Les voy a contar una historia de terror. Y no, no es de esas que me contó el amigo de un amigo; es algo que viví en carne y hueso y, de tan solo pensarlo, se me hiela la sangre.
Sé que muchos no me van a creer, otros me van a decir mentiroso y, un grupo muy pequeño me va a dar el beneficio de la duda, pero sé que lo vi y, más importante aún, sé lo que sentí.
Todo comenzó por allá del 2017. Tenía 20 añitos y compartía cuarto con mi hermano menor, Víctor.
Dormíamos en un camarote, yo me dejaba la cama de arriba, él la de abajo.
Nuestro cuarto era como el de cualquier otro joven que comparte con un pequeño, una mezcla entre decoraciones de chiquito y de adulto. La verdad, es que siempre he sido un ñoño, entonces no me molestaba que el cuarto estuviera decorado con legos y videojuegos.
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Pero, mi orgullo, era una pequeña tabla que tenía atornillada a la pared frente a la cama, la cual tenía decorada con cosas que tenían un significado importante en mi vida: medallas, latas, decoraciones, ese tipo de cosas.
El comienzo
Antes de comenzar, tengo que decirles que yo siempre he tenido un mal horario del sueño. Para mí, una hora normal de acostarse es a la 2:00 de la mañana. En esa época, mis horarios no estaban tan fatales, pero tampoco eran los mejores.
No podría decirles el mes, pues fue hace mucho tiempo y la memoria no me da para tanto, pero una noche, así como cualquier otra, todo comenzó.
Recuerdo despertarme por la madrugada; eran las 2:50 de la mañana. Abrí mis ojos y me di cuenta de que algo estaba mal, la respiración me pesaba y el cuerpo no me respondía.
De reojo, al lado izquierdo del cuarto, vi algo moverse entre las latas de mi preciada tabla. Parecía un líquido que bailaba entre las decoraciones.
Esa noche, no pasó a más.
Al día siguiente, recuerdo levantarme con un recuerdo un poco borroso de lo que había pasado, pero asumí que había sido un sueño y lo ignoré.
Ese jugueteo de la sombra entre las latas, se repitió a lo largo de varias noches, todas a la misma hora 2:50 a.m. y, coincidentalmente, en ninguna podía moverme.
Pero la verdad es que, más allá de estar asustado, me generaba curiosidad e incluso, en ocasiones, ilusión, saber que iba a ver a la sombra moverse.
La quinta noche, cual despertador, me levanté a las 2:50 a. m., pero algo se sentía diferente. No podía moverme, pero la sombra no estaba.
No volví a verla por un tiempo.
Aparición
Pasaron un par de semanas -- las cuales dormí como bebé, si puedo agregar--, hasta que una noche, la parálisis regresó, pero no a las 2:50 a.m., sino a las 3:15 a.m.
Esa noche, la sombra se sintió en confianza y recuerdo verla bajar por la pared como si fuera una gota, pero, antes de tocar el suelo, se devolvió y se escondió entre las sombras.
Eso se repitió por un par de noches. Lo que no sabía, era lo que me esperaba.
Una noche de tantas, la sombra bajó completamente, y se colocó en la esquina diagonal a la cama.
Como solo podía mover los ojos, la veía perfectamente; era una especie de mancha negra, arrinconada en la esquina más oscura del cuarto.
En ese momento, la curiosidad se convirtió en miedo.
Ese jueguito se mantuvo por varias noches, hasta que un día, en vez de verse como una figura abstracta, tomó la forma de una persona.
Aún me cuesta creer lo que vi, pero era una persona hecha y derecha. Si bien no tenía facciones claras, tenía una gabardina, un sombrero y, aunque no tenía ojos, sentía que me estaba viendo.
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Esa figura me estuvo acechando por varias noches hasta que en una, me envalentoné, la volví a ver a la cara y, no sé de dónde, saqué la fuerza para reaccionar y le dije: “usted no es real”.
Me di media vuelta, dándole la espalda, e intenté volver a dormirme.
Se me hiela la sangre de solo pensar en ese momento y es que, no habían pasado 10 segundos desde que me di vuelta, cuando sentí una mano que me tocaba el hombro, sentí la presión de las cobijas majadas y el sonido de la mano moviéndose sobre la sabana.
No había más que hacer, comencé a rezar el Padre Nuestro y, lo siguiente que recuerdo, fue levantarme al día siguiente.
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Sin más, fui donde mi mamá, le conté lo que venía pasando desde hace varias noches y ella me dijo que se encargaría. Al día de hoy, no sé qué fue lo que hizo y no me atrevo a preguntarle, pero he encontrado varios rosarios escondidos en el cuarto.
Explicación
Según me contó Israel Barrantes, director de Investigación Paranormal Costa Rica, este ser se llama el “Hombre del Sombrero” y es un fenómeno que se ha reportado en todo el mundo.
Esta aparición está relacionada con las entidades sombra, seres de bajo astral que, en su mayoría, son demonios.
“Cuando se aparece es porque trae un mal augurio, un mensaje. Está asociado a trabajos de hechicería y se dice que avisa cuando, aparentemente, alguien va a fallecer”, explicó.
Ahora, ¿qué tan común es que a uno lo toque un ente así?
“Eso no es permitido, ninguna entidad demoniaca tiene permiso de tocar a una persona, por todos tenemos un ser supremo que nos está cuidando.
“Puede ser que en ese momento estabas vibrando bajo, lo que le permitió tocarte”, dijo.
Sobre mi mamá, según nos contó el experto, los papás tienen un poder especial para expulsar este tipo de cosas.
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“Los padres de familia son los sacerdotes del hogar y tienen la potestad y autoridad de sacar a una entidad que esté molestando. Tu mamá activó todo lo que ella sabía y lo logró ahuyentar”.
Así que ya sabe, si a usted se le aparece una figura así, recuerde que tiene poder sobre él y encomendarse a un Padre Nuestro no le cae mal a nadie.
Si la cosa se pone fea, puede contactar al equipo de Investigación Paranormal, a través de sus redes sociales como Facebook o Instagram, y ellos les van a ayudar.
Esta es mi experiencia con el infame “Hombre del Sombrero”