En el 2018 a doña María Picado, con 61 años, le detectaron cáncer de mama. Su hija, María Esperanza Arana, la apoyó en todo momento y le confirmó que estaría a su lado en el proceso, algo que le pareció normal por la edad de su mamá. Varios meses después, en el 2019, en el mismo Hospital Calderón Guardia a María Esperanza, quien en ese momento tenía 30 años, le confirmaron el mismo diagnóstico: cáncer de mama.
“Cuando a uno le dicen que tiene cáncer, no lo puedo negar, se siente la muerte. Estaba impactada. Jamás me pasó por la mente que a mis 30 años me iban a decir que tenía cáncer de mama, una cree que eso es algo para mujeres que tienen más de 40 años.
“Se siente un gran susto al inicio, es muy difícil asimilar la noticia. También sentí ansiedad y viví depresión. Una jamás espera que le digan que tiene cáncer y mucho menos tan joven. Por eso, realmente, una se pregunta si en verdad se va a morir”, comentó María Esperanza, justo este 19 de octubre en que se celebra el Día Mundial de la Lucha contra el cáncer de mama.
Contactamos a esta joven con el objetivo de hacer una nota para confirmarle a las mujeres que el cáncer de mama es una realidad que no se fija en edades y que todas las mujeres, sin importad los años que tengan, deben hacerse el autoexamen. De camino, hablando con ella, comprendimos que es una historia de doble éxito, de dos guerreras que se acompañaron siempre. Madre e hija.
Doble cáncer
María Espeanza recuerda que cuando tenía como 27 años se sintió una pelotica en uno de sus senos. Por eso fue el Ebais de su comunidad y el doctor le dijo que se estuviera tranquila, que solo era grasa, que nada que ver con cáncer.
A finales del 2018 doña María, la mamá, fue diagnosticada con cáncer y eso le encendió todas las alertas a la hija, quien para descartar la pelotica mejor se fue otra vez al Ebais y otro doctor le dijo que para estar bien seguros, por el historial de la mamá, era mejor que fuera a oncología del Hospital Calderón Guardia, en donde le confirmaron que tenía cáncer de mama.
“Terminando la radio terapia con mami comencé yo mi proceso. El día que me confirmaron el diagnóstico, recuerdo, mami tenía cita a las 7 de la mañana y yo una hora después. Yo no quería que ella estuviera por todo lo que había pasado, pero estuvo. Nos dio mucho susto, nos llenamos de dudas. Me preguntaba ¿eso no sucede solo después de los 40 años?
“Me enojé mucho al inicio, porque me preguntaba qué habría pasado, cómo me hubiese ido si el primer doctor, el que me dijo que solo era una pelotica de grasa, me hubiese atendido bien y me hubiese mandado a oncología de una vez”, recordó.
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Desde el 2019 a María Esperanza la han operado ya tres veces; la primera, para quitar el cáncer; las otras dos, porque aparecieron nódulos y es mejor no arriesgar. Le tocó vivir el proceso de quimioterapia en media pandemia, en el 2020.
Detalle de amor
Ella sabe lo que es pasar un 24 de diciembre en quimioterapia y hasta un 14 de febrero. Por cierto, en esa fecha la recibieron en el Calderón Guardia con una tarjetica de amor y un chocolatico y eso la marcó porque le renovó energías, la cargó de positivismo. Ese día salió muy enamorada de la vida y, prácticamente, se prometió a ayudar con detallitos a esos pacientes de oncología del Calderón Guardia quienes, como ella, tal vez, lleguen una mañana a quimioterapia con las pilas bajas y un detalle así, por pequeño que parezca, puede significar un levantonazo en el ánimo.
Para su lucha con el cáncer de mama se agarró de este versículo de la Biblia: “No se afanen por nada, mas bien oren por todo. Presenten ante Dios sus necesidades y después no dejen de darle gracias por sus respuestas. Haciendo esto sabrán ustedes lo que es la paz de Dios, la cual es tan extraordinariamente maravillosa que la mente humana no podrá jamas entenderla. Su paz mantendrá sus pensamientos y su corazón en la quietud y el reposo de la fe en jesucristo”. Dicho versículo es de Filipenses 4:6-7.
“Mi historia con el cáncer de mama no termina, sigo en tratamiento. Todavía no me han dado de alta; sin embargo, voy entendiendo el propósito que Dios tiene conmigo. Desde que inicié al día de hoy he aprendido mucho”, advirtió María.
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Ahora María Esperanza hace gelatinas con flores comestibles para llevarle a los pacientes de oncología. Lo único que busca es dar un pequeño golpecito de motivación tal y como ella lo recibió. “Le doy gracias a Dios por permitirme vivir este capítulo”, dice esta guerrera, quien incluso fue despedida poquito tiempo después de informar en su trabajo que tenía cáncer.
“Un día otra paciente de oncología me dijo que habláramos porque quería agradecerme, ya que ella me veía muy valiente pasando mi quimioterapia y eso la motivaba. Siempre he tratado de ser positiva, pero hay días en que llegué a la quimio muy afectada, pero ponía buena cara; eso me demostró que sí, que uno puede influir un poquito en los demás con la actitud.
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“Ahora soy toda positiva, tengo mucho por qué serlo. Mi mamá superó el cáncer de mama y yo estoy cerca de lograrlo; además, en el camino conocí gente de oro en oncología. Es cierto, a otros los perdí; hace 15 días falleció un amigo muy querido, pero aquí sigo muy agradecida con Dios”.