En Patarrá de Desamparados vive una muchacha que prácticamente le puso ritmo a su propia vida desde que era chiquilla.
Se llama Ana Solano Villalobos, tiene 28 años, y hoy está a las puertas de uno de los logros más grandes que un percusionista puede soñar: representar a Costa Rica en el World Percussion Group 2026, el evento de percusión más prestigioso del planeta, es un mundial de percusión y ella clasificó.
Pero para llegar ahí, Ana tuvo que lucharla bien duro. A los 10 años, en la Escuela Pública de Linda Vista (en Patarrá), ni siquiera sabía que la percusión era algo que se podía estudiar. Solo sabía que amaba la música. Cuando la dejaron meterse a la banda, agarró el tambor por primera vez… y ahí se enamoró para siempre.
“Con el tambor fue amor a primera vista y amor total”, recuerda. Aunque no sabía tocar ni media nota, su oído la empujaba y los profesores la guiaban. La pusieron de dirigente del redoblante en cuarto grado y nunca más soltó los bolillos. “Nunca más cambié de instrumento”, confirma.
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Almorzar o irse en bus
Cuando entró al Colegio Superior de Señoritas la vida la empujó por otro camino. En el parque La Libertad daban cursos gratuitos de música, así que Ana comenzó a tocar la batería. Ahí la vio el profesor Iván Barquero, quien la reclutó para el Sistema Nacional de Educación Musical (SINEM, del Ministerio de Cultura), también ubicado en La Libertad.
“Fue el SINEM el que me abrió la puerta al mundo de la percusión sinfónica. Antes de eso, ni sabía que existía ese universo. Pero cuando lo descubrí, supe que había encontrado mi hogar musical”, reconoce.
Mientras estudiaba en el colegio, iba al SINEM día y noche. A veces tenía que caminar larguísimos trayectos porque la plata no le alcanzaba para almorzar y pagar los pasajes del bus, tenía que escoger uno de los dos. A los 16 años, tomó una decisión valiente: se salió del colegio diurno y lo terminó a distancia para dedicarle más horas a su pasión.
“Estudiaba de ocho a ocho en el SINEM”, cuenta. Su familia siempre la apoyó: su mamá Heidi Villalobos, sus tías Silvia, Adriana y July Villalobos, y su abuela, doña Julieta Araya, se convirtieron en los pilares que la motivaron siempre, hasta el día de hoy.
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Vendió empanadas por las calles
Ya con el bachillerato en la mano, el camino a la Universidad de Costa Rica (UCR), para estudiar música, tampoco fue fácil. El Preuniversitario era caro y no tenía beca, así que Ana hizo lo que había que hacer: se inventó un negocio de empanadas.
“Me levantaba a las cuatro de la mañana a hacer empanadas y las vendía por todos lados.
“Empanadas de papa, frijol y queso era un asunto de hacer todos los días, también las famosas empanadas de plátano maduro, se encargaron de prácticamente pagarme el Preuniversitario. No sabía hacer empanadas, pero el sueño musical me obligó a aprender”, acepta.
Además fue payasita, hizo pintacaritas, vendió retratos de mascotas, ilustraciones estilo animé, cosió ropa, tatuó durante tres años y dio clases en academias privadas. “He hecho de todo por amor al arte”, asegura.
Hoy, todo ese esfuerzo rinde frutos: Ana trabaja como profesora de percusión en el SINEM del parque La Libertad, justo en el lugar donde consolidó su historia, su amor a la música.
¿Qué es el World Percussion Group?
El World Percussion Group (WPG) es como el “mundial” de los percusionistas. Es un ensamble élite (los mejores del mundo) conformado por solo 20 músicos del mundo, elegidos entre cientos de aspirantes que adicionan (deben clasificar a ese mundial) enviando videos y pasando entrevistas en las que deben demostrar técnica, estilo, capacidad y lo que pueden aportar al grupo.
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Los seleccionados realizan una gira por varios países de Europa, dan conciertos y también imparten Clases Maestras en conservatorios de altísimo nivel. Es una oportunidad que puede cambiar carreras. El mundial comienza en Londres, Inglaterra, después los 20 músicos viajan a otros países de Europa, siempre haciendo presentaciones y demostrando sus capacidades.
Costa Rica ya ha tenido dos representantes: Josué Berrocal y Dennis Arce. Ahora, Ana será la tercera y la única centroamericana del 2026. El evento será el 4 de abril del 2026 en Londres.
Cuando le llegó el correo de aceptación hace dos semanas, estaba en clases en la UCR.
“Casi me desmayo de la felicidad. Me acordé de cuando vendía empanadas por las calles. De toda la lucha. Estoy muy ilusionada”, acepta esta guerrera del ritmo.
Necesita toda la ayuda posible
Para cumplir el sueño, Ana debe pagar $6.000 (unos 3 millones de colones) de matrícula antes del 1 de enero del 2026, además de $1.000 (unos 510 mil colones) del tiquete aéreo, para un total de $7.000.
Ella no tiene esa plata, y por eso necesita ayuda. Entre todos se puede. Quien quiera colaborar, puede hacerlo al SINPE Móvil 7287-9254.
“Voy sola representando a Costa Rica. No quiero que la falta de dinero sea lo que me deje fuera”, dice con el orgullo de quien clasificó a uno de los mundiales más duros porque de cientos de participantes solo 20 llegan a la etapa final y todos son considerados campeones, no se saca un ganador, los 20 ganaron ya. Si Costa Rica la ayuda, Costa Rica también llegará al Mundial.
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