Javier Alvarado Guzmán es un ejemplo más que el famoso sueño americano no es solo una ilusión que se vende en películas o televisión, sino una posibilidad real para el que está realmente determinado a conseguirlo.
A sus 40 años, este egresado del Liceo Mauro Fernández en Tibás, dirige hoy el área de servicios generales y administrativa de la “Cleveland Clinic”, uno de los hospitales más importantes del estado de Ohio, en los Estados Unidos.
Este es un es un centro médico académico de especialidades múltiples sin fines de lucro, con ubicaciones en Cleveland, Ohio, y en Weston, Florida, EE. UU., reconocido entre los mejores hospitales del mundo que brinda atención médica especializada a millones de pacientes cada año.
En febrero del 2014, Javier llegó a pedir trabajo al hospital dado que su exesposa estaba trabajando allí y como tenían solo un vehículo, lo más sencillo para ambos era que fueran al mismo lugar.
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“Yo llegué a los Estados Unidos en el 2012 y a Ohio en el 2014. Llegué al hospital sin querer, no es algo que haya planeado ni pensado. Lo que pasó es que mi exesposa terminó una maestría en Sicología y era trabajadora social, entonces la idea era buscarme un brete sin mucha responsabilidad para seguir estudiando acá en Estados Unidos”
“Yo me sacrifiqué para que ella pudiera estudiar, trabajé muy duro por dos años y al venirme de Costa Rica dejé atrás una carrera de Derecho que dejé botada para venirme, porque ella es de acá. Ella encuentra brete en el hospital y me dice, ¿Por qué usted no pide brete en el hospital y así viajamos los dos juntos?, porque solo teníamos un carro, es un lugar en el que siempre hay mucho trabajo y entré así, limpiando pisos", recordó.
En ese momento salía del trabajo a las 4 p.m y después podía ir estudiar al community college o colegio universitario. Alvarado no quería bretes con mucha responsabilidad, en Costa Rica fue gerente de una tienda de rollos de canela y cafetería, por lo que tenía noción del tema.
“Me divorcié, pero me mantuve en el hospital, como a los seis meses de estar ahí me dieron un ascenso y era algo muy operacional, enseñar a otros a usar maquinaria y los distintos implementos para el trabajo, yo soy de los que aprendo rápido, pero no me quedo solo con eso, sino pienso en ir más allá.
Algo vieron en mí y me empezaron a dar todo tipo de certificaciones, el mantenimiento a los pisos de un hospital acá es jodido, hay muchos componentes, químicos, lo mismo con las alfombras, hay que ser muy riguroso en el tema, yo a los seis meses ya manejaba todas las máquinas del departamento, ese ascenso estaba muy orientado a eso.
“Un año después me ascendieron a supervisor de uno de los edificios de Main Campus, que son las instalaciones que es como una ciudad. A mí me tocaba ver un edificio como con 200 camas, aprendí mucho a nivel administrativo y entonces ahí fue cuando me fui a estudiar Administración, duré unos cinco años como supervisor”, recordó.
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El siguiente paso fue salir de ese edificio a otro en el que estaba con personas que había trabajado tiempo atrás y tenía gran relación y allí fue promovido a mánager, un puesto ya de mucha más relevancia
“Yo quería seguir creciendo y pasarme a ese otro lugar era una oportunidad de crecer más adelante, uno que tenía 1200 camas, en el país solo hay dos hospitales más con la misma capacidad. Éramos dos mánagers, trabajamos juntos como cuatro años y luego se abrió un concurso en el cual uno se hacía como el mánager general de todos llamado ”senior manager" y me dieron esa posición en la que ahora tengo todo el hospital a cargo"
El último ascenso lo consiguió en febrero y este sí fue todo un giro por las responsabilidades que están a su cargo, en la que además dirige a unas 115 personas.
“Todo lo que sea del hospital que no sea la parte médica, está a mi cargo, solo el presupuesto de mi departamento, el cual me toca manejar, son 25 millones de dólares, me toca administrarlo, preparar el presupuesto, uno se acostumbra, pero sin duda es una gran responsabilidad”, destacó.
Pasar de estar en la parte más baja de la cadena, a una de las más altas, es la prueba irrefutable de su esfuerzo y como en doce años, su vida ha cambiado tanto.
“La parte gerencial es bonita, pero no me intimida, es algo en lo que uno se siente muy bien, pero la parte más bonita es la de poder contar una historia al ver desde donde empecé para inspirar a otros y lograr las cosas. Que vean y crean que sí se puede, que sí existe una carrera, que no es nada imposible y la otra parte la profesionalización que me ha buscado dar al departamento y lo importante que somos en la cadena”, dijo.
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Al volver a ver atrás, Javier se siente sumamente orgulloso de ver lo que ha conseguido, pero el asunto no para ahí, pues ahora él buscar darle a otros, especialmente en la comunidad latina, esa oportunidad que tuvo en su momento.