me llevó a un centro en Puntarenas y ahí duré un mes", contó.

Nathalia abrió los ojos y vio que si no salía de esa vida iba a morir en la calle, a pasar en un cartón, llevando frío, con un ojo abierto y otro cerrado porque no podía confiar en nadie. Estaba totalmente expuesta a un gran número de peligros.

En el albergue de Puntarenas vio que la gente que estaba allí salía a consumir droga durante el día y regresaba a dormir en la noche. No había ningún cambio, así que decidió volver a San José para tratar de mantenerse sin consumir.

Relación de apoyo

Fue entonces cuando conoció a su actual pareja, Amett Moya, de 36 años y quien tenía problemas similares a los de ella. Surgió entre ellos una relación y empezaron a apoyarse para mantenerse sobrios.

Él (Amett) conocía el centro dormitorio de San José (creado y administrado por la Municipalidad de San José), los dos fueron al sitio y empezaron a pasar allí las noches. Los chinos de un supermercado les hacían el favor de cuidarles las cosas durante el día mientras ella deambulaba por la calles de San José tratando de mantenerse alejada de las drogas y buscando un trabajo.

Hace un mes la Muni josefina le dio la oportunidad de trabajar formando parte de los equipos de mujeres que barren los bulevares y ella tomó la oportunidad. Con la platica del sueldo logró alquilar un cuarto en el barrio Chino en el cual vive desde el 30 de noviembre.

Natalia cambió las aceras por un cuartito que alquila en el Barrio Chino. Foto: Cortesía

“Ya logré salir de las calles, no consumo drogas y me aferro a Dios para no caer de nuevo. Quiero recuperar mi vida, estudiar para sacar el bachillerato y acercarme a mi hija para darle todo lo que ella se merece y yo no he sabido darle”, cuenta.

El camino recorrido ha sido duro. Cuenta que cuando alguien pasa cerca de ella fumando marihuana –algo que se ha vuelto común en San José– o encuentra dosis de drogas botadas mientras trabaja se le hace “un colocho en el cerebro”, se arma de fortaleza y recuerda que está decidida a salir adelante para no recaer.

Nathalia espera que la vida le permita recuperar lo que perdió, casarse y ser feliz gracias a que se dio la oportunidad de enderezar el rumbo a tiempo.

En beneficio de la transparencia y para evitar distorsiones del debate público por medios informáticos o aprovechando el anonimato, la sección de comentarios está reservada para nuestros suscriptores para comentar sobre el contenido de los artículos, no sobre los autores. El nombre completo y número de cédula del suscriptor aparecerá automáticamente con el comentario.